Más allá de los problemas e inconvenientes a los usuarios que está generando su ejecución, las obras de acondicionamiento en curso del tramo de la carretera N-260 entre las localidades ribagorzanas de Campo y Seira han vuelto a poner de relieve la precariedad de las comunicaciones viarias en el Valle de Benasque, una de las zonas con mayor atractivo turístico del Pirineo español y, tras Zaragoza, el territorio con mayor oferta de plazas hoteleras de Aragón.

En el último medio siglo, la Alta Ribagorza ha consolidado una propuesta ágil, dinámica, diversificada y variopinta que la ha convertido en un referente nacional –y cada vez más internacional- del turismo de montaña. El Valle de Benasque lo tiene todo para convertirse en lo que ya es, un fabuloso destino vacacional; unos paisajes impresionantes dominados por los picos más altos del Pirineo, una naturaleza exuberante de un verde rabioso incluso en los meses más secos del año que se envuelve en un manto níveo en los de invierno, unos pueblos con una arquitectura tradicional que no ha cedido a las construcciones uniformizadoras de la contemporaneidad, corrientes de agua cristalinas, ibones que espejean las cumbres circundantes, una excelente gastronomía, un sector turístico y de servicios muy profesional, una oferta lúdica, deportiva y cultural amplísima, una historia y un folclore singular… De ello son conscientes los miles de visitantes que año tras año se acercan a este rincón del Pirineo oriental aragonés y por ello se ha consolidado como uno de los más exitosos destinos turísticos de la cordillera pirenaica a uno y otro lado de la frontera con Francia.

Pero el Valle tiene un talón de Aquiles en sus comunicaciones y, aunque la situación mejorará cuando acabe la remodelación del tramo de la N-260 en que se está actuando en la actualidad, la desventaja en este campo con el resto de destinos turísticos pirenaicos seguirá siendo un serio hándicap para la proyección de futuro del territorio porque la vía tendrá peores prestaciones que otras carreteras nacionales en valles vecinos –cuestión pura y dura de la difícil orografía por la que transcurre- y quedarán por resolver el espinoso tema del congosto del Ventamillo al que nadie se atreve a meter mano y el del tramo de la N-260 que lleva desde Castejón de Sos al límite con la provincia de Lérida sobre el que Fomento pasa de puntillas. Por eso, y como en un camino iniciático plagado de peligros e inconvenientes, los habitantes de la zona y sus visitantes están condenados a sufrir un auténtico calvario para llegar a la Alta Ribagorza y así seguirá ocurriendo durante, al menos, un puñado de años.

Los malos tragos sufridos para llegar hasta el Valle pueden parecer anecdóticos y a veces se convierten en una historia que contar ante los amigos magnificándola y dándole un aura mítica de la que sentirse orgulloso. Pero otras muchas se acaban convirtiendo en una pesadilla que echa por tierra las bondades del destino turístico. Lo recuerda el policía municipal Antonio Rivera, testigo de varios de estos casos, al comentar que ha visto a conductores llegar a Benasque totalmente blancos de la impresión tras haberse cruzado con algún camión en un paraje imposible por su estrechez o salvado por los pelos alguna trampa del trayecto. «A varios –comenta- los he visto después, durante su estancia aquí, y todos me han hablado maravillas del sitio pero me han reconocido que estaban padeciendo sólo de pensar que tenían que volver a utilizar la carretera para volver a su destino». Alguno se sobrepone al miedo y reincide en su visita a la zona, pero la mayoría se niega a pasar por el trago por muy iniciático que sea.

Rivera se ha visto siempre impotente en estos casos para ofrecer una alternativa a estos conductores desesperados «porque las carreteras complementarias son poco más de un camino semi asfaltado, la que conduce desde Chía a Plan, o todavía peores que la del eje del Ésera». Una situación que el Valle de Benasque viene sufriendo desde siempre y que para el alcalde benasqués, Ignacio Abadías, obedece a la «crónica» desinversión de las diferentes administraciones. «Desde tiempos inmemoriales, mande quien mande en Aragón y en España, en Ribagorza hemos visto como las inversiones preferentes han ido hacia el Pirineo occidental», señala este histórico edil recalcando que es una situación «endémica» y ocasionada, tal vez, por el escaso peso demográfico de la zona y por la poca capacidad reivindicativa de sus gentes.

Abadías pone el ejemplo de los trabajos en curso en la N-260 «que llegan después de una larguísima y muchas veces frustrante lucha para tener una carretera mínimamente digna mientras que hace años que a otras partes del Pirineo se accede en autovía o autopista y se puede pasar desde allí a Francia, algo que aquí es una entelequia ya que somos el único gran valle pirenaico sin comunicación con nuestros vecinos del norte». Una situación, recalca, que se repite en otros ámbitos como en el del mundo de la nieve «en el que cada euro que se invierte aquí con muchas renuencias se multiplica por mucho en otras partes de la comunidad».

También para José Manuel Abad, el alcalde de Castejón de Sos, la falta de inversiones es «muy real». A su juicio, ejemplifica esta circunstancia una exposición fotográfica permanente que se puede ver en los bajos del ayuntamiento de Seira sobre la construcción en los albores del siglo XX de la monumental central hidroeléctrica de la localidad. «Las imágenes son esclarecedoras –reflexiona-, se puede ver cómo la carretera está ahora prácticamente igual que hace 100 años». Algo que, en su opinión, se debe al nulo peso político y humano de la comarca «lo que nos ha estado pasando factura desde hace demasiado tiempo». Y que se traduce en asuntos tan cercanos como la inexistencia hasta la fecha de un plan alternativo -«que es preceptivo»- para minimizar las afecciones de las obras en la N-260.

Durante muchos años el sector turístico hizo virtud de estas carencias y dificultades y se sacó de la manga el exitoso eslogan “El Valle escondido” que todavía hoy sigue siendo un excelente reclamo para los visitantes. Pero todo el mundo era consciente de que se trataba de un parche, que era un juego de prestidigitación para ocultar el problema de unos accesos que han echado para atrás a cientos de personas que se habían interesado por radicarse en el Valle o adquirir aquí una segunda residencia y han desalentado a muchas más de repetir su experiencia vacacional en este paraje idílico.

Por contrapartida, las malas comunicaciones han activado la imaginación de la gente del territorio para enfrentarse a los inconvenientes. Lo reconoce el presidente de la Asociación Turística Empresarial Valle de Benasque, José María Ciria, para quien estos accesos «han puesto a la zona históricamente en una situación de desventaja con respecto a sus vecinos pirenaicos y cuando concluya la mejora de la N-260 seguiremos estándolo». «Por ello –sostiene- hemos debido plantear una oferta turística innovadora para hacer frente a unas carencias que nos podían haber orillado hace muchos años». No por casualidad una iniciativa como el turismo rural en Aragón nació en este rincón del Pirineo, donde también abrió sus puertas la primera escuela de hostelería de nuestra comunidad o donde han tomado auténtica carta de naturaleza las apuestas por proyectos de promoción cultural tan radicalmente innovadores como el Centro de Ciencias “Pedro Pascual” de Benasque, capaz de seducir a los más prestigiosos físicos, y expertos en otras ramas de la ciencia, de todo el mundo, y la Fundación Hospital de Benasque y su fabuloso archivo de temas pirenaicos, o deportivos como el Open Internacional de Ajedrez, considerado desde hace muchos años como uno de los mejores y más prestigiosos del universo ajedrecístico, esa gran fiesta del atletismo de montaña que es el Gran Trail Aneto Posets o la apuesta que hizo Castejón de Sos por los deportes aéreos que convirtieron a esta localidad en la cuna española del parapente.

Pero ello no tranquiliza a los usuarios de la carretera N-260, que se enfrentan día a día a una vía que no permite un instante de relajación al volante. De ello puede dar buena cuenta Joaquín Noguero, un comerciante grausino que desde hace cuarenta años sube en camión tres veces a la semana «haga sol, viento, llueva o nieve» a distintas localidades del Valle con su carga de frutas y verduras. «Puedo decir que nunca he tenido un problema con nadie, incluso cuando nos hemos cruzado con los camiones de Veri en sitios donde apenas puede pasar un solo vehículo pesado, pero es evidente que ha sido siempre una carretera muy peligrosa que no te permite ningún despiste», comenta puntualizando que sí ha tenido muchas veces que recular hasta buscar un mínimo ensanchamiento para «con mil maniobras» permitir el cruce de los dos camiones o soportar largas colas por atascos producidos por el colapso de la carretera.

No obstante, para él, mucho más preocupantes que otros camiones viniendo de frente son los conductores con caravanas, «muchos de los cuales circulan con mucho miedo por lo angosto de la calzada y no tienen control del espacio». «Y aunque yo también soy uno de ellos –añade- los ciclistas han sido siempre en este tramo un factor enorme de peligro porque en muchas zonas es imposible adelantarlos con unos vehículos pesados que carecen del reprís suficiente».
Noguero entiende que el arreglo ahora en marca «era imprescindible» y que los usuarios van a ganar «una bestialidad» en tranquilidad y comodidad. «Si hay alguien que no esté a favor de esta obra es para que se lo haga mirar por mucho que nos fastidie ahora a los que circulamos habitualmente por ella los madrugones que nos tenemos que pegar por los desvíos», sentencia este comerciante que, con la carretera cerrada, no tiene más remedio que levantarse a las cuatro de la mañana para hacer su ruta habitual por los pueblos de la Alta Ribagorza.

El acondicionamiento de la N-260 no se acaba en la actuación entre Campo y Seira

A menudo se olvida que la N-260 nació como una carretera transpirenaica que, a imitación de su especular francesa, conecta directamente el Mediterráneo con el Cantábrico.
La mejora integral de la vía, planteada a finales de la década de los setenta, tardó poco en realizarse en Navarra y Cataluña pero su ejecución en Aragón ha sido un rosario de plantones, demoras, obstáculos, negligencias administrativas y errores interesados que han hipotecado hasta el absurdo el arreglo integral de la carretera a su paso por nuestra comunidad.

Todavía hoy, con la puesta en marcha de la actuación en curso en el tramo entre Campo y Seira después de superar cientos de impedimentos –muchos totalmente kafkianos-, tras varios desplantes y desacuerdos previos acaba de ser aprobado el Estudio de Impacto Ambiental del tramo de esta vía que discurre por la zona conocida como los “túneles de Balupor”, en el vecino Sobrarbe. Es el primer paso a un proceso que se adivina largo y complejo que, sin duda, se dilatará en el tiempo.

Mientras, de vuelta al Valle de Benasque, el acondicionamiento de los treinta infernales kilómetros que separan Castejón de Sos con el límite de la provincia de Lérida es ahora mismo una entelequia ya que el propio ministerio de Fomento confirmaba en sede parlamentaria hace tan sólo unas semanas su desentendimiento con esta actuación. Y está también pendiente el peliagudo tema de qué hacer con el tramo de la N-260 que atraviesa el congosto del Ventamillo, que se pretende dejar tal como se encuentra ahora convirtiendo sus poco más de tres kilómetros en un cuello de botella de imprevisibles consecuencias. Cobra cada vez más fuerza la necesidad de hacer un túnel paralelo que permita un ancho de vía normalizado y evite los problemas de los frecuentes –y en ocasiones muy graves- desprendimientos de rocas sobre la calzada que ocurren en este paraje, pero está por ver si existe voluntad política de acometer esta obra.

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