No ha sido una de las sesiones más concurridas de su historia pero, indudablemente, el mercado semanal de Graus ha vivido este lunes una de sus convocatorias más atípicas desde que en 1588 el rey Felipe II concedió a la villa ribagorzana la potestad de poder celebrar estos encuentros mercantiles de forma periódica.
En estos cuatro siglos largos de existencia, el mercado grausino ha vivido las circunstancias más diversas, pero pocas tan excepcionales como la de este lunes en que reabría sus puertas tras siete semanas de ausencia. Lo hacía con las nubes como protagonistas, descargando en varios momentos una fina llovizna sobre los numerosos grausinos y gentes de los pueblos más cercanos que, extremando las medidas de seguridad, han desafiado al miedo y apostado por ir recuperando poco a poco la normalidad de la vida cotidiana acercándose hasta el mercado para realizar esas compras habituales de alimentación o ropa y, también, para ir reviviendo esa cercanía humana que estas últimas semanas se ha hecho imposible por mor del confinamiento.
La estampa, no obstante, era muy atípica, tanto por el cambio de ubicación de los puestos mercantiles –bastantes menos de los habituales- que se instalan en condiciones normales en las plazas Mayor y de la Compañía hasta la gran explanada tras los locales del Centro Deportivo, como por esa especie de coreografía reglada de los compradores y vendedores, formados los primeros en unas largas filas de espera para ser atendidos y guardando escrupulosamente las distancias de seguridad, manteniendo la separación y extremando el cuidado en el manejo de los productos los otros.
«Más allá de la actividad meramente comercial, la recuperación de este mercado semanal tiene un importante valor simbólico», reconoce César Sistac, el presidente de la Asociación de Empresarios de Ribagorza, consciente de que las restricciones que conlleva la Fase 1 de la desescalada y la propia dinámica de la crisis sanitaria ha hecho imposible a muchos establecimientos comerciales del territorio poder abrir sus instalaciones. Sistac apunta que cada establecimiento tiene sus propias circunstancias particulares y que no se están dando todavía las condiciones para que muchos de ellos puedan abrir en Ribagorza. Por ello recalca que «no hay de momento grandes alegrías» pero constata que, sobre todo en Graus, «se empieza a ver un poco más de movimiento».
Y eso que la lluvia intermitente que está cayendo en las últimas jornadas en toda Ribagorza ha supuesto un factor añadido de desmovilización ciudadana y ha afectado, por ejemplo, a la apertura de las terrazas de los bares. A pesar de ello, cuatro establecimientos de restauración las abrían este lunes en Graus y otros varios en diversas localidades de la comarca y han sido bastantes el resto de establecimientos comerciales del territorio que han empezado ya a trabajar, aún con todas las limitaciones que la crisis sanitaria ocasiona. «Uno de nuestros asociados me comentaba esta mañana que la sensación que se vive es rara, muy rara, pero que supone un punto de partida para la recuperación de la actividad económica y social», comenta el presidente de la AER, recalcando que los ciudadanos se están comportando «espectacularmente, guardando escrupulosamente las medidas de seguridad».
Por otra parte, desde la AER han valorado muy positivamente el apoyo ciudadano a la iniciativa de los bonos solidarios de apoyo al comercio y la restauración que se ha puesto en marcha en las últimas semanas y que se prevé prolongar hasta finales de mayo. Así mismo, recuerdan que todavía está abierto el plazo en Graus para que las empresas y autónomos se puedan acoger a las ayudas habilitadas por el consistorio.
La recuperación de la vida comercial ha tenido una menor incidencia en otras localidades ribagorzanas como Benasque o Castejón de Sos ya que la inexistencia de turismo hace completamente inviable poder abrir muchos establecimientos comerciales y las adversas condiciones meteorológicas han condicionado la apertura de las terrazas de la hostelería en las últimas horas.
