Los benabarrenses triunfan por el mundo

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Estos últimos días, Benabarre se ha colocado en el epicentro informativo en ámbitos de lo más diverso. Concretamente, los protagonistas son tres benabarrenses que tienen en común su acendrado amor por la patria chica, uno residente en la localidad y los otros dos que debieron buscarse los garbanzos por otras latitudes, y que han personalizado otras tantas informaciones que hablan de superación, de buen hacer y de reconocimiento público a la tarea realizada.
Vamos a ser sinceros; muy pocos –por no decir prácticamente nadie- creían en que algún día veríamos los bienes religiosos del monasterio de Sijena o del obispado de Barbastro-Monzón retenidos ilegalmente en la comunidad vecina emprendiendo el camino de vuelta a casa. La feroz negativa de los responsables de la Generalitat –amparada en este caso, no se olvide, por un considerable apoyo de la ciudadanía catalana, el miedo en los cenáculos políticos nacionales de que el independentismo rampante convirtiera el tema en un nuevo “casus belli” contra España, la falta de firmeza de un Vaticano con la amenaza permanente de una Conferencia Episcopal en Cataluña desgajada de la española y, a qué engañarnos, el escaso peso político y social de Aragón en el ámbito nacional eran factores que hacían muy difícil que las reclamaciones aragonesas tuvieran eco a pesar de todas las sentencias judiciales habidas y por haber.
La proverbial tozudez aragonesa en la reivindicación ha conseguido mantener viva una demanda que ha tenido su mascarón de proa en el alcalde y en el pueblo de Villanueva de Sijena y como factótum principal en la batalla jurídica a un incansable abogado benabarrense trasplantado a Madrid que ha pelado sin descanso ni desmayo contra enemigos, a priori, mucho más poderosos.
«Los benabarrenses tenemos la protección de San Medardo, que imprime carácter”, comenta –medio en serio, medio en broma- un Jorge Español que estos días está de rabiosa actualidad como representante jurídico del consistorio sijenense y artífice de las victorias en los tribunales que, en última instancia, han obligado al ministro Méndez de Vigo –como responsable de la Consejería de Cultura catalana en virtud de la aplicación del artículo 155- a dar el plácet al cumplimiento de la sentencia que obliga a la Generalitat a la entrega de 44 obras procedentes del monasterio de Sijena que se encuentran en el Museo de Lérida.
Español es consciente de que todavía queda mucho trabajo por delante pero no descarta que estos bienes sijenenses puedan llegar acompañados de otras de las obras aragonesas que se encuentran en Cataluña de forma irregular y contra lo exigido en numerosas sentencias judiciales. Y sonríe cuando se califica su actitud como “quijotesca” subrayando que “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” es «la mejor obra de la narrativa mundial» y que se siente «muy honrado» con este calificativo.
También reside fuera de Benabarre otro de los protagonistas de esta avalancha de reconocimientos públicos que están recibiendo los hijos de la histórica villa ribagorzana. Raúl Llagüerri, un ingeniero y diseñador «vocacional» que después de una intensa vida profesional en Italia y Alemania vive ahora desde hace quince años en Zaragoza, ha visto galardonado uno de sus trabajos con un German Design Award, los premios internacionales de diseño que organiza el Consejo de Diseño de Alemania que son unos de los más prestigiosos en el mundo del diseño industrial o de producto.
Es la primera vez que este premio recae en Aragón y para este benabarrense que siempre que puede escapa a la que fuera capital del condado de Ribagorza –donde ha firmado el logo del proyecto “Benabarre Sabor” o el de la popular “Baixada dels Carricotxes”-, el reconocimiento supone una «inmensa alegría e ilusión». Y también, lo reconoce expresamente, «una forma de explicar a muchos de mis convecinos de Benabarre a qué me dedico exactamente, qué es eso del diseño industrial y para qué sirve».
Tras estudiar en Valencia una Ingeniería Técnica en Diseño Industrial entonces novedosa en nuestro país, estuvo vinculado en sus primeros años profesionales con el mundo del motor –que mamó desde niño en el taller de reparaciones automovilísticas familiar- trabajando en Italia, para el grupo Fiat, y en Alemania antes de llegar hace quince años a la ciudad del Ebro donde inició una carrera como diseñador de producto en distintos estudios antes de comenzar a desarrollar desde 2013 su tarea como diseñador freelance colaborando con empresas de lo más diverso y con otros profesionales del sector.
Fruto de esta colaboración, en este caso con la empresa zaragozana Biocurve, es el trabajo por el que ha sido galardonado en Alemania por el Consejo Alemán de Diseño en la sección de energía. Se trata de una de las calderas de condensación de biomasa más potentes y óptimas del mundo que, con el galardón germano, consagra definitivamente a la firma aragonesa como una referencia entre los fabricantes de este tipo de material.
Según destaca el jurado en su fallo, esta «vanguardista» caldera de condensación de biomasa «es notable por su poder, eficacia y sostenibilidad». Y entiende que estas calidades también son reflejadas por el diseño «claro y franco» del producto. «Gracias a su construcción lineal, el producto hace un uso óptimo del espacio en el lugar de instalación; y en virtud de su mirada contemporánea se integra perfectamente en su entorno», afirman los integrantes del jurado de este premio que se hará efectivo el próximo 9 de febrero en la ciudad alemana de Frankfurt en una ceremonia a la que asistirán Camilo Pérez, de Biocurve, responsable del diseño técnico y funcional de la caldera y el benabarrense Raúl Llagüerri como responsable del diseño exterior.
El tercero de los benabarrenses que han saltado estos días a las primeras páginas de la información especializada es Juan José Baró, alma máter de la empresa “Quesos de Benabarre”, que acaba de conseguir tres medallas, una de plata y dos de bronce, en el prestigioso concurso World Cheese Awards, considerado como la competición de quesos más importante del mundo. Concretamente, la quesería ribagorzana obtuvo la medalla de plata por su popular Queso Benabarre, semicurado de cabra, el primero de los que comenzó a elaborar la firma en el ya lejano año 1994, y las de bronce por los quesos Montsec y Condes de Ribagorza en la categoría de leche de leche de cabra cruda.

Tras sendas medallas de bronce conseguidas en 2014 y 2016, es la tercera vez que los quesos benabarrenses obtienen un galardón en este certamen que este año llegaba a su trigésima edición con la participación de 3001 quesos procedentes de todo el mundo evaluados en catas ciegas por un jurado de 250 profesionales del sector.
Baró, que ha reivindicado desde hace muchos años las potencialidades de Benabarre y Ribagorza como espacios desde los que crear riqueza y asentar población, se confiesa «muy orgulloso» por estos tres nuevos galardones y apunta que estos quesos artesanos simbolizan el compromiso de apostar por la transformación de la materia prima en la zona de producción «contribuyendo a mantener los pueblos vivos y con gente, potenciando una cultura gastronómica y ayudando a la conservación del territorio».
Para el quesero benabarrense, el secreto del éxito de sus quesos en este y otros concursos está tanto la calidad del producto como en el proceso de su elaboración en el que el cuidado y alimentación natural de las cabras «es fundamental». A ello se añade la limpieza del aire y el excelente clima benabarrense «que permite unas excelentes curaciones de los quesos».
Tres historias de superación, inventiva y constancia hermanadas por el amor de sus protagonistas a Benabarre que estos días han vuelto a poner a esta histórica villa ribagorzana, para bien, en el epicentro informativo.

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