Desde Jacetania, Los Monegros, Hoya de Huesca, Somontano, Sobrarbe y Cinca Medio, Litera y Alto Gállego:

En este mes de mayo en el que se celebra san Isidro, patrón de los agricultores: tres jóvenes, un ingeniero agrícola, una fisioterapeuta y una emprendedora en agroalimentación comparten con VIVIR sus opiniones acerca del futuro del mundo rural. Cuando la población rural representa sólo el 15,9% del total de españoles pero ocupa más del 80 % de la superficie VIVIR quiere pulsar los motivos para vivir en los pueblos o para emigrar; las dificultades y las satisfacciones de vivir en pueblos como el tuyo.

MARTA TRULLENQUE. Fisioterapeuta de Monzón a Boltaña

La montisonense Marta Trullenque abrió hace más de tres años el Centro Nabaín en la localidad sobrarbense de Boltaña realizando así una apuesta por el mundo rural.

Respecto al futuro afirma que “veo un futuro con incertidumbre porque se van manteniendo muchos negocios familiares y hace que los jóvenes o no tan jóvenes se queden, vuelvan o vengan a un pueblo. Sin embargo, hacen falta más facilidades para la estabilidad como la vivienda para que puedan afincarse nuevas familias, negocios… y riqueza para todo el pueblo. Si vienen más habitantes y negocios, también ayudará a que se descentralice un poco la economía del entorno rural del turismo, y podamos tener más estabilidad laboral todo el año”.

Concretando sobre el sector de la fisioterapia, Marta explica que “en el entorno rural ha crecido bastante en los últimos años ya que también aumenta la demanda de este tipo de servicios. Tenemos y queremos más calidad de vida y eso se traduce en más auto-cuidado. El mayor conocimiento de los campos en los que se aplica la fisioterapia hace que todos veamos más necesario tener un profesional cerca. Actualmente convivimos varios profesionales de la salud en la comarca y hace que el equipo multidisciplinar sea de más calidad para poder ayudar al paciente”.

El mundo rural cuenta con desventajas como “el bajo número de habitantes y la despoblación a lo que hay que sumar las malas comunicaciones en la carreteras, la distancia a los centros hospitalarios, la poca opción de transporte público e incluso la desaparición de cajeros automáticos”. Pero no hay que olvidar que todo tiene su parte buena y, en este sentido, Marta apunta que “las ventajas son muchas pero quizás las que más apreciamos son la familiaridad y cercanía. No solo con mis vecinos de Boltaña sino con el resto de las poblaciones de la comarca; desde el primer día que decidí apostar por trasladarme a este municipio he tenido la sensación de formar parte del pueblo que se ha trasladado en la gran acogida que tuvo y sigue teniendo la consulta desde donde trabajo”.

DAVID FERRER. Ingeniero agrícola. Somontano

David Ferrer, ingeniero agrícola, presidente de la Cooperativa San Antonio y secretario de la Marca Tomate Rosa de Barbastro y la Sociedad Cooperativa Agrícola de Barbastro (SCLAB)

En nuestras comarcas, en líneas generales y teniendo en mente su gran diversidad orográfica y de cultivos, el futuro de la actividad agrícola se garantiza si se acompaña de otras actividades como ganadería, servicios a la agricultura, casas rurales… “La rentabilidad de la agricultura supone un problema de dimensión. Vivir solo de ella resulta complicado porque se requiere disponer de una extensión importante y alta tecnificación y la tecnología, cuesta dinero. Como se reducen los márgenes -aquí el principal factor es el energético-se necesita más extensión para la misma rentabilidad. Por tanto, los jóvenes tienen muy difícil acceder a esta profesión sino se cuenta con una herencia. Existen ayudas públicas, pero insuficientes para afrontar tanto desembolso”, afirma.

Como la rentabilidad depende de la extensión, desde hace unos años, se asiste a la compra y/o alquiler de tierras como inversión por parte de empresas que las explotan. Hecho que merma el número de agricultores-empresarios de su propia explotación.

A su vez, se buscan otros cultivos alternativos y rentables con el inconveniente del gran desembolso que se precisa para ponerlos en marcha. Por tanto, la actividad agrícola afronta muchos desafíos, y a los mencionados se une, en palabras de Ferrer, “una `sobre legislación´, muy cambiante que mata a cualquiera y hace daño porque en numerosas ocasiones las directrices no están claras”.

Así que, ante este panorama, a la pregunta de: ¿hay futuro para la agricultura? Ferrer, responde franco: “no tengo una bola de cristal y resulta difícil predecir. Hace unos años escuchábamos sin reparo que, si en otros países se producía más barato, se comprase ahí. En las actuales circunstancias se ha vuelto a valorar la agricultura como un sector estratégico y necesario pero ¿cuánto tiempo se va a mantener esta idea? Porque vivimos en una sociedad cambiante y con poca memoria. De todas formas, opino que siempre tendrá que haber cultivos aquí, imprescindibles para mantener los precios baratos y alimentarnos”.

Elena Uzcategui. De Altorricón a Panticosa elaborando quesos

Tras 22 años elaborado quesos en Altorricón, Elena Uzcategui se ha trasladado a vivir a Panticosa para seguir con su profesión desde el vivero de Biescas bajo el nombre de ‘Quesos de Elena’.

Para Elena vivir en un entorno rural como Altorricón le dio la profesionalidad y cercanía con el mundo artesano que tanto invocan sus quesos y es ahora desde Panticosa donde podrá realizar dicha labor con una proximidad mayor al turismo notable de Zaragoza, Madrid y País Vasco para su proyección como empresaria artesana y rural que le caracteriza. Quiénes conocéis a Elena sabéis que gran parte de su quesería no consiste solo en realizar quesos sino también innovar y proyectarse hacia dónde pueda llegar sin olvidar sus orígenes en Altorricón y mirando siempre hacia delante.

Sobre las ventajas e inconvenientes de residir en un pueblo, Elena destaca que “en zonas turísticas como en la que resido actualmente, los sueldos son similares a otros lugares pero los precios del alquiler o la venta se elevan mucho más”.

Por otro lado, una de las grandes ventajas de vivir en el mundo rural, concretamente en una zona turística como Panticosa, es que “he podido ampliar la distribución de mis quesos a tiendas y supermercados gracias a todo el turismo que se recibe d enraya parte de España”.

Como en todos los sectores agroalimentarios existen subidas y bajadas, esta quesera aragonesa apunta que “el sector está en auge ya que los consumidores también tienen más conciencia sobre la importancia y las enormes diferencias entre un producto artesanal y uno de producción industrial. En mi caso, yo elaboro quesos de oveja (tiernos, semi-curados y curados con romero) aunque, tras el cambio de localización, también he comenzado a trabajar con queso de oveja e incluso de cabra”.

La Feria de Otoño de Biescas es una de las más famosas del sector donde cada año se lleva a cabo el concurso de quesos que este año llegará a su XVIII edición. Elena lleva mucho años acudiendo a esta cita, que este año se celebrará los días 22 y 23 de octubre, donde ya ha ganado varios accésits “aunque este año será especial porque ya trabajo como una quesera más de la zona”.

Jóvenes en los pueblos

Para conocer cómo sienten los jóvenes de nuestros pueblos hemos conversado con Alejandra Muresán que con 14 años vive en Almudévar;  Ollie Bell Lyon, de 16 años y residente en una pedanía de Jaca de 18 habitantes y con Raquel Escamilla, sariñenense de 17 años. Todas ellas participan en el proyecto de Antenas Rurales que promueve el programa Jóvenes Dinamizadores Rurales.

¿Quieren los jóvenes quedarse a vivir en un pueblo?

A priori, no lo rechazan, y aparece dentro de sus opciones vitales aunque no de manera inmediata.  Esta manera de afrontar su futuro, sin renunciar al entorno rural,  supone un rotundo giro de 180 grados frente a aquellas generaciones para los que quedarse en el pueblo era perder: perder un buen trabajo, perder oportunidades como persona y relegarse al olvido. “Sé que antes mucha gente opinaba así-nos cuenta Escamilla desde Los Monegros- lo he oído, pero ahora no lo compartimos. Si alguien desea quedarse y no salir nos parece igual de bien”. Ella, se va en breve a estudiar bachillerato artístico a Terrassa, donde cuenta con familia. “No obstante seguiré ligada a Sariñena porque aquí se queda mi madre y tengo amigos. Aunque ahora me apetece salir y vivir en una ciudad. Creo que la mayoría de los jóvenes necesitamos experimentar la ciudad para luego poder elegir”.  El atractivo de las ciudades sigue presente en esa etapa de la vida. Para Bell “dependiendo del estilo de vida, del trabajo o de la labor que uno quiera realizar la oferta de la ciudad se puede considerar mejor. En mi opinión, sí ofrece más y mejor trabajo y creo que en algún momento de mi vida me gustaría residir ahí para beneficiarme de eso. Sin embargo, como prefiero las condiciones de vida de un pueblo, sería por un breve periodo de tiempo”. “En las poblaciones grandes existe más oferta de todo: de ocio, de cultura, de tiendas… no podemos olvidar que vivimos en una sociedad consumista” apunta Escamilla. Para Muresán “el trabajo determina vivir en un lugar u otro, así lo veo en mi caso. Aunque residir en un lugar como Almudévar no lo descarto por ser lugares acogedores y además, han evolucionado”.

Estas tres jóvenes valoran de los pueblos la tranquilidad, el mayor contacto entre vecinos y las relaciones que se crean de ayuda mutua, la cercana con la naturaleza, la ausencia de ruido, menos contaminación, el acceso a alimentos más frescos y de kilómetro cero. “El medio rural ha cambiado bastante, por ejemplo, a Almudévar han venido personas nuevas”, incide Muresán. “Si el pueblo dispone de buenas comunicaciones con las ciudades resulta más sencillo que mantenga población, además de que sus tasas de crimen son más bajas” recuerda Bell. Para Escamilla “cuando uno se hace mayor encuentro más cómodo vivir en un pueblo. Creo que, en general, se vive mejor en un lugar pequeño pero aunque sólo sea por probar yo quiero salir”, Bell también explica su interés por experimentar lo urbano “continuar aquí no entra dentro de mis planes más cercanos. Pero hay jóvenes que no quieren irse o no se lo pueden permitir,  no quieren viajar, les da miedo alejarse de sus familias o han decidido quedarse en la explotación o el negocio familiar… y todo ello es comprensible porque existen muchos factores que determinan si un joven sale de su pueblo o no”.

En cuanto a las desventaja de los pueblos todas ellas abundan en la escasa diversidad de trabajos (sobre todo por cuenta ajena), pero también señalan carencias de diversidad en personas, actividades y oportunidades de educación.

Como jóvenes coinciden en la falta de transporte público en la zona rural que “favorecería nuestra socialización ya que siempre tienes que pedir a tus padres que te lleven a un sitio u a otro para quedar con tus amigos” apunta Escamilla y, además, evitaría  el uso de los vehículos particulares “mejorando el medio ambiente”. Para Bell: “como joven viviendo en un área rural pienso que estaría bien que se mejorara el transporte ya que es positivo para el medioambiente y resulta mejor  para revertir el cambio climático que instalar placas solares en tierras fértiles. Echo en falta oportunidades de educación aunque esto podría ser un problema de España entera. Añoro gente en los pueblos, vivo en una población e 18 habitantes y, a veces, me siento aislada”.

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