¿Qué papel juegan las cooperativas de Huesca en este momento?
Somos empresas que vertebramos el territorio, con vocación de servicio, y hacemos un papel muy importante a la hora de equilibrar la oferta y la demanda de los mercados. Porque si no, las grandes multinacionales se diferenciarían mucho de los pequeños productores. En el fondo lo que intentamos es que nuestros socios compren y vendan a unos precios razonables, y ese equilibrio solo se puede conseguir con cooperativas que estemos en el territorio.
Estos últimos años las cooperativas agroalimentarias han asumido un papel importante en la transformación y la comercialización, cosa que antes no sucedía. ¿Ha sido estratégico?
Ha sido muy estratégico. De lo que nos quejamos, y a mí me toca de alguna forma reivindicar, es del papel la sociedad. Los consumidores europeos y de Huesca no han sabido reconocer el valor de un producto local, muchas veces porque las cooperativas tampoco hemos sabido vendernos, pero siempre hemos estado detrás de la comercialización de productos como el aceite, arroz, carne, etcétera.
Lo pequeño si no se hace grande no tiene futuro en este mundo.
Lo pequeño por el hecho de ser pequeño puede ser más resistente. La globalización en el mundo está clara y para poder salir al exterior se necesita volumen. Pero vivir en kilómetro cero, si se saben hacer bien las cosas, lo acaba reconociendo el consumidor.
¿Cuáles son los principales retos que tienen las cooperativas en este momento?
Hay muchos, pero hay uno que es primordial que es el tener claro el medio y largo plazo. ¿Dónde queremos ir como empresas? ¿Qué tipo de explotación queremos en nuestras cooperativas para que haya un relevo generacional? ¿A qué nos vamos a dedicar los próximos 20 años?
Muchas veces decimos que en Aragón, si no hay relevo generacional, las cooperativas lo tenemos difícil. En general todo el sector. Pero tenemos que aprender y seguir buscando la manera de defender el territorio con empresas nuestras.
Hablamos de que el gran secreto es el relevo generacional. Pero en este momento, ¿cuántas hectáreas son necesarias para que una explotación sea rentable?
En regadío siempre se habla de 100 hectáreas para que un agricultor sea un profesional. De hecho, nuestra cooperativa (Cooperativa Los Monegros) se está dedicando a recoger explotaciones de gente que se jubila o que se ha ido a otro sector. Así damos un margen para que pueda volver alguien a retomarlas.
Eso es otra característica del futuro que veo en las cooperativas, el poder dar servicios que otras empresas no pueden asumir. Y yo creo que lo que hay que hacer es ir a nuestras escuelas y a nuestros institutos y defender un modelo de trabajo donde se ponga en valor lo que es vivir en el mundo rural. Ayer en una de esas charlas les decía a niños de 14 y 15 años que hay que “ser y estar orgulloso de vivir en un pueblo”. Y que ser agricultor y ganadero no significa más que ser más libre.
Lo que pasa es que en la agricultura la barrera de entrada es tan fuerte que o tienes tierras o es muy difícil llegar a serlo. ¿Es necesario ese relevo generacional para asumir nuevos retos en los cultivos, en el tipo de explotación y en todo aquello que pueda hacer más rentable la agricultura?
Claro. El papel de las cooperativas pasa precisamente por ahí. Como empresas tenemos que dar una oportunidad al que no esté en el sector y quiera venir. De hecho, en esta casa ahora estamos trabajando más de 70 personas con empleos directos. Es decir, que puede venir alguien que no tenga nada que ver con la agricultura e integrarse como socio y aprender y trabajar en un modelo cooperativo. Algo que luego le puede llevar a ser propietario de una explotación.
En la universidad no hay carreras ni asignaturas al respecto, pero en el mundo real hay que inventarlo porque ya existe. Yo tengo claro que con la digitalización podemos ser cada vez más profesionales, y que a través de las cooperativas podemos enganchar a más personas al territorio.
Las multinacionales y los fondos de inversión nos van a llevar la contraria, pero yo quiero un mundo rural con personas y no con autómatas de Nueva York. Por eso reivindico el papel tanto de Europa, como de Madrid, como en Aragón en este modelo.
Se siente un poco David frente a Goliat.
Sí. Por mi situación y porque ya llevamos muchos años. Aunque también entiendo que hemos progresado mucho. De alguna forma las cooperativas comarcales hemos constituido un ejemplo en la provincia de Huesca, pero en los próximos años nos jugamos mucho en lo que es el modelo de empresa cooperativa y los modelos de explotaciones agrícolas y ganaderas para que haya relevo y la gente joven se incorpore.
Cambio climático y regadíos. ¿Nuevo escenario?
El cambio climático lo estamos viendo, pero me gustaría que los científicos fueran más claros. No puede haber cambio climático por intereses económicos en función de quién defiende el modelo.
Yo no juego a eso. Yo quiero jugar a que haciendo bien mi trabajo, no puede ser que diez tractores o diez vacas contaminen más que cien aviones volando. ¿Pero a qué estamos jugando? A que los pobres no podemos trabajar mientras los ricos pueden hacer lo que quieran. No estoy de acuerdo con ese cambio climático.
El mundo rural pasa por que la mujer decida seguir viviendo en los pueblos.
Totalmente de acuerdo.
¿Cuántas mujeres hay en la junta de la cooperación?
Ahora mismo ninguna. Curioso. Yo fui elegido hace veintimuchos años y había una mujer ingeniera que era María Carmelo. Pero ahora nada. Hemos intentado que vinieran dos chicas jóvenes que son agricultoras, aunque por temas de maternidad al final no ha podido ser. Aquí, casi todos los cargos de responsabilidad en trabajo los ostentan mujeres, pero luego en la parte política no contamos con ninguna.
¿Qué tiene que pasar para que se incorporen?
Yo una de las cosas que veo es que en los pueblos tenemos un problema. Primero por el tema de servicios, porque cuando hay niños pequeños en la familia queremos que haya de todo, pero eso no es posible. Para que realmente haya mujeres y familias que se queden en los pueblos se necesitan sobre todo buenas comunicaciones. Hablo desde carreteras, autobuses, y hasta el famoso tren que tenemos en Monegros y que no lo empleamos.
Luego, también habría que establecer sueldos diferentes para las mujeres que trabajen en un pueblo. Resulta que cuando uno va a una élite: a Bruselas, París, Estados Unidos… las personas tienen unos sueldos de élite. Pero cuando uno viene a un pueblo, ¿por qué no habría de tener igualmente un sueldo de élite? Me da igual una médica que una asesora en la OCA.
¿Por qué no se paga y se prima al que viva en un pueblo? ¿Por qué no se le da una casa gratis? Al final hace más el que quiere que el que puede. Porque hablamos mucho de desarrollo rural, las diputaciones hablan mucho de esto, ¿pero cuánto se dedica del presupuesto a que haya gente en los pueblos? Ya no digo de 40 habitantes, sino de 500 o de 1.000 que necesitan servicios. Para solucionar todo esto hay que incentivar una buena calidad de vida además de la vocación. Y no es fácil.
El 80% de la cebada de esta cooperativa se usa para hacer cerveza. ¿De cuántos kilos de cereal estamos hablando?
Eso fluctúa mucho. Pero el año pasado podríamos hablar que habría 50.000 toneladas entre malteras y no malteras.
Lo que sí que teníamos claro con el gerente y la junta de la cooperativa es que hay que hacer más que piensos. Todo lo que sea I+D hay que intentarlo para que el socio y la empresa crezcan. No podemos hacer la cerveza porque no tenemos capacidad, pero sí investigar variedades que den más valor añadido a nuestro producto.
¿Eso en camiones cuántos son?
¿50.000 toneladas? Pues a 24 o 25 por camión llegarían desde aquí hasta la Almunía de Doña Godina.