Vista desde fuera, esta pregunta podría abrir una nueva brecha de rivalidad entre dos pueblos separados por un río, uno a cada orilla Cinca. Sin embargo, si podemos plantear si quiera este tipo cuestiones es porque ambas localidades se encuentran hermandadas por un puente que las une. Y sí, hasta allí hay piques, como cuál fue la localidad que construyó más arcos del dichoso puente. Pero al final esta obra les ha permitido estrechar vínculos más allá del chascarrillo. La cooperación entre vecinos y vecinas los ha convertido casi en el mismo pueblo, y también los ha animado a seguir construyendo más puentes en otras facetas, como es la gastronomía.
En esta ocasión, hemos traído a nuestras páginas a dos representantes idóneos de cada lugar: Víctor Sierra, del restaurante Casa Santos de Albalate, y Ramón Lapuyade, del restaurante El Portal de Alcolea. ¿Y nosotros con qué nos quedamos? Sin duda, con la foto de su apretón de manos.
ALBALATE | La receta improvisada que hizo famosas unas patatas
Víctor Sierra pertenece a la cuarta generación de la familia que regenta el restaurante Casa Santos. Cuenta que, en los inicios de esta casa de comidas, sus abuelos cocinaban macarrones y pollo cada domingo. Todo iba bien hasta que llegó un día que, sin comerlo ni beberlo, se quedaron sin macarrones. Entonces no les quedó otra que improvisar con lo que tenían en la despensa, y ahí fue cuando se les ocurrió utilizar patatas como reemplazo. Para sorpresa de todos, aquella receta fue un éxito, y a lo largo de los años se ha acabado consolidando como el plato tradicional por excelencia de la localidad.
Víctor Sierra: “Al final somos casi como el mismo pueblo. Todos nos conocemos, e incluso los niños van todos al mismo instituto”
ALCOLEA | Una barra vasca de pinchos para parar un tren
“Los pinchos de Alcolea nacen de la vocación de hacer algo diferente para dinamizar aquellos días muertos en el bar”, arranca Ramón Lapuyade, propietario del restaurante El Portal. Así, gracias a su participación en un concurso de tapas en el año 2011, le picó el gusanillo como para impulsar un concepto “de barra vasca de pinchos y tapas para poder comer con la mano y chuparse los dedos”. Hoy, habiendo ganado varios reconocimientos a nivel nacional, Lapuyade elabora cada viernes unas 600-700 unidades que se venden en cuestión de 2-3 horas.