Finaliza la novena edición del Festival de Jazz en Castejón de Sos

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‘Ocurrió el milagro’
George Gershwin, americano, nace en Brooklyn en el año 1898, hijo de una familia de inmigrantes rusos de origen judío, compositor de obras tan musicales  como Porgy and bess luego arregladas e interpretadas por músicos como Louis Amstrong, Oscar Peterson, Joe Henderson, Ella Fitzerald o el mismísimo Miles Davis (miles, siempre Miles).
Gabriel Amargant, saxofón y clarinete, nace en Argentona, una pequeña población de Barcelona. Su formación, clásica por el conservatorio de Granollers, y música jazz  por el Esmuc de Barcelona, le permite adaptar obras de ese calibre, incluso soñar y transcribir  temas de películas como “la noche de la igüana” de John Huston.
Gonzalo del Val, batería, Miranda de Ebro (Burgos), escribió su ópera prima basada en los cuentos de Rohmer, cineasta francés que con la cámara al hombro desgranaba fotograma a fotograma el alma de los inquietos habitantes que circulaban por los distintos barrios de París.
Martín Leiton, contrabajo, de Tenerife, raíces folclóricas, vive el jazz desde la fuerza que da la pasión, el calor, autodidacta.
Gershwin también escribió la música de “Un americano en París”
Es difícil que un trío camine acorde, más cuando lo hace , se produce el “milagro”, especialmente cuando las ilustradas composiciones del exquisito Amargant  conectan con el resto del trío y a su vez llega al público, se crea una atmósfera irrepetible vivida este sábado 30 de enero, el último día del festival de jazz del santo Sebastián en Castejón de Sos.
Fueron los auténticos “Tres Reyes Magos” de la ópera jazz castejonense Supieron hacernos soñar con la música, las luces y las sombras, hasta que en la jam postrera, intercambiándose los instrumentos, nos despertara de la quimera la rugiente trompeta del gran Gerardo López Pontaque, que una vez más se subió al mágico escenario  ante la atónita mirada de la numerosa y sagaz “cantera” castejonense. Anteriormente, y por unos minutos, ellos habían sido los pajes en el mismo “plató”, conducidos por la solidez del bajista Román Cubelos, arrastrando a los solistas Guillermo con el tenor, Alvarito a la trompeta, Pedro al alto, Carlos al teclado , Javier “panes” a los palos y la inestimable colaboración de Pepe “Veri” con la guitarra.
Las luces se encendieron. El numeroso público apretujado en las butacas emprendió el “camino a casa” y la madrugada apareció en la calle oscura. Una lagartija (ya no era un camaleón ni tampoco una igüana) apareció asombrada.

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