El Real Monasterio de San Juan de la Peña ha ido, a lo largo de los siglos, adquiriendo una singular aureola en la que se fundían la historia y la leyenda. Un encuentro que ha construido un escenario privilegiado en el que los aragoneses del siglo XVI entendieron que aquí se produjo el nacimiento de la monarquía aragonesa y, en el siglo XIX, los intelectuales y los románticos explicaron que también fue el origen de la monarquía española. Todo ello ha contribuido a convertir este monumento aragonés en el punto cero de muchas historias y de muchas leyendas, siempre protegido por la cercana población de Jaca, la ciudad real, la primera capital de Aragón.
La apasionante novela de Alfredo López Lanaspa,’El castillo del Grial’ es una propuesta en la que la imaginación del autor, un altoaragonés amante de nuestra tierra y de nuestra cultura, le va a enseñar que San Juan de la Peña, como decía Unamuno es la boca de un mundo de leyendas. Y además es una propuesta que juega con el tiempo porque partirá del verano de 1985, en el escenario de unas maniobras militares en la llanura de San Indalecio, y acabará rompiendo la barrera del tiempo en el año 1630, cayendo en el claustro de un monasterio que gobierna el ilustre abad Briz.
El protagonista de este viaje es un cabo del desaparecido Batallón Gravelinas XXV de Sabiñánigo, llamado Pedro López de Biscarra y ocupado en explicar las señales que da un radar que también capta otras dimensiones. Pedro, atraído por explicar el sonido de aquel aparato, se precipitará al vacío -como los caballeros fundadores del monasterio- y acabará rodeado de los monjes que viven en 1630. A partir de aquí, van a disfrutar porque este cabo del siglo XX irá contándonos la historia y describiéndonos la dimensión artística de este monasterio, de tal manera que en algunos momentos usted estará leyendo una completa guía del monasterio en la que se aúnan el mundo barroco y la rabiosa modernidad.
En el relato aparecerán todos los referentes de esta historia pinatense. Y no falta el Grial -que da nombre a la novela- convertido en uno de los ejes de la novela, y que nos abre la segunda parte de este relato en la que irrumpen los templarios, sin perder ni uno solo de los elementos mistéricos y cabalísticos que les rodearon. El joven Aimau se convierte en el narrador de otra historia en la que no falta la mención atemporal de la Virgen de los Ríos, la judería de Jaca, las villas de Biscarra o Javierrelatre, la encomienda del lugar de Rasal… Todo ello, en ese entorno que va desde la mitad del siglo XII a la del siglo XIII y que adquiere sentido con las figuras cohesionadoras de los López de Biscarra, con su hijo García López de Biscarra, con todo un linaje de caballeros del medievo aragonés con los que se entronca la familia de Alfredo López Lanaspa que ha vertebrado un apasionante relato, con esa gran habilidad que tiene de saltar al tiempo -cosa que nunca es fácil- proponiendo relatos muy bien sugeridos y presentados.
La verdad es que hay que felicitar a Alfredo López Lanaspa por haber logrado aunar tres grandes amores: el amor por nuestra tierra, el interés por nuestra historia y la pasión de recuperar su linaje, esa familia que lo convierte en un caballero pinatense y que, como tal, le ha permitido regalarnos esta novela tan hermosa, sugerente e imaginativa, que les producirá muchos ratos de disfrute. Además, no sería justo dejar de recordar que este autodidacta ejemplar, que en la vida diaria pertenece a ese importante mundo de los transportistas que permiten romper las distancias acercándonos tantas cosas vitales, ya ha escrito otras novelas anteriores -como Biscarra o Los caballeros de Cristo-y ha realizado importantes publicaciones sobre los Documentos históricos de Javierrelatre, Vizcarra o Salamaña. Como pueden entender, todo ese bagaje es el que le ha permitido poder ofrecernos esta apasionante novela que agradecemos y por la que felicitamos a nuestro paisano Alfredo López Lanaspa, de Sabiñánigo.