«El mundo es injusto, o lloras o lo mejoras».

Una de las cosas que más le costó a Marta en las últimas semanas fue decir en su casa que la nochevieja iba a pasarla en un campamento de refugiados saharauis, en Bojador (Argelia).  A escasa distancia de una frontera de más de 200 kilómetros llena de minas, que impide a los saharauis volver a su tierra. Su pasión por las gentes de ese país sin país llega al punto de superar el reto de volar en avión «le tengo pánico». El motivo, conocer de primera mano la situación, vivir con las familias, aprender de los que sufren y volver, en octubre, al proyecto de bibliotecas para enseñar español a los niños. Le acompañan dos personas más que a la vuelta compartirán con Vivir su experiencia.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.