OPINIÓN || María Díaz Bello
Mientras contemplo las imágenes de las protestas y las movilizaciones del sector agrario, de forma completamente inesperada e involuntaria acude a mi mente una pregunta recurrente: ¿Hubiera podido Miguel Ángel crear, ni siquiera imaginar, la maravillosa bóveda de la Capilla Sixtina si esta hubiera estado suspendida en el aire, sin arcos, pilastras ni pechinas…sin una base? Me respondo de forma casi inmediata y me doy cuenta de que la Humanidad se habría perdido la obra maestra del Renacimiento casi con toda seguridad. Y ustedes dirán (muy acorde al tema que nos ocupa), ¿estamos mezclando churras con merinas? Voy a tratar de explicarme.
Creo que pertenezco a ese grupo de personas (me atrevería a soñar que más numeroso de lo que se cree) que estamos cansados de escuchar opiniones de todo tipo, contaminadas por los diferentes colores políticos y que terminan por enturbiar la realidad, por no dejar ver lo que de verdad importa. Propongo mirar con algo más de criterio y poner sobre la mesa algo más que los alimentos que provienen del mundo rural. Propongo mirar con sus ojos, atender a su forma de vida, a sus comportamientos… a su cultura.
Nuestro sector primario agoniza, sí, y no deberíamos ensuciar sus movilizaciones con posturas políticas, ya sean de derechas o de izquierdas, alejándonos así de la responsabilidad que tenemos como sociedad. Deberíamos hacer como ellas, las personas que viven en el mundo rural. Deberíamos bajar a la tierra y remangarnos, para ser capaces de comprender lo que cuesta sacar adelante una explotación agraria o ganadera, que recibe subvenciones, sí, pero tarde y en muchas ocasiones insuficientes. Para comprender que el sector primario comienza pronto su jornada y la termina -con suerte- en la puesta de sol, para apenas cubrir costes. Un sector agrario que se ve abrumado por una burocracia excesiva, por normativas y políticas de despacho, cuando lleva años cuidando de aquello que nos da de comer, de su ganado y sus cosechas.
Tal vez deberíamos sentarnos a escuchar. Tal vez merezca la pena comprender las soluciones que proponen, apelar al sentido común y así, al más puro estilo rural, permitir la sostenibilidad del mundo que nos sostiene, de nuestra base. Porque (permítanme volver a la imagen con la que abría estas líneas) la bóveda del progeso, de la tecnología más puntera, de la Inteligencia Artificial y de los Datos, no se sustenta sin nuestro campo, sin preservar y proteger los rasgos de la cultura agro, sin garantizar -insisto, responsablemente- su viabilidad y supervivencia.