Íntimo homenaje a los Zabalza y al Ateneo Popular del 31 en el cementerio de Jaca

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El cielo de Jaca amenaza lluvia, parece que el día no acompaña mucho y, entre nubes, amanece la ciudad un poco triste, un poco nostálgica. 14 de abril, proclamación de la II República. Tímidas voces (o no tanto) se cuelan en la vorágine de las redes sociales, de las prisas del día a día que no siempre dejan tiempo para la memoria histórica.

Poco a poco va abriendo la mañana  y, al llegar al cementerio,  el sol dibuja otra estampa del monumento en memoria de los jacetanos fusilados entre 1936 y 1942 por defender la República, una escultura de Pablo Valdelvira que fue inaugurada en 2010 y que parece dejar escapar mariposas al cielo. Es el momento del homenaje, como cada año, a los republicanos. Un acto íntimo, sin público. Un momento para “reivindicar la memoria histórica y el recuerdo de tres personajes que fueron muy importantes para nuestra tierra y para la historia de Jaca”, como explican Marcos Callau, y Lucía Pons, vicepresidente y secretaria del Ateno Jaqués.

A Marcos y a Lucía les cuesta colocar las flores que han venido a depositar en el monumento republicano. La cinta con la bandera tricolor ondea con la ligera brisa que rompe el silencio del lugar. En la soledad del cementerio, el silencio sólo se rasga por el sonido de un móvil al hacer una foto de la sencilla ofrenda. Inmediatamente aparece en las redes sociales. Nadie en el cementerio, pero muchos acompañando desde el corazón. Y al fondo, majestuosa, la Peña Oroel.

Mientras paseamos por el camposanto, Marcos Callau explica la razón de ser del homenaje: El Ateneo Jaqués se fundó en 2013, pero “bebe de las referencias y de la herencia del Ateneo Popular de 1931, en cuya fundación estuvo implicado Ricardo Zabalza, hermano de Javier y de Alfonso. Tres personajes muy importantes en la vida social y política de Jaca”. Aquel  Ateneo  Popular del 31 echó a andar de la mano del  mayor de los Zabalza (que también moriría fusilado en Madrid), y de Julián Borderas, José Izuel, Laureano Gracia y Matías Ferrer, organizando conferencias sociales y culturales y debates sobre idearios de izquierdas.

Después caminan hacia las tumbas de los Zabalza. Dos de los tres hermanos están enterrados en el cementerio jaqués, Alfonso y Javier. La piedra de sus lápidas está fría, sucia, incluso con musgo. Lucía se afana en limpiar la inscripción de Alfonso, el menor de los hermanos, cuyo epitafio recuerda que fue el primer español que entregó su vida a la ciencia de la aviación sin motor. Con la ayuda de Marcos, coloca unas flores, dignificando el momento en el que, a pesar de la intimidad, se respira un cierto aire solemne y de respeto.

Javier Zabalza también descansa en el cementerio jaqués. En su lápida se puede leer a duras penas su nombre, erosionado por el paso del tiempo, un tiempo que no ha podido, sin embargo, borrarlo de la memoria de muchos. Odontólogo de profesión, pasaba consulta en una casa del Paseo de la Constitución, explica el vicepresidente del Ateneo, quien recuerda que fue torturado y asesinado en una cuneta en las cercanías de Escó. “Fue un hombre pacífico, bueno, una de las grandes voces que la Guerra Civil enmudeció para siempre”. Javier Zabalza fue, entre otras cosas, el primer hombre en Jaca que captó la señal de la BBC de Londres con un receptor construido por él mismo (era radioaficionado),  con elementos reutilizados de instalaciones de la primera Guerra Mundial. “Consiguió construir un aparato y desde Jaca se recibieron las primeras imágenes de la BBC de Londres en 1933”, algo que tendría que ser un orgullo para la historia de Jaca y que hoy muchos jacetanos, sobre todo los más jóvenes, desconocen.

Javier también formó parte del Ateneo Popular del 31, cuyo fundador fue su hermano Ricardo, y que fue muy activo social y políticamente en la vida de Jaca. Ese Ateneo Popular del 31 es una referencia para el ateneo actual, porque sus miembros “no sólo se preocuparon por la cultura sino también por la actividad social y política de la ciudad”, recuerdan Marcos y Lucía. Hasta tal punto que elaboraron, incluso, un plan de higiene y alcantarillado para la ciudad.

Es hora de marcharse. La misión está cumplida. Se ha dignificado la memoria de los Zabalza y se ha realizado la ofrenda floral. Un acto pequeño, casi simbólico, pero rebosante de singnificado, sobre todo para sus protagonistas. Mientras abandonan el lugar, no miran hacia atrás. No hace frío. Hace ya un rato que salió el sol. Se van recordando que les queda pendiente  una cita con Ramón Acín en la Librería Oroel. Y que el Círculo Republicano Galán y García de Jaca ha organizado una cena en La Cadiera y un concierto el sábado en el Casino. No faltarán. Es necesario mantener viva la memoria.

Entre la soledad y el silencio, los miembros del Ateneo Jaqués abandonan el lugar. El monumento de las mariposas vuelve a quedarse solo. Majestuoso, pero solo. Recordando los nombres de los represaliados que, algún jacetano, cuando visite el cementerio, se parará a leer para ver si conoce a algún descendiente de los que forman la lista. Para entonces no quedará demasiado de las flores. Los colores seguirán en el corazón de muchos, eso sí, y en la memoria, que es de lo que se trata. Aunque no dé tiempo a visitar el monumento el 14 de abril. Aunque haya que esperar un año para poder ver la siguiente ofrenda. Imperturbable, al fondo, seguirá siempre la Peña Oroel.

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