Desde el pasado domingo el Parque Miguel Servet de Huesca está cerrado al público en general. Los fuertes vientos han obligado al servicio de Parques y Jardines a poner en marcha el protocolo de prevención ante la posibilidad que alguna rama pueda caer encima de las personas que por él transitan. Vallas amarillas y un precinto policial deberían servir para que la gente no entrara en el parque, pero no es así.
Estos días hemos paseado por el perímetro del parque y se puede ver a bastantes personas que hacen caso omiso a esta medida de prevención. Mientras el cuerpo de bomberos y los empleados municipales limpian el parque de ramas rotas por el viento hay personas que pasean tranquilamente por él. Hemos visto a abuelas cruzar el parque con sus nietos en el carrito, jóvenes pasear tranquilamente, hombres y mujeres de mediana edad pasear con sus perros, madres que llevan a sus hijos e hijas de corta edad a la zona infantil, gente dando de comer a los patos a pocos metros de una enorme rama caída…
En la imagen que encabeza este artículo podemos ver a un hombre paseando a su bebé en el cochecito, mientras otras dos personas atraviesan tranquilamente el parque. En las horas de mayor afluencia se pueden ver a más de 50 personas en el interior del parque, ajenas al hecho de que el peligro no ha pasado. No pueden aducir desconocimiento, pues han tenido que apartar una valla o romper el cordón policial para acceder al parque.
¿Por qué lo hacen? ¿Qué les impulsa a saltarse las normas? ¿Por qué se arriesgan a sufrir un accidente? ¿Qué impulsa a alguien a ponerse en peligro a sí mismos o a los demás? No lo sabemos, pero es una muestra más que todavía hace falta mucha conciencia ciudadana.