El alcalde del pequeño municipio ribagorzano de Beranuy, el popular Jesús Guitart, se muestra rotundo cuando afirma que «es imprescindible actuar en la conservación del palacio prioral del monasterio de Obarra». Y no le falta razón; el estado que presenta este edificio que completa el conjunto monumental del cenobio ribagorzano es más que alarmante con sus techumbres hundidas y unas paredes que se mantienen milagrosamente en pie quien sabe por cuánto tiempo.
Guitart recuerda que no es una situación sobrevenida «porque el problema viene de lejos y no estamos sabiendo cómo afrontarlo». De hecho, comenta que el próximo mes de junio hará ya trece años que la Comarca de La Ribagorza convertía en institucional una moción presentada a instancias del propio ayuntamiento de Beranuy –entonces todavía conservaba su nombre de Veracruz con que fue bautizado tras la Guerra Civil- en la que se demandaba una urgente actuación de consolidación de este edificio gótico de notable valor histórico y artístico que ya entonces corría peligro de ruina.
La moción se hacía eco de ello puesto que desde varios años antes era evidente su deterioro –“sobre todo desde que se ha perdido totalmente su techumbre lo que hace que la degradación avance de una manera acelerada”, reflejaba el texto-, que había obligado a vallar su entorno e impedir los accesos al edificio por su peligrosidad. Se solicitaban en ella actuaciones inmediatas que consolidaran su estructura como paso previo a un necesario proceso de rehabilitación integral de la edificación, uno de los mejores ejemplos del gótico palaciego con que cuenta la comarca ribagorzana.
Desgraciadamente, la situación no ha mejorado desde entonces –todo lo contario- ya que no se ha invertido un solo euro en estos trece años pese a que es más que evidente una intervención de emergencia para asegurar y evitar la ruina total del palacio prioral, que parece cada vez más cercana.
La citada moción iba más allá y entendía que estos trabajos imprescindibles de consolidación de la fábrica del edificio preservada debía ser el punto de partida para desarrollar fórmulas de colaboración y de gestión entre las administraciones e instituciones para acometer un proyecto más ambicioso: el de la restauración integral de los tres elementos más característicos del monasterio, el de la integración medioambiental del entorno en su conjunto y también el de la gestión de este patrimonio “de forma que haga de este enclave un lugar referencial y atractivo para el visitante”.
Nada de eso ha tenido lugar y, en la actualidad, Obarra sigue siendo, quizás, uno de los Monumentos Nacionales más desconocidos para quienes visitan Aragón. Ello a pesar de que el monasterio ribagorzano está catalogado como Bien de Interés Cultural desde el 3 de junio de 1931 y está integrado en la RED NATURA 2000 por las figuras de protección del LIC Río Isabena, LIC Congosto de Obarra y ZEPA Turbón-Sierra de Sis.
El cenobio, cuyos orígenes documentados se remontan al siglo IX, conserva todavía tres edificios de gran interés patrimonial, arquitectónico y cultural; la majestuosa iglesia de planta basilical de Santa María, de austero estilo románico lombardo, la vecina ermita –también románica- de San Pablo y los restos del antiguo palacio prioral. El conjunto monástico, por otra parte, se halla situado a orillas del río Isábena, en un paraje agreste de singular belleza.
Guitart entiende, además, que esta actuación integral haría factible la realización de una serie de catas en el terreno para tratar de descubrir los restos del claustro que tuvo el conjunto monástico y que, de salir a la luz, aportarían datos muy valiosos para el estudio y comprensión del recinto. «Hace unos años –añade el alcalde- ya se hizo una actuación parecida en el cercano monasterio de Alaón y si ahora hacemos lo propio en Obarra sin duda encontraremos la traza del espacio claustral y, por qué no, algún resto de sus estructuras, columnas y capiteles que nos podrían dar muchísima información sobre este cenobio».
La primera mención documental que se tiene del monasterio de Obarra, figura en un documento del monasterio de Alaón (Sopeira), fechado el 22 de mayo de 874 y su historia está íntimamente ligada a la creación del condado independiente de Ribagorza del que llegó a convertirse en su centro neurálgico en asuntos religiosos y en los de índole política ya que la casa condal ribagorzana decidió fijar su residencia habitual en el Castrum Ripacurza, ubicado en un altozano situado entre el vecino núcleo de Ballabriga y el monasterio de Obarra.
Centrándonos específicamente en las ruinas del palacio, cabe decir que éste se construyó originalmente hacia el siglo XII también en estilo románico, como lo muestran los restos de muros de sillería, arcos de medio punto y bóvedas de cañón que se conservan en varias de sus estancias. Sirvió desde su erección como residencia del abad y, además, contenía almacenes para guardar los tributos en especie de los territorios bajo su jurisdicción.
En el siglo XVI, bajo el gobierno de Pedro de Mur, fue remodelado y convertido en palacio prioral –ya que entonces este monasterio tenía rango de priorato que dependía del monasterio de San Victorián- de acuerdo con la estética del gótico francés, como se puede advertir en la puerta de entrada y en la ventana ajimezada de la fachada principal, situada frente al muro norte de la basílica de Santa María. Son los elementos más destacados que se conservan de un conjunto de, pese a su ruina, notable belleza y empaque que necesita imperiosamente una actuación de consolidación y una posterior rehabilitación que devuelva la prestancia a un edificio de notable valor artístico e histórico que Aragón no se puede permitir el lujo de perder.
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