La Asociación de Productores de Patata de Chía ultima los preparativos para la celebración este sábado 3 de noviembre de la séptima edición de su popular Feria de la Patata de sta localidad ribagorzana. Una cita que vuelve a contar este año con un atractivo programa que tendrá su punto culminante en la degustación de una sabrosa caldereta de tocino con patatas tras su elaboración en directo por un grupo de voluntarios locales bajo las órdenes del reputado cocinero Antonio Arazo.
Este certamen, que ha sabido ganarse el respaldo popular y convertirse en un excelente escaparate de la producción patatera de esta población pirenaica, mantiene un programa con un esquema muy similar al de las ediciones anteriores con la venta al por menor de la afamada patata local, caracterizada por su producción artesanal, y la instalación paralela de un mercado de artesanos bajo la cubierta de la Plaza Mayor, escenario de buena parte de las actividades diseñadas que comenzarán a las 7 de la mañana con la preparación y el encendido de la hoguera en la que posteriormente se elaborará la caldereta. Habrá también actividades infantiles con manualidades y juegos educativos con la patata y, en la partida de «Las Llagunas», se ha programado una exposición ganadera, se ofertarán paseos a caballo y se realizará una exhibición de cetrería con exposición y vuelo de aves.
Esta nueva edición de la Feria de la Patata certificará el buen momento de este cultivo en Chía, donde la labor de los seis integrantes de la Asociación de Productores y la de los responsables del vecino Centro de Ocupación Socio-laboral «El Remós» -que lleva el peso de su comercialización-, unido al interés que ha despertado su apuesta por revitalizar este cultivo ha hecho que en la campaña de 2018 se haya aumentando de nuevo la superficie de producción de este tubérculo que desde 2014 ostenta el certificado de “cultivo ecológico” y que, según destaca Arturo Lanau, presidente de la entidad, «este año es de una calidad excelente, con patatas muy duras y uniformes y de un calibre aceptable».
Las intensas lluvias de la pasada primavera retrasaron unas semanas la siembra, lo que ha hecho que la cosecha se esté demorando con respecto a otros años y se haya reducido la cantidad de patatas recolectadas a pesar del incremento de la superficie trabajada. Lanau apunta que las previsiones finales sobre la cosecha están entre las 50 y 55 toneladas frente a las algo más de 60 con que se saldó la campaña de 2017.
La certificación como «cultivo ecológico» reconoce las estrictas reglas de trabajo fijadas por la Asociación de Productores y su apuesta por mantener la utilización de los métodos tradicionales para preservar la calidad del producto. Lanau apunta que esta calidad de la patata de Chía viene determinada tanto por la altura de la localidad y sus tierras de cultivo –por encima de los 1200 metros sobre el nivel del mar- y el tipo de suelo como por un sistema tradicional de trabajo de los campos en el que no se utilizan abonos químicos ni productos fitosanitarios.
«Realizamos una enmienda orgánica entre noviembre y febrero y para controlar las malas hierbas se aporta el suelo con ayuda de tracción animal», comenta. La rotación de los suelos y los cultivos cada dos años, la humedad ambiental y la utilización de aguas muy puras para los escasos riegos necesarios son otros de los factores que explican la excelencia de un producto que ha conseguido consolidarse en un mercado cada vez más competitivo y conquistar una clientela fiel, además de en el Valle de Benasque y el resto de Ribagorza, en las ciudades como Barbastro, Huesca o Zaragoza.
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