Centenares de personas, más de 2000 según los organizadores, se dieron cita este pasado sábado en la localidad ribagorzana de Chía para participar en los actos convocados con motivo de la séptima edición de la Feria de la Patata de la localidad. Una soleada y muy agradable jornada en lo climático daba la bienvenida a los presentes, llegados desde las más variadas procedencias para disfrutar de un evento lúdico gastronómico que ha sabido hacerse un notable hueco en el panorama festivo de Ribagorza.
El presidente de la DPH, Miguel Gracia, fue uno de esos cientos de visitantes que, junto con los residentes habituales, hicieron bullir de animación y jolgorio las calles de esta población pirenaica y dieron buena cuenta de las más de 1600 raciones de la sabrosa caldereta de tocino con patatas cocinada en directo por un nutrido grupo de voluntarios dirigidos por el reputado cocinero Antonio Arazo, un habitual colaborador de la Asociación de Productores de Patata de Chía en la programación, preparación y desarrollo de este evento.
Desde su primera edición la Feria de la Patata ha sabido ganarse el respaldo de un público alentado tanto por la innegable calidad del tubérculo que se produce en esta localidad situada junto a los picos más altos del Pirineo como por excelente hospitalidad y ambiente que reina durante la jornada.
Todo ello ha conseguido que el certamen se haya consolidado como un eficaz altavoz de las bondades de esta patata que simboliza la voluntad de las gentes del entorno rural de reivindicar su producto autóctono frente a las importanciones de una producción agrícola cada vez más industrializada y deshumanizada. La apuesta en Chía por la recuperación de un cultivo de histórico prestigio en la zona que casi se había perdido ha dado resultado y buena prueba de ello es la excelente respuesta de la clientela local y la cada vez mayor consolidación de la oferta de esta patata auténticamente de altura -se cultiva en terrenos entre los 1200 y 1500 metros de altitud- en mercados de ciudades como Barbastro, Huesca, Zaragoza o Lérida.
Las lluvias intensas de la pasada primavera han retrasado la cosecha de este año, de muy buena calidad pero de menor cantidad que en años anteriores por ese condicionante climatológico por lo que buena parte de la producción -prevista en unas 55 toneladas- ya está vendida o comprometida. Y es que la producción de patata en Chía, que históricamente había sido un pilar en la economía local, cayó en barrena en las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo y su recuperación, que se planteó hace ahora una década como un proyecto de relanzamiento de un cultivo tradicional en una zona de montaña, se ha consolidado como un referente de las potencialidades del territorio. Acompañado, además, por una fuerte componente social ya que la comercialización del producto se ha dejado en manos del Centro de Integración Socio Laboral El Remós que está desarrollando una muy interesante labor de promoción del producto.