El “festival más especial” homenajea a uno de los grandes directores españoles, Ricardo Franco, a la luz de la superluna

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«He estado en muchos festivales a lo largo de mi carrera, pero este es el más especial», destacó la guionista de La buena estrella (1997), Ángeles González-Sinde, antes de la proyección de la película con la que la Muestra de Cine de Ascaso homenajeó ayer al director Ricardo Franco en el 25º aniversario de su muerte. «Hacía tiempo que no la veía y es quizá la vez que más me ha emocionado y más me ha gustado. No sé si es el entorno, o que con la edad uno se vuelve más sensible», comentó Javier Rioyo, cineasta, amigo del realizador y actual director del Instituto Cervantes en Tánger, en el coloquio posterior, que moderó el periodista Javier Zavala.

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A la luz de la superluna, y con el patrocinio de DAMA (Derechos de autor de Medios Audiovisuales), la noche del clásico en Ascaso estuvo dedicada a uno de los directores más importantes del cine contemporáneo español con su película más galardonada, ganadora de cinco Premios Goya, incluídos el de mejor película, mejor director y mejor guion, y Premio Ecuménico del Jurado – Mención Especial en Cannes. 

«La última vez que vi a Ricardo fue el último día de su vida. Le estaba haciendo una entrevista durante el rodaje de Lágrimas negras. Estuvimos un rato largo hablando de la película y de lo que tenía que ver como continuidad, con la misma guionista, y como una deuda que tenía él con cosas de su vida. De repente, se sintió mal, se cayó y murió a las pocas horas. Tuve que dar la noticia en la radio», recordó Rioyo.

Ángeles González-Sinde explicó que La buena estrella se rodó en solo cinco semanas, un plazo muy corto para lo acostumbrado en aquella época. Además, «el reparto que quería Ricardo era otro y no encontraba a los actores. Maribel Verdú lo tuvo que convencer para que le diera el papel de Marina, Jordi Mollà iba a hacer el papel del Manso y Antonio Resines hasta entonces siempre había hecho comedias». Por otro lado, en el mundo del cine, «tú vales tanto como tu última película», y el anterior trabajo de Ricardo Franco, la comedia ¡Oh, cielos!, no había funcionado.

La buena estrella fue un encargo, lo que «no era prestigioso para la carrera de un cineasta». Sin embargo, «lo más valioso es cómo lo transformó. Él había rodado varios encargos antes, y siempre defendió que se trataba de trabajos tan importantes como si hubieran sido historias propias», destacó González-Sinde, quien reconoció que «era un guion arriesgado, porque el personaje de Resines mostraba una masculinidad atípica, sin interés ni credibilidad para los cánones de la época; era lo que se conocía como “un calzonazos”, así que le agradezco a Ricardo que defendiera el personaje y no cambiara nada de lo escrito en el guion». De hecho, Resines ganó el Goya al mejor actor gracias a ese papel.

En aquel momento, Ricardo Franco ya tenía problemas de salud importantes. La diabetes que padecía, por ejemplo, le afectó gravemente a la vista. «Como él no veía bien y no podía escribir, todo el guion lo trabajamos juntos, y por eso también discutíamos», recordó Ángeles González-Sinde, quien valora muy positivamente los aprendizajes que extrajo de aquella relación tan cercana. «Yo iba cada día a su casa, charlábamos, él cocinaba y, cuando nos atascábamos, sacaba la guitarra y se ponía a componer. Yo pensaba que perdíamos el tiempo, pero luego me di cuenta de que aquellos ratos también eran trabajo».

Recuperar la memoria de los pueblos anegados

Por primera vez en doce ediciones, la tercera jornada de la Muestra de Cine de Ascaso vivió un rodaje cinematográfico en directo. La directora francesa Anne-Laure Boyer contó con el público congregado en la era del cine para grabar la escena final de su documental Atlas oculto, el pueblo del agua, que dos horas antes se había proyectado en la borda a falta del montaje definitivo. La realizadora ha estado doce años documentándose, recorriendo algunos de los pueblos anegados por embalses como el de Yesa, entre Navarra y Aragón, y recogiendo el testimonio de las familias expropiadas, algunas de las cuales quieren recuperar los núcleos que se mantienen a flote, aunque, en la mayoría de casos, en ruinas. «Rodar la última escena en Ascaso, un núcleo rural semiabandonado que se está recuperando gracias al cine, me parecía el mejor broche posible para mi película», señaló la realizadora.

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