Éxito del SoNna en Bonansa

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El dúo Dani Escolano y Pato Badián recorrió el jueves los paisajes emocionales de la cantante argentina afincada en Zaragoza desde hace 20 años, Patricia -Pato- Badián Kosman, y transportó al público, que prácticamente llenaba el recinto preparado en las inmediaciones del Sendero Mirador del Isábena (Bonansa-Laspaúles), a escenarios europeos y americanos del siglo XX en un viaje sentimental difícil de olvidar. El violonchelo -y la guitarra- de Dani Escolano, un profesor de música afincado en Fiscal (Huesca) que fue violonchelo solista en la orquesta del Liceo de Barcelona, fueron los medios de transporte que usó la argentina para viajar en el tiempo y en el espacio, y presentar el recital “Maletas vacías”, una mezcla de historias familiares y a la vez universales que se contaron en clave de tango, de jazz y de canciones eternas. 

En el espacio protegido de las gargantas de Obarra, zona de especial protección para las aves, el Pito real, el Pico picapinos, los reyezuelos y los piquituertos se empeñaban en ayudar al dúo cuando entonaban “Pájaros perdidos”. El Festival Sonidos en la Naturaleza, SoNna Huesca, vincula arte y paisaje, naturaleza y música, y las más de las veces, combina los sonidos propios del entorno con otros que se llevan a él.

La ORT en el Pla de Senarta

Al día siguiente, viernes, el festival cambiaba de valle para albergar un concierto para recordar de tres maestros de la música que usan cualquier cosa que puedan hacer sonar. La Orquesta Reusónica Trío-ORT ofreció un magnífico recital de jazz-folk, si es que puede llamarse así su música ecológica, en el Pla de Senarta (Benasque), ante un público agradecido desde el inicio. 

Sorprendió Xavi Lozano, integrante en su día de la banda de Eliseo Parra, capaz de convertir en flauta cualquier cosa: desde una barra de futbolín con jugadores azulgranas que usó hábil para ganarse al público oscense, a una valla de obra agujereada “que un día cupo en mi coche”.

El italiano Rocco Papia, con su guitarra acústica, marcó el guion de un repertorio dedicado al mar que fue de Brasil a India, pasando por Sicilia y Castilla. Papia tocó una kora fabricada con una lata de café y transformó una tabla de surf en una especie de salterio indio. El percusionista Antonio Sánchez completaba el espectáculo sonoro sacudiendo manojos de llaveros, rasgando botellas de Anís y usando una batería sui generis en la que el bombo era una vieja maleta. Lo cierto es que no daba tiempo a ver qué demonios tocaba en cada momento. 

A pesar de su aspecto chiripitifláutico, Antonio Sánchez -como Lozano y Papia-es un virtuoso que formó parte en su día, como Xavi Lozano, de las bandas de Eliseo Parra y Tactequeté, y ha trajabado con gente tan dispar como Silvia Pérez Cruz, La Fura dels Baus, la Compañía Nacional de Danza o Kepa Junquera. Un profesor de música que parecía un niño con un montón de cachivaches para hacer sonar.

 El recital buscó concienciar al público sobre cómo estamos destruyendo el mar. “Cada minuto se descarga en el mar un camión lleno de plásticos”, dijo Rocco Papia. Poco después se marcó un solo con un vibráfono hecho con botellas de plástico de coca-cola. Hay plásticos que cobran nuevos usos, pero “¿cuántos vibráfonos podemos hacernos cada uno? Hay que dejar de usarlos, hay que dejar de fabricarlos”, repitió con la aquiescencia del público. Pero no fue un sermón. Fue buena y divertida música. 

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