Reinventar las fiestas, eso toca. Darle vueltas a la sesera para ver en que podemos disfrutar de forma colectiva los ciudadanos del mundo rural y de nuestras ciudades sin que el virus campe a sus anchas.

Muchos ayuntamientos han anunciado ya que se suspenden las fiestas patronales. San Esteban Secastilla, Benabarre, San Miguel de Cinca… Han ido goteando una de las decisiones más difíciles de sus vidas políticas, dejar a su pueblo y a sus gentes sin fiestas. Sin bailes, sin cenas en la peña, sin pregón y alboroto, sin la chiquillería dando vueltas por las calles en pos de un pelotón compartido o deslizarse con sus progenitores e¡por un tobogán de agua.

A nadie se le ocurre nada para parar este desmán que va a llevar a la desaparición al mismísimo porrón de cerveza.

La fiesta es el resultado de la alegría y no nos podemos quedar sin ello.

Así que habría que reinventar ese espacio tiempo en el que todos nos juntamos y celebramos la llegada de nuestros amigos, familiares y el buen comer.

Aplíquense, que no nos podemos quedar sin fiestas.

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