La naturaleza ha dotado a la especie humana de un cuerpo que se ha ido perfeccionando a lo largo de millones de años. Los humanos tienen la posibilidad de darse cuenta de los maravillosos dones que posee el cuerpo. Sin embargo, la modernización ha traído como consecuencia la predominancia de la razón y de la tecnología en la vida cotidiana. Esto ha producido que las personas se alejen de los ritmos de la naturaleza y confíen casi ciegamente en la mente que gobierna abusivamente sus vidas.
En la actualidad más que vivir la vida se piensa, se imagina, se sueña o se interpreta. Se necesita recuperar la vida en toda su sustancia, la vida física y sensitiva, la vida en el momento presente, en el aquí y ahora. El pasado ya no vuelve, tan solo cabe aceptarlo, el futuro es una especulación, pura fantasía, sin embargo tan solo en el presente puede hallarse la realidad sensible. Cuando se siente hambre, sueño, cansancio, dolor…, aparece el sentir en actualidad, en tiempo presente, entonces ¿Por qué no vivir lo cotidiano en el aquí y el ahora, en el presente, al menos en algunos momentos del día?
Para vivir en el presente es necesario sentirse, ejercitar el cuerpo, escuchar la propia vida, en definitiva, tratar de cuidarse y prestarse atención. Cuando se logra prestarle atención al cuerpo la vida puede convertirse en una auténtica maravilla sensitiva.
La mayoría de las personas se acuerdan del cuerpo cuando se siente dolor, entonces se recurre a remedios caseros o a terapias médicas para calmarlo, pero en condiciones normales es la mente la que gobierna la vida mientras el cuerpo es un mero soporte. Este olvido se paga muy caro, pues la mente construye pensamientos que son generadores de estrés y ansiedad.
Todos los seres humanos tienen el poder de abrazarse a la dicha de vivir. Se trata de un proceso relativamente sencillo y barato, pero la mayoría de personas prefieren fantasear con metas y posesiones en vez de prestar atención a la sabiduría milenaria que contiene el cuerpo, que es la única posesión, y tan sólo por un tiempo, pues tarde o temprano hay que devolverlo a la madre Tierra.
Vivir impregnado de dicha supone aceptar plenamente el momento actual de la vida; jóvenes o viejos, sanos o enfermos, ricos o pobres, cualquiera que sea la situación.
El primer paso para comenzar a mejorar la vida es aceptarla tal y como se presenta. Es necesario asumir que la vida puede mejorarse si este es el más firme propósito. Esta es una responsabilidad personal, pues depende exclusivamente de la voluntad, ganas, disciplina e ilusión de vivir cada día un poco mejor.
El segundo paso consiste en aplicar con disciplina espartana las siguientes tres condiciones:
Respirar con atención y plenitud. Activando el diafragma y alargando la exhalación, oxigenando así todas las células y proporcionándoles armonía y equilibrio. Puede realizarse varias veces al día haciendo pausas conscientes.
Comer con equilibrio y naturalidad. Consumir alimentos naturales con moderación y variedad, teniendo en cuenta que frutas y hortalizas hay que consumirlas diariamente. Tampoco puede faltar en nuestra dieta diaria un buen plato de ensalada.
Realizar diariamente ejercicio físico sostenible adecuado a las condiciones y posibilidades de cada cual. Un ejercicio a favor de la vida que sea agradable y benefactor, evitando siempre el cansancio excesivo y la crispación.
El tercer paso consiste en escuchar la música del cuerpo, sus propios sonidos, vivencia que se transforma en un auténtico festín sensitivo cuando se dejan pasar los pensamientos centrando la atención en las propias sensaciones corporales.
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