Las fallas iluminan la noche de San Juan en el Pirineo

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La magia de las llamas revoloteando con ánimo purificador con el telón de fondo espectral de la oscuridad nocturna ha vuelto a hacer acto de presencia este fin de semana en el Pirineo aragonés para conmemorar el solsticio de verano, la llegada de esa mítica Noche de San Juan con su eterna promesa de regeneración y renacimiento.
Recuperando un año más un rito de origen inmemorial, los habitantes de un puñado de pueblos pirenaicos renovaron la noche del sábado al domingo su compromiso con los dioses de la naturaleza y de los montes ofreciéndoles el tributo de las llamas propiciatorias como símbolo de la purificación a través del fuego. Son las fallas de los Pirineos, una tradición que nos retrotrae a los mitos y símbolos primigenios de la humanidad y que ha sido preservada con celo y pureza en este entorno pirenaico donde la fantasmagórica procesión de las teas –fallas- encendidas recorriendo sendas milenarias ha alumbrado los anhelos, los miedos y las esperanzas de innumerables generaciones de sus habitantes. Aunque no han sido inmunes al paso del tiempo, a las modas, usos y costumbres, a las prohibiciones y arrinconamientos, estas fallas pirenaicas han sabido mantener su esencia y ello hizo le ha garantizado el apoyo de la UNESCO, que en 2015 decidió incluirlas en su catálogo de celebraciones que son Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El reconocimiento ha supuesto un espaldarazo para su mayor conocimiento por parte del gran público, traducido en un importante incremento de visitantes en los festejos de los últimos años.
Algo que quedó patente, por ejemplo, este sábado en Laspaúles, cuyas calles se vieron animadas por más de doscientos forasteros que quisieron contemplar y, en muchos casos, sumarse a este rito sosticial que conserva intacta su magia. Debieron soportar antes un chaparrón veraniego que escampó definitivamente a las ocho de la tarde y permitió que la celebración se pudiera desarrollar sin más incidentes en un año en que llegaba con la gran novedad de la recuperación del Faro –la hoguera en el monte que alimenta las fallas al iniciar su recorrido- en su emplazamiento tradicional, bastante más alejado del casco urbano que el utilizado en los últimos tiempos.
Además de los laspaulinos, las gentes de San Juan de Plan, Sahún, Villarrué, Suils, Bonansa y Montanuy iniciaron la noche del sábado el ritual fallero en el Pirineo aragonés en un ambiente de hermanamiento entre los asistentes y la naturaleza con los fallaires –los portadores de las fallas- como ígneos heraldos de la renovación sanjuanera.
Rituales todos ellos similares y todos diferentes, con elementos que los singularizan unos de otros y que hacen todavía más atractiva esta propuesta mágica. Todas son espectaculares, con el punto espectral que les confieren las lenguas de fuego que se dibujan en los montes mientras bajan las fallas llameantes a los distintos pueblos. Pero las que presentan unos elementos más singulares son las de Sahún. Allí, la noche del pasado sábado, y como manda la tradición, el último casado del pueblo prendía el faro y comenzaba el recorrido de un centenar de fallaires –por razones de seguridad se ha controlado su número- para iniciar un descenso marcado por los espectaculares volteos de las fallas dibujando unos círculos de fuego que quedan grabados en la retina de los presentes.
Pero las otras fallas no tienen nada que envidiar de las de Sahún en lo referente a espectacularidad y belleza. En Laspaúles, queda dicho, con gente llegada desde los rincones más insospechados de la geografía nacional que había reservado alojamiento desde hace varios meses, se pudo contemplar una vez más desde la Plaza Mayor la “baixada” de las fallas propias desde el faro y también las que bajaban por los vecinos montes de Villarrué y Suils, localidades cuyos habitantes –celosos de su intimidad- viven unas fallas casi “en familia”. Y espectaculares son el círculo mágico de fuego de Montanuy, la “corrida de la falleta” de San Juan de Plan, o el salto de la hoguera en Bonansa que contaron también estos días con el apoyo de numerosos residentes y visitantes para arropar su desarrollo.
Aún quedan celebraciones falleras en el Pirineo aragonés. Castanesa las ha programado para la noche del 29 y Aneto el sábado 7 de julio para concluir el ciclo fallero con la programación, ya más alejada en el tiempo, de las fallas del núcleo de Ginast el 4 de agosto.

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