los escolares grausinos reciben el Papelón

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El alcalde de Graus, el popular José Antonio Lagüens, y varios de los concejales del consistorio han disfrutado esta mañana de un baño de juventud durante la entrega del popular “Papelón” a los escolares de la localidad, en la que es una de las más queridas de entre las muchas costumbres singulares que tienen plena vigencia en esta villa ribagorzana.
Los representantes municipales abrían la jornada en la Escuela Infantil “Ninins” para entregar a sus alumnos los primeros papelones que jalonarán su andadura académica en la Educación Infantil y Primaria. Posteriormente se han trasladado a las instalaciones del Centro Deportivo para compartir con los escolares de Colegio Público “Joaquín Costa” una ceremonia siempre plena de magia que certifica el final de curso escolar y el comienzo de las vacaciones veraniegas.
En un breve parlamento, el alcalde se ha dirigido a los alumnos que celebraban su fiesta de fin de curso para agradecerles su trabajo y constancia durante los últimos meses y renovar el compromiso de colaboración del consistorio con la escuela. Tras su breve discurso llegaba el momento más esperado de la jornada: la entrega de ese curioso “Papelón” repleto de dulces y chucherías con el que la sociedad grausina premia desde hace más de ochenta años el trabajo de sus estudiantes durante el curso escolar.
«La cara de ilusión de los críos no tiene precio», comentaba una madre emocionada con el que es uno de los actos públicos más queridos por los grausinos. Junto a sus compañeros de tertulia, rememoraba sus tiempos escolares y constataba que la ilusión de los niños de hoy al recibir el “papelón” sigue siendo la misma con la que los niños de entonces vivían este día que se recuerda en Graus durante toda la vida con una sonrisa en la boca.
Y aunque la villa ribagorzana preserva un inmenso legado de tradiciones folclóricas y conmemorativas, ésta del “Papelón” es especialmente singular ya que no tiene una equivalencia similar en ninguna otra parte. El envoltorio de papel repleto de golosinas y pastas –de ahí el nombre de “Papelón- certifica la llegada de las vacaciones veraniegas.
A pesar de que su valor intangible -por lo que tiene de ilusión de quien lo entrega y quien lo recibe- es incalculable, materialmente los papelones cuestan unos 6 euros que salen –«gozosamente», apuntan los responsables municipales- de las arcas del consistorio.
Se empezó a repartir en la década de los treinta del pasado siglo y tras la guerra civil, en las décadas de los cuarenta, los cincuenta y los sesenta, las pastas y dulces que encerraba el envoltorio suponían un gran regalo para los más pequeños por la escasa disponibilidad que había de ellos en la España de entonces. Luego, los dulces han sido ya habituales en las dietas españolas, pero, aún así, el papelón sigue manteniendo su aura mágica entre los grausinos más jóvenes que hacen de este día una de las jornadas más inolvidables de toda su etapa escolar.

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