Procesión de las Beatas en Graus.

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Una de las más características estampas de la Semana Santa en Graus es la de la Procesión de las Beatas o del Farolé, un solemne cortejo procesional que se celebra el Miércoles Santo en el que el indiscutible protagonismo que adquieren desde siempre las mujeres es el que le da su particular significado.

Como es habitual, la procesión saldrá desde la Basílica de la Virgen de la Peña y recorrerá las principales calles de Graus con el titilante acompañamiento de la luz tamizada de unos pequeños faroles que portan los asistentes a esta popular ceremonia; de ahí uno de los nombres con la que es conocida esta singular marcha procesional.

La oscuridad será de nuevo la compañera imprescindible del cortejo que recrea la agonía de Jesús camino del Calvario. Por ello las beatas grausinas y sus farolés comienzan su andadura procesional a partir de las 21 horas, momento en el que se iniciará de nuevo el Via Crucis que concluirá en la plaza de san Miguel, ante la iglesia parroquial de la localidad.

Y como manda la tradición –omnipresente también en Semana Santa en la vida grausina- son mayoritariamente las mujeres, acompañadas por muchos niños, las que protagonizan esta  procesión que discurre en medio de un respetuoso silencio y durante la que se representan diferentes momentos de la Pasión de Cristo.

Pero cada vez más son los hombres que acompañan el cortejo, algo impensable hasta bien entrada la década de los cincuenta del pasado siglo cuando la procesión era coto exclusivo de las féminas ya que, en Graus, la del Viernes Santo lo era de los hombres. De ahí su apelativo de procesión “de las Beatas”. Y como éstas solían portar en su recorrido procesional unos farolillos con los que alargaban la vida de las velas que alumbraban la marcha, se ganó el otro sobrenombre con que es conocida esta curiosa procesión.

La costumbre se mantiene inmutable a pesar de que otras cosas sí han cambiado con los años, empezando por la creación de una cofradía exclusivamente femenina a comienzos de los noventa para relanzar este Vía Crucis que había caído en desuso y para reactivar una Semana Santa entonces en franco declive. La cofradía se llamó de la Magdalena y la Soledad y resultó clave para dar un nuevo impulso a los actos religiosos organizados en estas fechas.

Diecinueve años después de su fundación, cuenta con unas 200 asociadas volcadas con el proyecto que originó su creación y que supuso el relanzamiento de una Semana Santa grausina entonces agonizante.

Ahora los “farolés” siguen acompañando el desarrollo de esta procesión que ha sabido volver a conectar con los habitantes de la villa ribagorzana y se ha convertido en uno de los actos más multitudinarios de las conmemoraciones pascuales. La Cofradía de la Soledad y la Magdalena ha aportado el aire fresco necesario para recuperar las tradiciones de este período de recogimiento religioso y ha apostado por ideas novedosas –como el acompañamiento de la procesión de Viernes Santo por una banda de tambores- plenamente consolidadas. También se ha dotado de una estructura organizativa muy ágil, al ser dirigida por cuatro prioras que ostentan su cargo por períodos de dos años renovables de forma alternativa para que siempre haya dos prioras veteranas que ayuden en su desempeño a las dos neófitas.

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