Ribagorza desespera por la falta de actuaciones en la N-260

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Tras la época de letargo invernal, las marmotas vuelven estos días a asomar sus hocicos entre las grietas de los roquedales del Valle de Benasque. Una imagen que a muchos vecinos de la zona les trae inevitablemente a la memoria el recuerdo de la película “Atrapado en el tiempo”, en la que los protagonistas, unos inmensos Bill Murray y Andie MacDowell, se veían condenados a repetir eternamente el mismo “día de la marmota”.

Algo parecido ocurre en la Alta Ribagorza con la reivindicación de una imprescindible actualización a las necesidades del siglo XXI de los tramos de la carretera N-260 que discurren por la zona y que están exactamente igual que cuando fueron abiertos al tráfico, a comienzos del pasado siglo XX. Ya entonces la carretera presentaba graves carencias que no han hecho sino empeorar con el aumento exponencial tanto del volumen y cantidad de vehículos pesados que la utilizan como de la multiplicación del resto de la circulación rodada por una vía muy estrecha, encajada entre la roca y el precipicio, con infinidad de puntos ciegos y extremadamente peligrosa. Por eso, y desde prácticamente su inauguración, la reivindicación de su mejora y acondicionamiento ha sido una constante entre los habitantes de la zona que han visto como sus demandas caían en saco roto una vez tras otra pese a las reiteradas promesas de los diferentes gobiernos.

Por este motivo, la aprobación el pasado mes de noviembre en el Boletín Oficial de la Provincia de Huesca de la información pública del proyecto de su acondicionamiento en su tramo entre Campo y el congosto del Ventamillo fue recibida como una liberación porque parecía indicar el comienzo del fin de una situación tan injusta como incomprensible. Pero, escarmentados por todas las promesas anteriores incumplidas –y por la escasa dotación que preveía el proyecto para los ejercicios de 2016 y 2017-, existía un cierto resquemor fatalista en el ambiente que, casi medio año después, los hechos parecen confirmar.

Lo confirma el gerente de la Asociación Turística Empresarial del Valle de Benasque, José Luis Hernández, quien reconoce que ahora mismo, la situación está «exactamente igual» que en noviembre. «Como tenemos un gobierno en funciones y como la partida para el 2016 en el presupuesto fue tan exigua, de escasamente 300.000 euros, estamos a expensas de que haya elecciones y de que el nuevo gobierno, sea el que sea, entienda la urgencia y la imperiosa necesidad de abordar la obra de inmediato», comenta el gerente de la Atevb recalcando que lo que la carretera necesita «de verdad» es una inversión «millonaria» y con un programa de actuaciones plurianual para acabarla cuanto antes. «Mientras tanto no tenemos nada que hacer y la carretera sigue siendo un lastre para la vida de las gentes del territorio y para sus expectativas de futuro», subraya Hernández, poniendo voz a un sentimiento generalizado.

Y es que la carretera ha sufrido sólo levísimos retoques cosméticos desde que se abrió en 1908. La propia Atevb publicaba hace un año un completo dosier con imágenes de aquella época que contraponía con otras tomadas en 2015 y la diferencia entre ambas era mínima más allá de algún pequeño cambio en las biondas que flanquean la vía o la mayor cantidad de vegetación que se observa ahora en los montes circundantes.

Hace unos días, el presidente de la Fundación Hospital de Benasque, Jorge Mayoral, se hacía eco de esas imágenes de antaño y recordaba la descripción de la carretera que hizo por entonces Severo Curiá Martínez, inspector de higiene y sanidad pecuaria (veterinario), y que publicó en su libro “El valle de Benasque y sus maravillas”, una obra publicada en Santa Cruz de Tenerife en 1926 que rememora sus andanzas benasquesas entre 1910 y 1915. Más allá del entusiasmo del autor sobre el valle –que califica como “uno de los más pintorescos y grandiosos de nuestra patria”-, los datos que ofrece sobre la carretera valdrían perfectamente para describir su situación actual.

Como también lo hacen las fotografías contemporáneas del texto que aporta Mayoral y que, salvo el modelo de los coches que circulaban entonces, parecen un calco en blanco y negro de las imágenes actuales. Por eso no extraña esa sensación de vivir atrapados en el tiempo que padecen muchos habitantes de la Alta Ribagorza cuando tienen que utilizar la N-260.

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