De una manera mucho más íntima que en años anteriores, pero no por ello menos sentida, la antigua sede episcopal ribagorzana de Roda de Isábena celebraba este viernes la festividad de san Valero, el ventero patrón zaragozano cuyos restos reposan en la que fuera seo catedralicia de San Vicente desde el siglo XI. Fue en ese momento, cuando tocaba a su fin la dominación musulmana sobre la zona cercana, cuando el obispo ribagorzano encontró en la localidad de Estada los que reconoció como los huesos del santo y los trasladó a su catedral, ese monumental conjunto románico que corona el caserío rotense, en cuya cripta se veneran desde entonces hasta que, tras la reconquista de Zaragoza, parte de los restos fueron trasladados a la capital aragonesa.
La situación pandémica y las dificultades, o imposibilidad directa, para realizar desplazamientos interprovinciales han impedido que los zaragozanos que en las últimas décadas comparten con las gentes de Roda esta celebración hayan podido trasladarse hasta aquí. Su ausencia ha sido sentida por los intensos lazos de amistad y confraternización labrados con su habitual presencia y a ellos han dedicado un emocionado recuerdo los asistentes a la solemne misa en honor al santo, a la posterior procesión –algo más reducida que en otras ocasiones- por el claustro de la catedral con los asistentes portando la arqueta que contiene los restos de San Valero y en el reparto del roscón tradicional de la festividad con el que se daba por concluida la celebración ante la imposibilidad de poder llevar a cabo la habitual comida de hermanamiento con la que solía ponerse fin en ediciones anteriores a una jornada cargada de simbolismo.
«En Roda no hay mucha gente ahora, pero ello no ha sido obstáculo para que la festividad se haya desarrollado con la misma intensidad que siempre por el deseo de todos los presentes de honrar a nuestro santo con toda la solemnidad posible y también como símbolo de esa especial comunión entre Roda y Zaragoza en la figura de San Valero», comenta el párroco local, mosen Aurelio Ricou.
Una hornacina construida en la cripta de la antigua seo de san Vicente, la que fue la primera sede episcopal en territorio aragonés en la época de la Reconquista, acoge el cuerpo del santo que es objeto de una intensa veneración en la zona que se ha incrementado, si cabe, desde que en la década de los ochenta del pasado siglo un grupo de fieles zaragozanos provenientes de la parroquia de Santa Ana –los que no han podido venir este año- empezaron a compartir con los vecinos de Roda esta jornada festiva en un clima de ecumenismo y encuentro a la sombra de la figura del antiguo obispo cesaraugustano.
Angel Gayúbar. Roda de Isábena .
De una manera mucho más íntima que en años anteriores, pero no por ello menos sentida, la antigua sede episcopal ribagorzana de Roda de Isábena celebraba este viernes la festividad de san Valero, el ventero patrón zaragozano cuyos restos reposan en la que fuera seo catedralicia de San Vicente desde el siglo XI. Fue en ese momento, cuando tocaba a su fin la dominación musulmana sobre la zona cercana, cuando el obispo ribagorzano encontró en la localidad de Estada los que reconoció como los huesos del santo y los trasladó a su catedral, ese monumental conjunto románico que corona el caserío rotense, en cuya cripta se veneran desde entonces hasta que, tras la reconquista de Zaragoza, parte de los restos fueron trasladados a la capital aragonesa.
La situación pandémica y las dificultades, o imposibilidad directa, para realizar desplazamientos interprovinciales han impedido que los zaragozanos que en las últimas décadas comparten con las gentes de Roda esta celebración hayan podido trasladarse hasta aquí. Su ausencia ha sido sentida por los intensos lazos de amistad y confraternización labrados con su habitual presencia y a ellos han dedicado un emocionado recuerdo los asistentes a la solemne misa en honor al santo, a la posterior procesión –algo más reducida que en otras ocasiones- por el claustro de la catedral con los asistentes portando la arqueta que contiene los restos de San Valero y en el reparto del roscón tradicional de la festividad con el que se daba por concluida la celebración ante la imposibilidad de poder llevar a cabo la habitual comida de hermanamiento con la que solía ponerse fin en ediciones anteriores a una jornada cargada de simbolismo.
«En Roda no hay mucha gente ahora, pero ello no ha sido obstáculo para que la festividad se haya desarrollado con la misma intensidad que siempre por el deseo de todos los presentes de honrar a nuestro santo con toda la solemnidad posible y también como símbolo de esa especial comunión entre Roda y Zaragoza en la figura de San Valero», comenta el párroco local, mosen Aurelio Ricou.
Una hornacina construida en la cripta de la antigua seo de san Vicente, la que fue la primera sede episcopal en territorio aragonés en la época de la Reconquista, acoge el cuerpo del santo que es objeto de una intensa veneración en la zona que se ha incrementado, si cabe, desde que en la década de los ochenta del pasado siglo un grupo de fieles zaragozanos provenientes de la parroquia de Santa Ana –los que no han podido venir este año- empezaron a compartir con los vecinos de Roda esta jornada festiva en un clima de ecumenismo y encuentro a la sombra de la figura del antiguo obispo cesaraugustano.