Sentir las manos

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Conectar y sentir las manos, las antenas sensitivas de la vida, es siempre una experiencia gozosa. Algo tan sencillo como prestarles atención para sentir su presencia, su calor, su textura, su densidad, su superficie, su forma, sentir las pulsaciones en las yemas de los dedos o sentir su ternura y cariño al depositarlas dulcemente sobre cualquier parte del cuerpo.

Las manos expresan como ninguna otra parte del cuerpo la evolución de la especie humana hegemónica en estos momentos en la Tierra. Cuando nos damos un golpe o nos duele alguna parte del cuerpo, de manera espontánea nos llevamos las manos a ese lugar.

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¿Estamos todos equivocados, tanto los del Norte como los del Sur, los del Este como los del Oeste? En absoluto, las manos alivian y calman el dolor de modo casi instantáneo. No en vano Esculapio, también conocido como Asclepio, el padre de la medicina presocrática, curaba con sus manos. También lo hacía así Jesús de Nazaret y muchísimos personajes ilustres de la historia de la humanidad.

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Cada parte del cuerpo es una auténtica universidad, una escuela de la vida de la que siempre se aprende sin cesar de modo experimental y sensitivo, desde el primero hasta el último día de la existencia. Las manos suponen la escuela más selecta y primaria de la vida humana, un salto evolutivo en la adaptación que permitió a nuestros ancestros desarrollar un cerebro complejo y versátil.  Sentir las manos supone un festín sensitivo sin precedentes, pues a poco que las personas sean capaces de reparar en su presencia, el premio de la sensibilidad táctil supone una experiencia gozosa, que puede llegar a los confines del éxtasis. Tan solo con frotar ambas manos, abrir las articulaciones de los dedos o masajear una mano con otra durante unos breves instantes es suficiente para activarlas energéticamente y lograr conectar con mucha claridad con ellas.

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Si se dejan las manos con las palmas mirando al cielo con los brazos sin ningún apoyo se activan muy rápidamente y pueden sentirse con mucha intensidad. Si se pone una mano frente a la otra, de tal modo que se miren las palmas, y se acercan muy lentamente sin llegar a tocarse, puede percibirse claramente la presencia de una palma frente a la otra. Este  calor  y  sensibilidad puede mantenerse todo el tiempo que se desee con tan solo seguir prestándoles atención. Si una persona conecta con sus manos y es capaz de sentirlas con claridad, cuando se posan sobre cualquier parte del cuerpo se experimenta de inmediato en la zona en donde está tocando un alivio inmediato si se sentía dolor, tranquilidad y relax si se sentía tensión y mucha confianza en la propia vida.

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www.ejercicioybienestar.org

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