Begoña Puértolas es la directora de Pirineos Sur y lleva trabajando en el festival desde su primera edición, en 1992. Asegura que “es el trabajo de su vida” y no es para menos. Ya son 28 ediciones y en todo ese tiempo ha visto crecer al público y a la gente de los pueblos del Valle de Tena. También ha sucedido al revés: durante casi tres décadas es una cara indivisible al mes de julio en Sallent de Gállego y Lanuza, centros neurálgicos de Pirineos Sur. Su sonrisa y pelo rizado y pelirrojo son de sobras conocidos en este pueblo pirenaico. Controla como nadie los entresijos del festival: ha visto u oído prácticamente todos los artistas y grupos que han actuado en estos escenarios; y ha visto y vivido como un pequeño proyecto se convertía en un evento cultural de referencia en España y Europa. Nadie mejor que ella para hacer un repaso exhaustivo del pasado, presente y futuro de Pirineos Sur, el Festival Internacional de las Culturas.

¿Cómo surgió la idea de organizar un festival de música de raíz en un lugar como el pantano de Lanuza?

El origen se remonta a 1990, cuando la Diputación Provincial Huesca organizó un festival multidisciplinar con multitud de grandes figuras de la cultura, danza, teatro y música. Pero era un evento con muchas sedes, en diferentes poblaciones de Aragón, y con fechas dispersas. Funcionó bien y acudió mucha gente, pero de alguna manera al proyecto no se le vio una continuidad de una manera clara. Ya en el 92 se retomó parte de la idea con un proyecto nuevo. Yo empecé a trabajar entonces, pero ya estaba en marcha cuando me uní a Luis Calvo, una de las principales cabezas pensantes. Un año antes de todo esto, el director de entonces de la estación de esquí de Formigal, José Luis González, buscaba un proyecto complementario al invierno. El verano era temporada baja y había que reforzarlo. Entonces hubo una demanda de los hosteleros y empresas del Valle de Tena y querían un evento de referencia a nivel nacional, un evento ambicioso. Lanuza y Sallent eran lugares perfectos, por su gran capacidad hotelera y sus infraestructuras, para fomentar el desarrollo económico y cultural. Los dos primeros años creamos un festival en el que había un equilibrio entre varias disciplinas artísticas, la música era una más de ellas y, además, no estábamos especializados en ningún género. Actuaron, por ejemplo, Luz Casal, Els Comediants o Ketama. Al poco tiempo, nos dimos cuenta que este espacio incitaba a la música, al movimiento. Funcionaba mejor. Nos especializamos porque en nuestro territorio no existían conciertos de músicas del mundo. Fuimos pioneros. Quisimos diferenciarnos para atraer público de entornos urbanos, ya que nadie lo hacía en aquel momento.

¿Por qué apostasteis por instalar un escenario flotante? ¿Cuál fue el mayor reto al que os enfrentasteis?

El escenario flotante es un reclamo turístico muy importante. Sus 600 m2 en el embalse de Lanuza son muy impactantes. Antes de comenzar con el festival, se tenía conocimiento de un escenario muy peculiar en Suiza, en el que se programaba ópera. Se fue allí para verlo y coger ideas, no era flotante pero estaba en el agua. Todos estos novedosos planteamientos iban surgiendo de la sección de cultura de la DPH, cuando estaba Eva Almunia al frente del departamento, todo esto fue el germen de Pirineos Sur y su esencia

El encargado de la construcción fue Julio Luzán, conocido por construir grandes parques temáticos y también la calabaza del “Un, dos, tres”. Era un gancho muy importante para nosotros y, por supuesto, no fue fácil realizarlo. Las mayores complicaciones llegaron a la hora conseguir los permisos de la Confederación y su propia fabricación. También fue fundamental la implicación la Asociación de Antiguos Vecinos de Lanuza, que vieron una gran oportunidad para recuperar el pueblo.

¿Cómo fue la reacción del público en esas primeras ediciones?

La belleza es evidente y los artistas que vinieron por primera vez descubrieron un paraje precioso. Los primeros años, tuvimos la suerte de contar con algún periodista nacional especializado en este tipo de eventos, por ejemplo Wagner Pa o Mingus Formentor. Era muy importante que estos perfiles, cuando regresaran a sus ciudades, contaran su experiencia a sus compañeros: un festival con una buena programación musical en un entorno casi idílico. En aquella época no había Internet y la prensa escrita y el boca a boca eran clave. Por supuesto, también tuvimos desde el principio el apoyo de grades periodistas aragoneses, como Gonzalo de la Figuera, Javier Losilla o Luis Lles. Luego, con el paso del tiempo, el prestigio fue creciendo. También fue muy relevante el papel que jugó el público francés. Pau entonces era una de las ciudades de la que más público venía.

¿Cómo os animasteis a dar ese gran salto, a un cartel más ambicioso, con grandes figuras?

Sucedió en el 94, fue entonces cuando decidimos que íbamos a apostar por las músicas de raíz. Acudimos al Womex, una feria de música que se realizaba en Berlín y en la que participaba el European Forum Worldwide Music Festivals. Entrar a formar parte de esa asociación fue el auténtico punto de inflexión. Nos abrió las puertas a Europa y comenzamos a recibir multitud de propuestas de artistas y programadores y discos por correo postal. Los que trabajamos en el  festival hemos ido aprendiendo todo este mundo en estos 28 años. Estamos muy curtidos.

¿Cómo estaba el mercado español en aquellos tiempos para poder traer a los grandes artistas del momento?

En los primeros años disponíamos de un presupuesto importante. Para esto fue fundamental el apoyo de Ibercaja, el programa transfronterizo Interreg y el Gobierno de Aragón. De esa manera pudimos traer desde el comienzo a las figuras más importantes de la world music. Además, en Aragón empezaron a surgir empresas que trabajaban en ese sector y apostamos por ellos.

Al ser un festival pionero en este tipo de eventos, ¿cuáles son los obstáculos más difíciles a los que os enfrentasteis?

No existía Internet y había que hacerlo todo a golpe de teléfono. Entonces era difícil llamar la atención de los medios de comunicación nacionales desde un pequeño pueblo de Huesca. Fue muy complicado convencer a los medios especializados de las grandes ciudades que vinieran hasta Lanuza. Radio 3 y ciertos periodistas, como ya he comentado antes, resultaron cruciales. La clave para vender Pirineos Sur, entonces y ahora, es que es un festival en el que se puede disfrutar de buena música y también de la experiencia de estar en el medio rural rodeados de naturaleza

¿Cuándo crees que llegaron los años de consagración del festival?

Hubo un momento en el que comenzamos a programar secciones temáticas. En el 98 nos centramos en Cuba y trajimos a Compay Segundo y toda la escena aquella puntera. Fue un tremendo éxito. Además, coincidió con la eclosión de los sonidos del mundo. En ese momento, el festival se asentó.

¿Cuáles son los conciertos que más te han marcado?

Ray Lema y Las Voces Búlgaras fueron una maravilla; también tengo un gran recuerdo de los dos conciertos de Enrique Morente, primero con la Orquesta Andalusí de Tetuán y luego con Omega; todos los de Alpha Blondy por el gran ambiente que se crea; y a Manu Dibando presentando el gran “Wakafrika”. Pero estoy seguro que se me escapan muchos. Del escenario de Sallent de Gállego me quedo con Dimi Mint Abba, una mujer con un poderío tremendo.

¿De qué te sientes más orgullosa de este festival?

Aunque es el trabajo de mi vida, lo primero que hay que decir es que ha participado en estos años mucha gente. Se ha hecho desde una institución pública, con muchos técnicos. No es el trabajo de una sola persona. Es la Diputación de Huesca la que sentirse orgullosa  de que un proyecto que empezó tan pequeño ha llegado tan lejos, convirtiéndose en un festival de referencia en España y Europa. Y al que todo el mundo quiere venir. En Sallent se ha creado un ambiente que todo el mundo que lo prueba quiere repetir. También quiero destacar el trabajo de cooperación que hicimos entre artistas aragoneses y Senegal, primero; y luego con Casablanca (Marruecos). Ver cómo trabajaba esa gente de distintas culturas tan diferentes era maravilloso.

  ¿Algún artista que os hayáis quedado con las ganas de traer festival?

Sin duda, Caetano Veloso. Casi lo conseguimos el año pasado. Nos encanta, es referencia. Haber visto a Paul Simon en ese escenario también hubiera sido un lujo. Hay muchos más, pero estos lo más destacados.

¿Qué buscáis en los grupos que actúan en el escenario de Sallent de Gállego?

Siempre calidad, pero buscamos que exista mucha variedad durante los días en los que se celebran conciertos. Nos gusta que se puedan descubrir propuestas de muchos países del mundo. También intentamos que siempre haya una destacable representación de voces femeninas. Pero lo más importante es crear una imagen, para que la gente descubra nuevas grupos y confíe en nosotros aunque no los conozca. Este año, por ejemplo, en la noche Casa África hay un gran nivel (Fra! y Kyekyeku & Ghanalogue Highlife).

¿Cómo ves el estado actual de las músicas de raíz?

Como concepto ya está un poco superado, se han difuminado las fronteras. Eran músicas que no se escuchaban, ahora la globalización ha permitido que todo el mundo pueda compartir sus culturas. Luego está la migración, que ha provocado que a los países de occidente nos lleguen sus costumbres y sus músicas. Todos nos influenciamos de todo. La música ya es global. Pirineos Sur no quiere lo exótico, quiere traer lo que la gente joven está haciendo por todo el mundo, venga de donde venga. Por ejemplo, Rumbo Tumba, que trae música andina pasada por la música electrónica. Y es un artista que encajaría en festivales de electrónica, por ejemplo. Pero no hay que olvidar que Pirineos Sur aporta la experiencia de disfrutar de la música en un entorno natural espectacular sin multitudes. Aquí puedes elegir unos conciertos, una exposición y una comida en los mercados del mundo y te vuelves a casa. Eso no lo tienen otros festivales. Estamos en el mundo rural, y queremos que la gente de la ciudad disfrute de ello.

Ya hace años que Pirineos Sur es mucho más que un festival de música, ¿cuándo y por qué os planteasteis esta apertura?

En los 90 el público de festival era joven. Nuestros padres, por desgracia, han tenido que trabajar para vivir y tenían menos ocio. La siguiente generación ya éramos consumidores de cultura y eso lo hemos inculcado en nuestros hijos. Antes no era común ver a niños en eventos así, ahora es totalmente normal. A partir del 2000 los festivales decidieron apostar por el público familiar y nosotros también. Así los niños pueden estar por la noche con sus padres y descubrir música distinta a la de la tele o radio. Para atraer a este público se creó el concepto de una programación de día, que incluye circos, pasacalles, talleres musicales, de danza… Todo lo que se dirige a las familias funciona muy bien. Y están todo el día.

¿Cómo crees que han evolucionado los pueblos del Valle de Tena gracias al festival?

Aunque surgió, como hemos dicho antes, demandado por un sector de la hostelería, el concepto fue complicado de explicar. Pero con el paso del tiempo ha tenido muy buena aceptación. Es un complemento fantástico para el invierno. Y nosotros como organización nos sentimos muy bien tratados. Nos queremos abrir a todo el Valle de Tena, aunque Sallent y Lanuza sigan teniendo el protagonismo. Este año vamos a apostar por la naturaleza. Hemos preparado cuatro conciertos en la montaña para los fines de semana, en los que para llegar habrá que hacer un paseo de entre 30 y 50 minutos. Y en Larrés, estará la exposición de Vuelta al Cuaderno. Yo creo que en general han mejorado las infraestructuras y, sobre todo, ha abierto la mente de la gente. Han podido descubrir otras culturas, lugares a través de la música, de la gente. También creo que ha aportado mucho los intercambios culturales de músicos con los proyectos de cooperación. De esta manera, esos artistas han podido vivir varios días con la gente del pueblo.

Del cartel de este año, ¿qué es lo que más ganas tienes de ver y escuchar?

En Lanuza, la noche de clausura, tengo muchas ganas de ver a  Martirio con Chano Domínguez homenajeando a Bola de Nieve. Va a ser muy bonito. Es la primera vez que Martirio se sube a ese escenario. Y también a Silvia Pérez Cruz con Toquinho, que nunca había actuado aquí. En Sallent, Arat Kilo, con Mamani Keita y Mike Ladd. La fusión de todas sus músicas es algo que va a ser fantástico. Va a ser retransmitido en Radio 3, otro de esos colaboradores en el tiempo que han creído en este festival alejado de los grandes circuitos.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.