Por José Antonio Almunia
Dicen que cuando te atas a una escritora eres capaz de vivir sus mundos, recrear los personajes de sus historias. En su primera novela, desenfadada, “Hijas de Lilith” fui capaz de sumergirme en el desengaño de una generación de cuarentañeras a la que pertenece. En esta ocasión, el registro es mucho más amplio. La madurez en su escritura, el detalle y el hilo argumental con el que nos adentra en los submundos reales de la novela negra, nos seducen de nuevo. 

Dices en uno de los lomos del libro: “Escribir es sumergirse en un océano silencioso donde los únicos seres existentes son mis sueños y mis demonios.” ¿Con esta novela has resuelto alguno de ellos?

No, para nada, conforme más vas echando demonios, estos crecen y te van pidiendo cada vez más, que escribas esto o lo otro. Me costó escribirla dos años, pero llevaba pensándola mucho más tiempo.

¿Y al final uno de los demonios o de los ángeles dijo “Hay que publicarla, no la corrijas más”?

Decía García Márquez que publicaba sus novelas para no seguir corrigiéndolas, y es cierto, te pasarías toda la vida añadiendo matices y giros. Es un bucle infernal. 

¿Cómo surge la novela?

Me he planteado muchas veces, si un policía tiene un problema o un trauma, como afrontaría las pruebas que se le muestran y con las que tiene que trabajar, si la vida y las emociones le juegan una mala pasada.

¿Por qué hay que leerla?

Para imbuirse en un mundo distinto, en una ciudad más siniestra. Para plantearse cuestiones como si existe el más allá, dios o el demonio, o si somos nosotros los que llevamos el bien y el mal dentro. Y sobre todo para meterse en la piel de los protagonistas y vivir el suspense. 

¿Se puede dejar con tranquilidad el libro en la mesilla?

Sí. Pero me gustaria que vibrara un poquillo, que cada vez que vayas al cuarto diga: cógeme, que estoy aquí.

La frase de la anterior novela que me sorprendió fue: Los principes azules destiñen. ¿Tienes una para ésta?

Decía Unamuno, “Si, ya se que uno de esos caudillos de la que llaman revolución social ha dicho que la religión es el opio del pueblo. Si, démosle opio, y que duerma, y que sueñe”. Tenemos dos opciones, vivir a las bravas sabiendo que estamos aquí y un día moriremos o soñar.

Podemos decir que es una “novela divina”.

Lo cierto es que me he liberado de muchas preguntas sin respuestas sobre Dios, y le paso el testigo al lector para que también se las haga. 

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