El diagnóstico de cáncer supone un fuerte impacto emocional en el enfermo y en su entorno. El paciente necesita controlar la incertidumbre que supone. Por lo general, disponen de recursos para afrontar la situación, solo que en un primer momento, piensan que no van a ser capaces. Nuestro papel es ayudarles a que utilicen esos recursos y aprendan nuevos en el caso de que sea necesario.

En cuanto a los familiares y amigos, a veces estos no saben qué hacer, ni cómo ayudar. Muchos estudios indican que quienes perciben un apoyo importante por parte de su entorno encuentran menos dificultades para afrontar la enfermedad. A veces, bastará con hacerle saber que está ahí, ayudar en cuestiones prácticas (haciendo gestiones, compra, cuidando a los niños,…), escuchándole o ayudándole a tomar una decisión. Es bueno que todos eviten los dramatismos innecesarios aunque las reacciones de miedo, incertidumbre, incredulidad, rabia o tristeza forman parte del normal proceso emocional y varían a lo largo de la enfermedad y depende de cada persona.  Hay que respetar los momentos de “duelo”, no presuponer lo que el enfermo quiere y evitar frases como “tienes que ser fuerte” porque generan culpa en el enfermo.

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