Por Lola Gª Casanova

Cristina Ferrer, de Belver de Cinca, trabajadora social y máster en relaciones de género, aborda el tema de la violencia de género en la adolescencia y la juventud. La idea ayudar a abrir los ojos de padres y madres, con hijas e hijos, acerca de esta situación.

-Usted participa en charlas-talleres de violencia de género para padres y madres de adolescentes y jóvenes. ¿Acudirán solo los de la parte de las chicas?

-Cuesta mucho reconocer que tu hija sufre este tipo de violencia, aunque detectar  a la víctima resulta  más sencillo que darse cuenta que tu hijo es un agresor. Mas, cuando se trata de un entorno familiar emocionalmente estable y estructurado. Pero tan importante como descubrir a la víctima, es localizar al agresor.

-Ha hablado de entornos familiares estructurados… ¿nadie está a salvo?

-La única barrera de contención efectiva la ofrece la educación. Y eso se vive en la familia. Los padres no pueden renunciar a educar a sus hijos con valores adecuados. Si el entorno familiar no ayuda, no colabora  lo que hagamos los demás no resultará efectivo.

– Los hijos no aprenden… imitan.

-Si yo tengo un contratiempo en un restaurante y grito al camarero. Si no trato con respeto a los demás y aconsejo a mi hijo que, si le pegan en el colegio, devuelva el golpe… vamos mal. Se educa en casa. Por otra parte, me parece tarde incluir el tema de la violencia de género en secundaria. Habría que hablar de no violencia desde infantil y enseñar a verbalizar y gestionar emociones, sobre todo, en los niños.

-Tengo una hija: ¿cómo detecto la violencia?

-Si el comportamiento de tu hija se vuelve más antipático y retraído de lo habitual. Si la vida de la chica gira solo entorno a su novio, dejando de lado a su grupo de amigos. Si ella deja de compartir en redes o de darle al `like´ en temas que antes eran habituales . Si tu hija le da las contraseñas de sus redes sociales al novio o cambia su modo de vestir…

-Tengo un hijo…

-Los padres y madres deben saber que su hijo puede presentar una doble cara. Ser un hijo cariñoso en casa y, a la vez, un maltratador. Porque aunque nos duela, los padres no son las únicas influencias en la vida de nuestros hijos. Por ejemplo, estar atentos a comentarios que haga el chico de mujeres cuando se ve la televisión;  que se ufane de que su novia sólo sale con él. Y, un tema importante, hacer caso cuando personal del equipo educativo da un toque de atención. Lo dicho, un hijo modélico en casa no tiene porqué serlo fuera de ella.

-Para darnos cuenta de eso la relación entre padres e hijos debe ser…

-Asertiva y buena. No juzgar. No le puedes decir a tu hija “deja a ese novio” porque no lo dejará de la noche a la mañana.  Como educadora recomiendo dar sostén y acompañamiento. La familia debe estar ahí siempre y para todo. Si tu hija te comenta “mi novio no me deja llevar minifalda”, tu respuesta debería ser:  “y a ti, ¿qué te parece?, ¿te apetece vestirte así?”.

-La educación en casa comienza desde el mismo nacimiento del bebé.

-Por eso, los progenitores deben tener claro desde el principio qué temas van a ser `no ´ y cuales `sí´.  Los dos deben ir a una, ofreciendo unas pautas claras en la educación. Con el uso de pantallas, los alimentos, los horarios…  un único criterio. Que discrepen constantemente nos aboca al desastre.

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