Juan Carlos Marco, ganador del certamen literario Condau de Ribagorza

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Profesor, cantante lírico, escritor…, un personaje poliédrico como pocos, el foncense Juan Carlos Marco ganó la última edición del premio Condau de Ribagorza que en esta ocasión se falló en Graus. Después de varios años sin participar en el certamen, Marco volvió a concurrir con una impactante narración, “Palmira”, que cautivó a los miembros del jurado.

El autor se mostraba en los últimos tiempos bastante renuente a escribir, implicado como está en otros proyectos vitales y artísticos pero encontró aliento y tiempo para salir de su marasmo creativo a nivel literario con un trabajo que demuestra la plena validez del bajorribagorzano como idioma literario.

-PREGUNTA. ¿Supone esta vuelta a la escritura un regreso en toda regla?.

-RESPUESTA. Ponerte a escribir es, a veces, un poco difícil porque siempre hay mil actividades pendientes y no sabes a cuál atender primero. Este año, de hecho, no pensaba escribir ni para el certamen Condau de Ribagorza ni para ninguna otra convocatoria y así se lo comenté a varias personas que me lo preguntaron. Pero al final me convencieron entre unos y otros y, por supuesto, estoy encantado de haber hecho caso a sus sugerencias. Y no sé si el marasmo que comentabas se va a pasar, pero intentaré seguir escribiendo.

-P. A mí me asombra tanto el número de autores, siete, como la calidad de los trabajos presentados. Habida cuenta del número de hablantes habituales, estos siete autores y todos los que se han presentado en ediciones anteriores demuestran que existe un núcleo muy interesante de creadores en bajorribagorzano.

-R. Yo conozco mi relato porque no he podido leer todavía el resto de los trabajos presentados. Pero sí que es cierto que en la entrega de premios el jurado señaló que eran todos buenísimos, algo de lo que me alegro un montón. A mí me gustaría que el año que viene, y al siguiente y en las posteriores convocatorias en lugar de siete hubiera setenta textos y autores a concurso y todos los años animo a la gente a que escriba. Soy consciente de que es un poco difícil decir eso de “me voy a poner a escribir en ribagorzano”, en primer lugar por la vergüenza y por el qué dirán, pero esa es una losa que tenemos encima los aragoneses en general y, posiblemente, los ribagorzanos en particular. Pienso que hay que valorar nuestra cultura propia; igual que se restaura una ermita porque amenaza ruina, cómo no vamos a mantener nuestra lengua?. Y para que ello ocurra tiene que haber una base escrita, literaria, en la que beban los futuros hablantes. Por eso me parece fantástico que haya personas que escriban en bajorribagorzano.

  1. Entre ellas, algunas como Javier Cabestre –que lleva un par de años recibiendo accésits por sus relatos-, muy jóvenes.
  2. El día de la entrega de premios le felicité expresamente. Gente así es la que a mí me anima a seguir escribiendo. Su ilusión, su esfuerzo, las ganas de preservar nuestro idioma son un acicate. Luego, lo de los premios es aleatorio, anecdótico, pero la ilusión que tienen los jóvenes como Javier es muy gratificante. Y su ejemplo también puede y debe ser un espejo en el que se mire otra gente de su edad.

-P. Vamos a hablar un poco de tu relato. ¿Qué es “Pamira”?.

-R. Te voy a explicar un poco como surge la narración. Una vez convencido de que iba a presentarme al concurso del Condau, busqué la fuente de inspiración, que en mi caso siempre es Mónica, mi mujer. Le pedí que me diera un tema para desarrollarlo yo; se quedó pensando y me planteó varias ideas y reflexiones sobre la vida de una mujer. Basándome en ellas escribí un relato, se lo presenté, lo leyó, me dio su opinión y de ahí surgió el relato de una historia basada, en parte, en situaciones que he conocido intentando hacer una narración con un trasfondo en cierta medida pedagógico.

-P. ¿Qué cuenta el relato?.

-R. No voy a desvelar el final; sólo diré que es emocionante. La historia es la siguiente: una mujer normal, ya de cierta edad, llega a casa, abre la puerta, observa la situación de su hogar y en ese momento se le enciende una triste bombilla que le dice “mi marido me ha abandonado”. Es una intuición por lo que no ve; su marido, jubilado, suele estar sentado todo el día frente al televisor pero la televisión está apagada, no hay rastro de nadir en casa y entonces concluye que su esposo se ha marchado para no volver. A partir de ahí, la protagonista va rememorando un poco cómo ha sido su vida con esa persona, recuerda cómo se conocieron y da un repaso a los aciertos y errores de su vida compartida. Va descubriendo que ha estado toda su vida con una persona que no le ha hecho ni caso y se da cuenta de que ha perdido el tiempo. Tiene una hija que ha intentado en varios momentos abrirle los ojos pero ha sido incapaz de ver hasta ese momento del abandono. Es una reflexión sobre una vida sin otro horizonte que el servicio y la entrega a alguien que no la valora. El marido aparece en la narración como alguien a quien jamás se le ha pasado por la cabeza pensar que podría tener algún detalle o dar alguna alegría a su mujer, que pasa absolutamente de ella. Una situación, desgraciadamente, que se da con una cierta frecuencia.

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