COLABORACIÓN || Olga Asensio
En esto de la lectura hay opiniones para muchos gustos, aunque algunos provoquen disgustos. Uno no puede andar por esta vida tan digitalizada diciendo que no lee. ¿Por qué? Porque no es verdad. Día a día, plano laboral o estudiantil, ámbito privado o público…miramos letras, vemos frases, leemos textos.
Leemos pero no comprendemos: no hacemos el esfuerzo de interiorizar, extrapolar información, deducir consecuencias o inferir nuevos pensamientos. Leemos pero no pensamos: la lectura se queda vacía. Pongamos un ejemplo práctico: leemos un cartel y pone No pasar, y «pasamos» obtendremos una consecuencia, que puede ir desde una regañina (frase típica de madre que acaba de fregar un suelo) a una multa (que tendremos que leer).
No está de moda leer, ni decir que se lee, pero cada vez se nos avisa del peligro de no leer (los lectores somos una secta, pues). Leer tiene sus riesgos, y uno de los más perjudiciales es leer lo que no debería estar escrito (es decir, las falsedades, -que no falacias-, las tonterías supinas en aras de la libertad de expresión). Leer es peligroso porque la lectura como herramienta profesional, motor vital y beneficio personal.
«Quisiera que todos leyeran, no para volverse literatos o poetas, sino para que nadie sea esclavo» dijo Rodari. Y que mejor momento para liberarse de toda la esclavitud anual que el famoso verano. Elige libro refrescante o tórrido y ¡vive el verano sin que se asome ni una nube de aburrimiento!