Los jóvenes universitarios se interesan por trabajar en el medio rural y la DPH, les apoya

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María Laplana realiza sus prácticas en SyA Instalaciones SL en Benabarre

En los primeros días del mes de julio, 25 estudiantes y recién titulados comenzaron sus prácticas profesionales en pequeñas localidades del Alto Aragón gracias a los proyectos ‘Desafío’ y ‘Arraigo’ que la Diputación Provincial de Huesca y la Universidad de Zaragoza han puesto en marcha en territorio altaoragonés por segundo año consecutivo. El programa Desafío se destina a los estudiantes y, Arraigo, titulados. Por un lado, están las prácticas que piden hacer los estudiantes buscando algún pueblo en concreto. Por otro, los Ayuntamientos o empresas que también se dirigen a la universidad y solicitan estudiantes. Berbegal, Benabarre, Loarre, Azanuy-Alins, Chía, Tardienta o Torrente de Cinca son algunos de los pueblos que reciben a estos jóvenes.

La diputada delegada de iniciativas locales, Miriam Ponsa, ha destacado el hecho de que “muchos de ellos son originarios de los pueblos donde están desarrollando sus prácticas. Tuvieron que salir a estudiar, pero ahora ven en estas una oportunidad de volver a sus lugares de nacimiento y empezar en ellos proyectos vitales y profesionales”.

Mediante un convenio con la Universidad de Zaragoza, la institución provincial financia parte de la estancia, que se extiende en algunos casos hasta mediados del mes de septiembre, aunque los primeros en concluirla lo hicieron el pasado 30 de julio.

“El interés por estos proyectos ha crecido respecto al año pasado”, ha añadido Ponsa, “no solo por parte de los estudiantes y recién titulados, sino también por ayuntamientos, empresas y entidades públicas que han mostrado su interés en acogerlos”. Y es que, ha señalado, “no podemos olvidar que uno de los grandes problemas con que se encuentran es la falta de jóvenes cualificados. Haberlos, haylos, pero una vez salen a estudiar, es complicado que vuelvan al medio rural”.

El objetivo de ‘Arraigo’ y ‘ Desafío’ es ese precisamente, facilitar el regreso, recuperar el talento emigrado y, con él, generar nuevas oportunidades de futuro no solo para quienes realizan las prácticas, sino también para esos pequeños pueblos que ven cómo sus jóvenes salen y muy pocas veces retornan, ahondando aún más en la pérdida poblacional que sufren desde hace décadas.

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