Miles de personas arropan en Graus una nueva edición de la Fiesta de la Longaniza.

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Hace veintiséis años, lo vivido el pasado sábado en Graus podía parecer una pura entelequia. Entonces, el último fin de semana de julio de 1992, se convocaba la primera edición de la Fiesta de la Longaniza gracias al empeño de tres fabricantes locales, Aventín, Melsa y Maella, que a pesar de ser empresas competidoras unieron esfuerzos en pro de un proyecto conjunto. La celebración fue todo un éxito y Graus se llenó de júbilo y de visitantes al reclamo del popular embutido, pero ni los más optimistas podían imaginar que, veintisiete ediciones después, el festejo no sólo mantenga su notable poder de convocatoria sino que lo incremente edición tras edición siendo así uno de los más populares del verano aragonés y un certamen cuya fama traspasa fronteras regionales e, incluso, nacionales.
Algo que quedó patente de nuevo en esta ocasión, en una villa ribagorzana a la que acudieron gentes de las más variadas procedencias. «Nosotros venimos de Barcelona desde hace ya varios años y hemos hablado con gallegos y andaluces que nos han contando que han venido exclusivamente por la fiesta», comentaban los integrantes de una familia ya habitual de esta celebración mientras seguían, muy interesados, todo el proceso de elaboración del gigantesco embutido que posteriormente -y convenientemente asado- iba a ser repartido entre la concurrencia. La palidez en la piel y los usos indumentarios delataban la procedencia extranjera de sus vecinos, algo que se constataba al escuchar cómo se comunicaban entre ellos en holandés. Había también gentes hablando en francés, en inglés, alguno que lo hacía en italiano, y todos ellos participaban de una auténtica Babel en la que más de seis mil personas compartieron y disfrutaron de este singular festejo grausino.
Presidiendo la ceremonia en honor a la longaniza de Graus, la tastadora de la Fiesta de este año –la periodista y novelista barbastrense Inés Plana- reconocía sentirse «abrumada» por esta simbólica representación de los festejos. «Estoy emocionadísima, con mucha mezcla de sentimientos y siendo protagonista de algo que no olvidaré en la vida», comentaba recordando con cariño a su padre, Santiago, un grausino que toda su vida fue embajador de su localidad natal allá donde estuvo.
En una jornada muy calurosa, las calles de Graus se fueron animando poco a poco y cuando empezó a caer el sol y estaba ya avanzado el laborioso trabajo de embutido manual de la longaniza más grande del mundo –con sus casi seiscientos metros de largo y más de mil kilos de peso, su elaboración artesanal se prolongó durante casi tres horas- se empezó a sentir con toda su intensidad el inmenso pulso festivo que brindaban las más de seis mil personas que acudieron este año al reclamo de estos festejos.
Velando para que todo discurra sin incidentes, el maestro parrillero, Ángel Sin, era el encargado de dar el visto bueno al montaje antes de llevar la parrilla con la longaniza a la hoguera en cuyas brasas se iba a asar. «Todos los años innovamos algunos aspectos buscando la máxima seguridad en el proceso», explicaba señalando que este año se ha diseñado una estructura móvil que favorece el trabajo con las rejillas en las que se coloca la longaniza. A su lado, el presidente de la Asociación de Fabricantes de Longaniza de Graus, Mariano Ciutad, afirmaba que la respuesta del público es un «acicate», y definía como «un milagro» este apoyo popular que, recalcó, «nos da nuevos bríos para seguir apostando por esta fiesta».
Los festejos tuvieron el acompañamiento de la celebración en las tardes noches del viernes y del sábado del “Longaniza fest”, un festival centrado en las posibilidades gastronómicas de este sabroso embutido, y de las actividades pensadas para los más pequeños, con el parque “Tocinópolis” como estandarte. También contaron este año con el apoyo expreso de la ONCE, que eligió la imagen de la Fiesta de la Longaniza como emblema de los cinco millones y medio de cupones de su popular sorteo sabatino. Y, como desde hace ya diecinueve años, el mercado artesanal que se desarrolló a lo largo de toda la jornada fue un complemento perfecto para la programación festiva.
Pero, sin duda, los numerosos asistentes habían acudido al reclamo de la degustación del popular embutido que, elaborado y asado sin mayores complicaciones en la inmensa parrilla de veinticinco metros cuadrados con la solvencia que dan esos veintisiete años de experiencia y tras el visto bueno de la tastadora oficial, fue degustado en un abrir y cerrar de ojos por una concurrencia que alabó unánimemente el trabajo de embutidores y asadores y dio buena cuenta de las generosas raciones de longaniza repartidas en este singular festejo lúdico gastronómico.

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