Por Lola Gª Casanova
El fallecimiento de su abuela desencadenó que comenzase a escribir como catarsis y forma de afrontar el duelo. Dos años después también se fue una gran amiga. Con este dolor a cuestas ha nacido un libro optimista que redescubre el valor del tiempo y de cómo ser feliz. Ella afirma que no descubre nada nuevo y todos sabemos esto, pero hay que pasar a la acción.
¿Qué nos ocurre con el tiempo que nos causa tanta desazón?
Que pasa muy deprisa y tenemos demasiadas expectativas. Mi idea es que vivas 90 años ó 40 siempre nos parece poco porque separarse de las personas a las que quieres duele. A mí las muertes de dos seres muy queridos me ha enseñado a asumir que el tiempo es breve.
Y, ¿qué tenemos que hacer para aprovecharlo?
El tiempo se redime queriendo a las personas que te encuentras en tu vida y contribuyendo con tus cualidades para hacer una sociedad mejor.
¡Vaya!, yo pensaba que iba a encontrar la fórmula mágica para que mi día tuviera 30 horas y no 24.
En absoluto. Hemos caído en el activismo febril. Creemos que por hacer muchas cosas aprovechamos más el tiempo y es un equívoco. Quizá haya que dejar de hacer tanto y centrarnos en lo importante, priorizar. Aunque eso debemos hacerlo desde la serenidad y para ello se necesita silencio, reflexión, tener los valores muy claros y eso, me temo, no abunda en nuestra sociedad.
Su ‘carpe diem’ se aleja de la idea de “a pasarlo bien que son dos días”.
Me alejo de la idea egoísta que busca el placer por el placer o que sólo se preocupa de sí mismo. Aprovechar el tiempo no es eso. Me gusta mucho la frase de Viktor Frank que dice que las personas necesitamos más cariño del que merecemos. Quiero decir que todos nos equivocamos y tenemos que dar una segunda oportunidad porque todos, tarde o temprano, vamos a meter la pata. No ser feliz es perder el tiempo y uno lo pierde si guarda resentimiento. El resentimiento sólo hace daño al resentido.
¿Eso le enseñaron su abuela y su amiga?
Esas dos personas siempre sonreían, sabían escuchar y, además, mantenían una gran capacidad de sorpresa. Nunca estaban a vuelta de nada. Con esos duelos he aprendido a valorar más cada instante, cada persona porque cada momento es único. Los adultos vivimos instalados en el pasado o en el futuro y no somos conscientes de que tu biografía, tu futuro se asienta en tus decisiones del presente. Hay que dar importancia al proceso porque tu mañana es el resultado de tu esfuerzo diario.
Usted habla de proceso y esfuerzo, ¿dónde quedan ganar o perder?
A veces se gana y siempre se aprende, pero nunca se pierde. Esta idea en nuestra cultura no está muy extendida, aquí se castiga en exceso perder cuando lo verdaderamente importante es el camino y lo que hemos aprendido en su transcurrir.
Muchos lectores pensarán, eso también lo creo yo.
Yo no añado nada nuevo. Todos sabemos esto en teoría, sin embargo no hay que ser conscientes en la cabeza sino en la vida. Mi libro lo podría haber escrito cualquiera… aunque yo dispongo de una ventaja: tiempo en verano y silencio en Arcusa.
Cuando se puso a escribir, ¿pensaba ya en un libro?
En absoluto. Yo escribí porque lo necesitaba. Cuando creí que ya había acabado tuve que hacer frente a una segunda muerte y me negué a acabar de esta forma, con otro hecho tristísimo. Y con ese otro duelo añadí más cosas y ya lo cerré.
Es un libro muy íntimo. ¿No siente vértigo por esta desnudez?
Me costó bastante tomar la decisión de darle forma de libro y, por supuesto, de publicarlo, pero una vez que lo hice y lo presenté en mi centro de trabajo, el colegio Monzón III, me sentí aliviada y satisfecha muy segura de que había hecho lo que tenía que hacer. “Ya está” me dije. Ahora estoy saboreando un regalo añadido, los comentarios que han suscitado.
¿Le dan las gracias?
Sí. Yo trato un tema universal y hablo de lo que he vivido. Me resulta muy curioso ver la lectura que cada uno realiza. Se trata de un libro optimista y alegre. Como dice el papa Francisco: “he hecho un pacto con la alegría y no quiero serle infiel con la tristeza”. Y no nos podemos olvidar del humor: El humor es muy importante para relativizar por eso me gusta decir: “no te tomes tan en serio, nadie lo hace”.
Autoayuda, ¿lo definiría así?
A veces lo he hecho, pero no me convence. Me gusta más ‘libro de reflexiones’.