COLABORACIÓN || Laura Bosque
Ahora que se acerca el 25N y nos adentramos en una época que ciertos sociólogos se atreven a llamar ya la resaca de la cuarta ola feminista, desde no pocas tribunas surge la duda de si sigue siendo necesaria esta efeméride. En pleno siglo XXI, cuando se supone que todas las mujeres del mundo moderno hemos ya alcanzado la igualdad plena de derechos, seguir recordando que nos matan suena, para algunos, a reivindicación caduca. Sin embargo, la prensa se encarga de recordarnos a diario que la violencia hacia las mujeres no es, en absoluto, caduca, sino que se moderniza, inundando la red de nuevas formas de ejercerla: desde gurús jovencísimos que enseñan a adolescentes a controlar a sus parejas, a agresiones que nos venden como pornografía en portales que facturan más que todas las plataformas de streaming convencional juntas. La violencia hacia las mujeres se globaliza, con redes sociales de pago que ofrecen a casi niñas la posibilidad de conseguir ingresos fáciles a costa de vender su alma, su dignidad y su integridad en directo. Pero la violencia cambia precisamente para seguir siendo inmutable. En el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad una mujer a quien la misma policía le reveló, habiéndolo descubierto por casualidad, que había sido drogada por su marido y ofrecida para ser violada por desconocidos durante diez años, ha decidido ofrecer su imagen al servicio de que todas las mujeres que sufrieron y sufren, para que en el futuro no tenga que sufrir ninguna más. Ojalá sea cierto. De momento, sirve para recordarnos que la reivindicación es una herramienta fundamental en la lucha contra la violencia hacia las mujeres y un arma infalible contra el olvido.