Sencillez del buen vivir

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Toda persona, sea de cualquier condición social, cultural, ideológica o religiosa desea vivir bien, gozar del buen vivir. Para lograrlo las personas consumen gran parte de su capital vital.

Pero el buen vivir no es un premio, ni una recompensa, no es algo objetivo fuera de sí, aunque muchas ilusiones materiales así lo parezcan, todo lo externo a sí mismo son meras apariencias, sueños ilusorios que se cree otorgan felicidad, pero no, el buen vivir, un estado confortable de felicidad, está alojado en lo más profundo de cada ser humano, en su sentir, en su inteligencia sintiente.

Vivirse bien es relativamente sencillo de lograr. Se trata de una actitud vital que conviene cultivar, para ello hay que entrenarse diariamente para lograr el buen vivir de manera estable y permanente.

Si se dispone de los bienes necesarios para vivir con dignidad (alimentos, casa y trabajo), resulta imprescindible que las personas asuman la necesidad de centrarse en lo que realmente cada cual posee desde el nacimiento hasta la muerte, el propio cuerpo, la auténtica casa que se habita mientras se esté vivo, pues tiene fecha de caducidad y hay que devolverlo algún día a la madre tierra.

Resulta un auténtico sofisma creer que para vivir con felicidad se necesita poseer cada vez más y más cosas, sean bienes materiales, como dinero y posesiones diversas, como inmateriales, sea fama entre los otros o poder sobre otros, convirtiéndose en el pensamiento más tóxico para el logro de la dicha cotidiana, ya que considerar que sin la necesaria orientación hacia estos logros se pierden los estímulos para mejorar la calidad de la vida cotidiana no hace más que provocar angustia, estrés, frustración y tristeza en millones de personas.

Es necesario que cada persona sea capaz de sentirse satisfecha con aquello que posee y por ello no necesitar acaparar más bienes de cualquier tipo. En definitiva, ser capaz de vivir mejor con menos.

Tener suficiente es lo mejor que le puede ocurrir a cualquier ser humano. Se trata de un estado que predispone a gozar de la vida en plenitud sin afectar al de otras personas, excepto para ayudarlas a mejorarse sin acaparar más de lo necesario.

La sensación de tener suficiente es exclusiva, solo depende de sí mismo por mucho que una persona pueda sentirse presionada por el entorno. Basta con una respuesta corta con tono amable y cortés: ¡Gracias, tengo suficiente!

Una vez se ha consolidado esta sensación hay que pasar de inmediato a la práctica de la acción, sin ella no existe avance ni cambio.

El modo más eficaz, sencillo y natural de entrenarse cada día para lograr un estado continuado de buena vida, de buen vivir, es centrarse en sí mismo en cualquier situación y momento del día.

Conviene disponer de unos minutos para sí mismo tratando de eludir la compañía de otras personas y permanecer quieto y  tranquilo para contemplarse a sí mismo sin la mediación de la mente, tratando de dejar pasar todos y cada uno de los pensamientos que acudirán en cascada a interrumpir la escucha silenciosa y atenta de sí mismo.

Es necesario prestar atención a la respiración y a continuación a cualquier parte de la anatomía tratando de conectar con las sensaciones que emite. Se cierran los ojos para evitar distracciones y se conecta con el sí mismo, de pie, sentado, caminando, parado en la cola del autobús…, da igual, se trata de prestarse atención y sentirse. Esto es todo. A partir de aquí se trata de entrenarse todos los días para mejorar de manera constante y continuada.

www.ejercicioybienestar.org

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