COLABORACIÓN || Lourdes Vallejo
Nos acordamos de Santa Bárbara cuando llueve y la mayoría de nosotros de los cementerios cuando llega la festividad de Todos Los Santos. Si, lo reconozco, soy más de llevar a mis seres queridos en la escasa memoria que me queda y recordar en cualquier momento y a la vista de fotos, objetos o paisajes el tiempo vivido.
Solo ha faltado que los americanos nos han importado eso de Hallowen, por lo que ya no sabemos si la vida es un truco o un trato y si con los muertos hay que reírse. Por suerte nos queda todavía el arte funerario y algunas tumbas, además de las propias, que visitamos como homenaje a personas que nos han dejado su arte, la contribución a la cultura o el devenir político. Aunque de esto ultimo no hay grandes referencias contemporáneas Hace unos meses, viajando por el sur de Francia, visité la tumba en Colliure de Antonio Machado, y aproveché para leer en Wikipedia, en el mismo cementerio, curiosidades sobre su vida y su historia de amor. Leyendo la lápida me sorprendió que su madre Ana Ruiz, con la que vivía en el pequeño pueblo francés, murió tres días después que el poeta.
Ya que vamos a recordar a nuestros seres queridos en estos días, a blanquear los nichos o encargar una lápida con sus nombres, os invito a hacer un pequeño ejercicio. Pasear leyendo las lápidas por la parte más vieja del cementerio, esa en la que no hay grandes panteones sino pequeñas historias de personas anónimas. E intentar imaginar tras el epitafio, como era a quién se lo dedicaron.