Por Lola García Casanova

Alberto Lasheras es un hombre que, a pesar de vivir en un pueblo, Alcubierre, ha sabido desarrollar su pasión por el arte y la historia. Y he escrito conscientemente `a pesar de´ porque con la potente ola de emigración hacia la ciudad que vive el medio rural puede sorprender que un ingeniero viva, trabaje y despliegue sus pasiones en un lugar tan pequeño en el mapa.

Lasheras pertenece a la plataforma `Salvemos la Cartuja´, gran conocedor de este monumento, es ante todo y, en estos momentos, un contador de historias.

El día de san Isidro organizaron una visita teatralizada a La Cartuja de las Fuentes.

Lo consideramos un éxito porque vinieron 210 personas. Teniendo en cuenta la cantidad de celebraciones que se viven en Los Monegros para esa jornada si hubieran acudido diez, también nos hubiera parecido bien.

Tantos visitantes nos exigió improvisar sobre la marcha, variando en algunos puntos nuestra idea inicial. El punto negativo fue la megafonía. Queremos repetir las visitas teatralizadas, pero con grupos concertados y reducidos.

Usted es ingeniero, fabrica chimeneas y le apasiona el arte y la historia. Una combinación poco usual…

Desde siempre me gustan el arte y la historia, la numismática. Cuando estudiaba en la Universidad Laboral de Cheste nos encargaron un trabajo de Historia. Los cuatro de Alcubierre que estábamos allí decidimos hacerlo sobre nuestro pueblo. Cuál fue nuestra decepción cuando el secretario, don Pedro Sos, nos informó de que no quedaba nada porque tanto el archivo civil, como el de la parroquia ardieron en la Guerra Civil. También en esos años visité por primera vez el Museo de Prado, aún recuerdo la profunda impresión que me causó… Y, básicamente, me gusta aprender. La Cartuja me ha permitido conocer a grandes estudiosos como Elena Barlés, José Ignacio Clavo, Arturo Ansón Navarro, Belén Boloqui… todo un lujo.

Además, he investigado por mi cuenta, no sólo temas de la cartuja, sino otros y he visitado variados archivos como el Archivo Mas en Barcelona, Bureta, Casa Azara de Barbuñales o la biblioteca del palacio Arzobispal de Zaragoza.

¿Y cuándo conoce la Cartuja?

La primera vez que entré fue de la mano de mi novia y, hoy mi mujer, Aurora. Ella es de San Juan de Fñumen y comía con un grupo de amigos cerca y me dijo: `te voy a enseñar algo que te gustará´. Durante muchos años ha pesado un gran desconocimiento del lugar aunque la devoción a la virgen de las Fuentes no se haya perdido nunca entre las gentes de Los Monegros. Además, existía un grupo de sacerdotes, como Antonio Puyol y otros, que organizaban ahí cosas con la idea de darla a conocer.

Y años después se creó la Plataforma SOS Salvemos La Cartuja que aún existe.

Se presentó en Sariñena y me apunté. Aún continua, aunque considero que tendría que dar lugar a una asociación de amigos porque la Cartuja ya está salvada desde que la compró la Diputación Provincial y comenzaron las inversiones.

¿La Plataforma salvó La Cartuja?

No. La reivindicación venía de mucho tiempo atrás. Pero ocurrió que la Plataforma contó con las nuevas tecnologías para la difusión de su causa y así llegamos a mucha gente.

Los investigadores que ha nombrado antes comenzaron sus trabajos en los años 80. Hace poco, en verdad.

Al ser propiedad privada es lógico que los investigadores hayan entrado hace, relativamente poco tiempo. Queda mucho por conocer todavía. Las pinturas de fray Manuel Bayeu son espectaculares pero estoy seguro de que nos esperan más gratas sorpresas cuando se excave y se hagan las catas porque las obras de rehabilitación incluyen también mucho estudio y descubrimientos.

¿Quién fue fray Manuel Bayeu?

Un hombre fascinante. Conoció la vida cartuja en el Aula Dei, donde fue a pintar con sus dos hermanos y un joven Goya, y quedó deslumbrado. Murió con 69 años y desarrolló una capacidad de trabajo que impresiona. En Las Fuentes, con la humedad y el clima, para pintar sólo eran hábiles unos meses al año y el prior le dio permiso para hacerlo en otros lugares. Su obra está presente en Huesca, Jaca, Zaragoza.

Pero lo que a mí, más me llama la atención, es cómo se relacionó con lo más culto de su época, esa capacidad social y lo enterado que estaba de la actualidad y del pensamiento de la Ilustración ¡siendo un monje cartujo!. Sirva como ejemplo señalar que durante la época que pasó en la cartuja de Valldemosa, en Mallorca, conoció a Jovellanos con el que mantuvo una intensa correspondencia.

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