Por Ana Pascual
Nuestro entrevistado, residente en San Juan de Plan, portavoz de Ecored aragonesa, cree que “la exportación no puede ser el camino, la solución pasa por la soberanía alimentaria, el reparto de la riqueza generada en el sector agroalimentario y su distribución, así como por unos servicios públicos de calidad para todos y todas que compensen las desigualdades. No queremos que sea una cuestión de salud individual para las clases pudientes, la alimentación saludable debe de ser un derecho, no una limosna del sistema de protección. Uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos son las relaciones fraudulentas de algunos empresarios con nuestro contexto, usurpando el marco conceptual de sostenibilidad real. Podemos seguir haciendo oídos sordos a esto, pero la responsabilidad personal y política seguirá estando ahí”. 

¿Desde cuándo existe Ecored aragonesa?

La Ecored surgió en mayo de 2011 en una reunión en Peñaflor de Gállego, con la intención de aunar esfuerzos en todas las dinámicas de producción y comercialización agroecológica que teníamos en aquel momento en nuestra tierra caminando hacia la Soberanía Alimentaria. Ahora son muchísimas más. Se quiso dar mucha importancia al valor del respeto en la justicia social como criterio productivo y a la democratización en el acceso a una alimentación saludable de todos nuestros vecinos y vecinas.

Pretendemos caminar hacia esa ansiada Soberanía Alimentaria, es decir, hacia la autonomía de nuestros territorios a la hora de asumir las necesidades productivas y de consumo, respetando también las de los demás pueblos con un claro componente internacionalista evitando, por ejemplo, el acaparamiento de tierras para producir los piensos de nuestro ganado o la permanente violación de derechos humanos para conseguir productos como el café o el cacao, tan presentes en nuestras despensas.

Desde entonces trabajamos -unas 3500 familias y decenas de productores que aumentan poco a poco- por apoyar y difundir toda iniciativa basada en la producción agroecológica integral, la comercialización a través de canales cortos apoyando también el comercio local y el contacto directo entre productor y consumidor, intentando buscar soluciones a los problemas que la gran distribución y la administración nos pone.

Establecemos debates propios sobre lo que queremos hacer, más allá de los criterios certificadores o el marco conceptual de las instituciones o el Comité de Agricultura Ecológica que, a día de hoy, se nos queda corto.

Hay miles de horas de trabajo detrás de nuestros grupos de consumo todas ellas voluntarias y sin más interés que la transformación social de nuestros lugares, para lo que necesitamos ponernos al lado de nuestro comercio local.

Pensamos que resulta importante que el comercio local vaya más allá de los franquiciados que se están reproduciendo por todos nuestros lugares, que caminemos unidos con ellos y ellas hacia un comercio local reflexivo y dinámico en lo social. Sabemos de la dificultad y de ahí la necesidad de caminar juntos siempre. No es fácil debido a los grandes problemas que en este sentido provoca de manera consciente y ordenada la gran distribución en estrecha colaboración con nuestros representantes políticos, no es una dinámica sobrevenida por azar ni fruto de la casualidad, sino algo pensado para mejorar las cuentas de resultados de las grandes multinacionales y las redes clientelares.

¿Por qué se ha formado y quién la conforma?

Se forma ante la necesidad reflexionar sobre el sistema agroalimentario que tenemos y de poner en práctica una alternativa real y eficiente al modelo capitalista.

Igual que reflexionamos sobre la educación de nuestros hijos o la protección de un modelo sanitario universal, debemos de reflexionar a cerca de nuestra manera de alimentarnos y de producir esos bienes porque, sin ir más lejos, mucho de los problemas que luego revierten en una fuerte carga al sistema de salud vienen de una mala alimentación. Pero por otro lado, tampoco queremos que sea una cuestión de salud individual para las clases pudientes, nada más lejos de la realidad, sino de salud colectiva y con una fuerte visión de conjunto, evitando tener que acudir al asistencialismo de bancos de alimentos o al uso de servicios sociales para alimentarnos deficitariamente. La alimentación saludable debe de ser un derecho, no una limosna del sistema de protección.

En la actualidad Ecored Aragón está formada por unos 40 grupos de consumo en toda la comunidad autónoma. En concreto en la provincia de Huesca, a día de hoy tenemos 19 grupos de consumo que siguen creciendo y que incrementarán su presencia en las próximas semanas en algunas comarcas en las que ya hay personas organizándose con nuevas asociaciones de consumidores responsables.

Más allá de esto, pensamos que el respeto a indicadores ambientales y sociales deben ser el eje de todo nuestro trabajo y movimiento económico, ya que entendemos que consumir es un acto político de primer orden y resulta fundamental estimular la responsabilidad individual vinculada a lo comunitario.

No podemos asumir como normal y responsable únicamente una cómoda compra semanal en nuestros supermercados o en nuestros franquiciados de los pueblos como decíamos, ya que es ésta última una estrategia más de los grandes grupos para ocupar todos los nichos de negocio y sustituir el modelo de tienda de toda la vida, teniendo en cuenta también que los propietarios de los franquiciados de nuestros pueblos asumen de las propias franquicias condiciones muy duras para mantenerse en su grupo comercial, condiciones que en muchas casos rayan la usura. Es ésta una compra terriblemente negativa para nuestra economía común: concentración de riqueza, estrechamiento de la oferta de producto local y fresco, ruptura de la economía circular territorial…

Utilizar estos canales como única herramienta de suministro para nuestras despensas -que conocen demasiado bien nuestros agricultores o ganaderos al estar inmersos en dinámicas especulativas con las que les es casi imposible romper sin alternativa real paralela- es un suicidio colectivo en lo productivo y en nuestra seguridad alimentaria.

En la Ecored se detectaron para ello una serie de prioridades prácticas: abordar un debate sobre los criterios de producción y consumo que a todos y todas nos favorezcan así como establecer una organización logística de distribución que genere rentabilidad a nuestros productores y facilidades en la compra a los consumidores, con eficiencia y dinamismo.

Es el momento del cambio y entendemos que organizaciones como la nuestra son una herramienta más, igual que lo es el comercio local con tintes de responsabilidad social y con una visión comunitaria del consumo y de la vida, mucho más allá de lo estrictamente empresarial, como decíamos.

¿Cuál es el objetivo?

Construir sociedad, sin duda. El consumo es una herramienta de cambio político, que construye sociedad pero que también la destruye como podemos comprobar haciendo un análisis mínimamente objetivo y riguroso del sistema productivo capitalista convencional.

El objetivo es establecer una dinámica de producción y consumo coherente con lo que nuestro territorio puede asumir y respetando también los territorios que a día de hoy asumen parte de nuestra despensa internacionalmente. No debemos de imponer a los demás lo que no queremos para nosotros -contaminación de acuíferos, expropiación forzosa de tierras, violación de derechos humanos, patologías derivadas del uso de agrotóxicos, etc.-, tal y como hasta ahora hacemos por ejemplo con la producción internacional de piensos para nuestras granjas, colaborando en graves violaciones de derechos humanos como nos explicó el abogado Marcos Filardi en una conferencia hace unas semanas, desde la Cátedra de Soberanía Alimentaria de la Universidad de Buenos Aires.

Nuestras empresas y nuestras dinámicas productivas y de distribución son responsables de graves violaciones de derechos humanos en América Latina y en el sudeste asiático o África. Podemos seguir haciendo oídos sordos a esto indefinidamente, pero la responsabilidad personal y política seguirá estando ahí.

Intentamos también sacar a la luz cuestiones como la concentración productiva y de distribución promovidas por nuestras administraciones. Es un claro ejemplo de esto el informe publicado hace unas semanas por la organización «Por otra PAC», en la que nos dicen que empresas como Mercadona, Florette, Azucarera o Campofrío son alguno de los principales beneficiados por las ayudas europeas. Es decir, entre unas pocas empresas que reciben cantidades millonarias controlan todo el mercado agroalimentario nacional e internacional, llevando a cabo una mala praxis en seguridad alimentaria y decidiendo lo que debemos de comer y lo que no, disfrazándolo de una libertad de elección que no es más que un sueño y un escenario ficticio.

Esta manera de actuar cuenta, como decía, con el refrendo de nuestros políticos estatales o autonómicos, pero también municipales por ser los grandes mudos de una red clientelar necesaria para que todo funcione eficientemente.

¿En qué consiste vuestra red de abastecimiento?

En nuestra red de distribución que mantiene una estrecha colaboración con el supermercado cooperativo A Vecinal de Zaragoza tenemos un listado de más de 200 productores de todo tipo, desde cítricos a cosmética, pasando por quesos, pescado de bajura, carnes, pastas, aceites, conservas, productos de higiene personal o doméstica, aceites esenciales… A partir de ahí y con locales de recepción de productos y distribución en 40 puntos de nuestra geografía, intentamos facilitar la llegada de suministros a las despensas de los integrantes de nuestras organizaciones de diferentes maneras.

En unos casos, los productores llevan directamente a cada grupo su producto, como sucede por ejemplo con el pescado que nos llega directamente desde Bermeo una vez al mes; en otros, es una empresa de transporte la que nos facilita la entrega y en otros, somos los propios consumidores los que nos organizamos para ir a buscar esos productos y charlar con la persona que produce. Estamos trabajando en la mejora de estas dinámicas.

Esta red de abastecimiento está construida tras largos debates en los que los productos que se integran pasan por evitar los agrotóxicos, los organismos modificados genéticamente, el respeto a los derechos laborales, el reparto de la riqueza, a la biodiversidad y una visión territorial, superando desde la horizontalidad las políticas institucionales en este ámbito, más cercanas al Greenwashing –lavado de cara verde- que a una sostenibilidad real.

Para ello, estamos estableciendo debates también sobre la oportunidad de implementar en nuestra red un Sistema de Participación y Garantía (SPG) comunitaria, sistema que nos serviría para avalar los productos que estén bajo este criterio con un sello propio. Existe ya un proyecto incipiente de SPG ministerial, promovido por ISEC-Universidad de Córdoba, con los que estamos colaborando también a través de Mamen Cuéllar e Isa Haro.

¿Cómo definirías un consumo responsable o sostenible?

Un consumo responsable y sostenible es aquel que fiscaliza activamente que, en todo el proceso y no únicamente en el producto final, se tiene en cuenta la sostenibilidad ambiental, nutricional, laboral, social y territorial, llevando la vista también al plano internacional y a la democratización en el acceso a los bienes. Es un consumo que en definitiva, tiene en cuenta la vida que hay detrás, saliendo de la actual dinámica capitalista sólo vinculada a lo económico para acercarnos progresivamente hacia una soberanía en la producción y el consumo por parte de las personas y no únicamente de las empresas. Una soberanía alimentaria desde la que cubrir las necesidades básicas de manera democrática y accesible para todos y todas, como decimos. Un objetivo de Vida en sí mismo, no un proyecto de producción agraria capitalista con matriz extractiva, como si a la tierra le quisiéramos arrancar el producto, sin tener en cuenta todo el proceso y las consecuencias de ello.

Para conseguir este modelo de consumo, debemos de acercar el tejido productivo a nuestros lugares de manera radical, pero teniendo muy presentes estos criterios y eliminando el consumo o consumismo que sea prescindible, con un rearme ético y organizativo que incluya a todos y todas.

Queremos decir con esto que, aun dando por válido el sistema capitalista -ya es mucho- es necesario producir asumiendo condiciones laborales, ambientales y de rentabilidad económica dignas para aquellos y aquellas que lo hacen, pero también de acceso democrático a los alimentos y a todos los bienes básicos también como, por ejemplo, la energía, compensando con unos servicios públicos de calidad las desigualdades estructurales existentes.

En este contexto nos movemos en los grupos de consumo, desde la reflexión constructiva y en contextos de amplia diversidad ideológica.

Nos une a todos y todas que tenemos una visión de largo plazo que intenta generar dinámicas de responsabilidad en la cobertura de las necesidades de todos sin hipotecar el futuro de nuestros críos y crías.

Esto se distancia totalmente, por ejemplo, de la complicidad existente entre la industria del cerdo o de la fruta intensiva y la administración, con sus responsables provinciales y autonómicos, una complicidad que se da demasiado a menudo también con alcaldes y concejales, al ver los silencios cómplices que generan ante la contaminación, por ejemplo, de los acuíferos y ríos por agrotóxicos o purines, la explotación laboral, etc.

Siempre se ha dicho que consumir de forma sostenible es más caro que hacerlo de forma ‘normal? ¿Qué opinas sobre esto?

Abordar el tema del precio de manera aislada suele llevar a equívocos, se intentan evitar debates de mayor profundidad y objetividad económica, viéndonos obligados a llevar el foco de la atención a dónde debe de estar. Debemos de abordar el valor que tiene lo que el modelo productivo que planteamos para ponerle después un precio, así como para conocer el porqué de ese valor económico y no otro, o del interés en desviar ese debate a cuestiones que no tienen una lectura unidireccional, como es el precio.

Creamos la utopía de una comida barata, tratando a la naturaleza y a las personas como si nos la dieran gratis. Consumir «normal» es sólo posible gracias a unas graves disfunciones estructurales que, como consumidores y productores debemos de abordar y cuestionar. Nazaret Castro lo explica muy bien en su libro La dictadura de los supermercados, de la Editorial Akal. También Joan Martínez Alier en El ecologismo de los pobres, en el que habla del impacto en terceros países -de ahí el precio bajo aquí- desde la economía ecológica y la ecología política, todo un referente en ambas disciplinas.

Pero al margen de esto y centrando la respuesta, debo contestar devolviendo varios interrogantes: ¿son los costes de producción de los bienes que existen en la gran distribución de superficie y franquicias ajustados a los costes reales o estamos pagando con dinero público de PAC e impuestos esa diferencia de los costes de producción? ¿Se necesita del dinero público en el proceso para mantener estos precios en los supermercados y franquicias? ¿Quién se lleva beneficios mil millonarios de esta dinámica de distribución y de producción empujada con nuestro dinero? ¿Están dejando a las personas en condiciones de pobreza extrema -convenios laborales y pobreza estructural- para justificar a posteriori que «algo hay que comer» aunque sea en estas condiciones de baja seguridad alimentaria y nutricional ocupando así ese nicho de negocio? ¿Por qué el estado del bienestar que en sus propios marcos jurídicos defiende el derecho a una alimentación saludable no asume estos criterios como los únicos necesarios -no debieran ir vinculados al poder adquisitivo- para llegar a la excelencia alimentaria para todos y todas? ¿Está priorizando la estructura política y económico-financiera el enriquecimiento infinito de los empresarios sobre la salud de las personas? ¿Qué pasaría si esa gran riqueza concentrada en manos de muy pocas empresas estuviera al servicio de un sistema productivo sostenible y de la cobertura de los derechos fundamentales?

Éste es el debate sobre el acceso democrático a los alimentos y otros bienes de consumo para todos y todas, entendemos.

¿Cómo puede aplicarse a los comedores escolares?

Es fundamental aplicar este modelo a los comedores escolares y tenemos un buen ejemplo como es el comedor del colegio Asunción Pañart de L’Aínsa, colegio público que está apostando desde hace años por esta dinámica agroecológica con mayúsculas.

Los comedores escolares, sin olvidar los hospitales y las residencias de mayores, pueden ser la referencia de un futuro gastronómico rico, integral, variado y saludable. Pareciera que existe un gran interés en evitar que nuestr@s niñ@s y las familias en general, salgan del modelo alimentario impuesto para aspirar desde la alimentación, a la soberanía sobre sus vidas.

Lo primero que debiéramos de hacer es eliminar todas las barreras administrativas existentes para tener comedores agroecológicos sostenibles y esto no nos corresponde a nosotros, es el propio gobierno aragonés quien nos impone modelos de «línea fría».

Es importante asumir esta responsabilidad porque tenemos claro que la gran industria presente ya en nuestros pueblos se está ocupando de nuestros niños y niñas -tal y como se puede ver en la guía «Mi primer veneno» de la organización Justicia Alimentaria disponible gratuitamente en su página o en «Aprendiendo a enfermar: alimentación insana en la población infantil y juvenil»-, debemos de evitarlo a toda costa. En «Mi primer veneno» se explica por ejemplo, cómo las grandes corporaciones de la alimentación intentan enganchar conscientemente a nuestros bebés a los azúcares, como tienen relaciones también fraudulentas en su publicidad, como atentan contra la seguridad alimentaria sobre todo de las personas más vulneradas, etc. Esto también lo podemos ver en la página www.defiendeme.org, una denuncia expresa de las relaciones fraudulentas en el etiquetado de la industria agroalimentaria con las familias.

¿De qué manera en concreto podemos introducir dinámicas agroecológicas en nuestros comedores? 

En las últimas semanas hemos establecido reuniones con AMPA’s en las que hablamos de estos temas: el primer paso y fundamental sería la consideración legal del servicio de comedor escolar como un servicio educativo, no como un servicio complementario que es en la actualidad. Esta consideración legal de servicio complementario ha sido la causa de la paulatina degradación del servicio tendiendo a su externalización y hacia su pauperización mediante su generalización hacia el cocinado de «línea fría», algo que resulta más sencillo de gestionar y económico a la administración educativa. Hasta que sea posible la vuelta a la gestión directa de la administración en los comedores escolares se pueden implementar medidas que favorezcan el avance hacia dinámicas agroecológicas: facilitar la gestión directa del servicio por el propio centro educativo cuando manifieste dicha voluntad y/o la autogestión del comedor escolar por las familias allí donde ya existe una clara sensibilización en esta materia, imponer cláusulas sociales y medioambientales en los pliegos de licitación del servicio que incluyan dichas dinámicas, tanto en la compra de las materias primas como en la sensibilización de los distintos actores que integran dicho servicio (cocina, monitoraje, alumnos/as, docentes y familias).

Necesitamos que los comedores puedan desarrollar su propio proyecto educativo -porque es un proyecto educativo en sí mismo- sin trabas ni límites económicos que anulen la intervención, para dar a nuestros hijos e hijas de comer a diario con criterio y calidad, así como de tener unas condiciones de trabajo dignas para sus monitores y monitoras y unos productos de calidad en un territorio en el que es perfectamente posible, dejando a un lado los intereses económicos de las grandes empresas de catering que están ocupando este espacio.

¿Crees que el gobierno tiene que ‘ponerse las pilas’ en este sector? 

Nuestros gobiernos están integrados por personas y partidos con intereses propios, serían ya muy eficientes haciéndose a un lado, apartándose con humildad humanista de su propia complicidad con la dinámica productiva agroindustrial para dejarnos trabajar. De esta manera, tendríamos mucho hecho ya, sin duda.

Evidentemente sería muy útil que se pusieran de nuestro lado, del de las personas y del medio ambiente, pero no lo van a hacer, las prioridades están muy marcadas en el tablero de juego político. No se van a «poner las pilas», más allá de los lavados de cara puntuales.

No quiero decir con esto que no debamos de exigir lo que es nuestro, que es el control de las instituciones para servir a las personas y no a sus redes clientelares -desde las más globales a las más locales- empresariales y políticas. Por poner un ejemplo claro y rápido aquí en la provincia de Huesca tenemos políticos como Miguel Gracia, que igual favorece a través de la DPH la implementación de una plataforma logística en Monzón para miles de toneladas de soja transgénica regada con glifosato (sustancia que algunos estados ya relacionan directamente con el cáncer) -esta plataforma ha sido seleccionada como referencia para la transición ecológica por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico tal y como dicen en su propia página; no sabemos si para una transición a peor y para tener un reto demográfico mayor al vaciar nuestros pueblos más- que un interesante proyecto de escuela de pastores en San Juan de Plan. Vale todo para para lavar una imagen ya bastante deteriorada por la industria intensiva de producción de alimentos y para ampliar las redes clientelares allá donde no llegan aún.

Todo ello entendemos que atiende a un modelo de construcción política que no tiene como prioridad de servicio el bienestar de todos y todas, con la honestidad como valor productivo y de consumo, criterio éste prioritario en la Ecored aragonesa. Los políticos de nuestro modelo representativo, quieren producir dinero para una élite social o económica en cualquier sector, no producir alimentos para todos y todas de calidad con estos criterios de sostenibilidad integral y con un componente también internacionalista.

Ellos y ellas saben perfectamente que las dinámicas de producción agroindustrial, de concentración de riqueza, de contaminación ambiental… todo ello estimulado con tratados de libre comercio firmados en la más absoluta oscuridad en Europa y con dinámicas especulativas en lo que se refiere al sector primario en la lonja de Binéfar por ejemplo, no favorecen la vida de nuestros lugares, pero tienen prioridades personales y de grupo, que están lejos de debates al servicio de nuestros hijos e hijas, de nuestros ganaderos y agricultores.

El Sr. Lambán nos decía hace unos días: «no podemos alimentar a la ciudad de Zaragoza con tomateras en nuestras macetas», intentando ridiculizar propuestas como la nuestra. En fin, no es necesario recordarle a Javier Lambán que uno de sus grandes proyectos del sector -calificado de Iniciativa de Interés Autonómico por su gobierno- y vertebrador a día de hoy en la provincia de Huesca, lo comenzó con un presunto criminal que desarrollaba esta presunta actividad criminal de Polonia a Hungría antes ya de darle la mano en la Aljafería ¿Qué está sucediendo con esta iniciativa de producción industrial cárnica en Binéfar y en todas las comarcas limítrofes? En fin, es cuestión de investigar desde una perspectiva ambiental, laboral y social a dónde nos lleva el modelo que propone el Sr. Lambán como válido y que no podemos calificar, por la grave, de ridículo.

Simplemente exigiendo con firmeza la extinción de estas actitudes, estaríamos siendo responsables. No creo que debamos esperar mucho más.

Estas afirmaciones que, sin duda, pueden parecer muy categóricas, están basadas en años y años de trayectoria política neoliberal de PSOE o PAR y sus redes clientelares alrededor de la agroindustria aquí en la provincia de Huesca sin ir más lejos. Pero tenemos otros ejemplos, como las cesiones de suelo a multinacionales como Amazon, en el propio ayuntamiento de la capital oscense. Serían infinitos las ejemplos sobre las complicidades de nuestras administraciones: en lo internacional, la firma de varios tratados de libre comercio en los últimos años, por poner uno más.

¿Cómo puede alguien formar parte de esta red?

Estamos encantados de recibir personas nuevas siempre: productores, consumidores, nuevos grupos de consumo y, además, en los últimos dos años el crecimiento es muy importante en lo cuantitativo pero también en lo cualitativo, con una gran presencia de nuevas familias jóvenes con niños y niñas, pero también con un tejido social que atrae también a las personas mayores a través de las relaciones sociales tan cercanas que intentamos generar en nuestros pueblos y ciudades.

Cualquier persona puede formar parte de esta red con el grado de implicación que en cada momento de su vida pueda tener, el que sea.

Como consumidores pueden formar parte de alguno de los grupos de consumo que existen en el directorio de la Ecored o poniéndose en contacto con el más cercano, para estimular y acompañar en la creación de uno en su comarca o pueblo si es que no existe, ya que uno de los objetivos del año en el que estamos es finalizarlo con un grupo de consumo cercano a todas las localidades de nuestro territorio y con una coordinación logística eficiente entre ellos. Estamos impartiendo charlas en toda la provincia para acompañar los procesos de creación de nuevos grupos.

Como productores por otro lado, simplemente tienen que ponerse en contacto con nosotros asumiendo que el punto de partida productivo y el contexto es coherente con las líneas explicadas en la entrevista: la soberanía alimentaria y el respeto a un sistema productivo con la honestidad como valores fundamentales, con respeto a los derechos ambientales, laborales y de seguridad alimentaria por encima de cualquier otro interés empresarial de rentabilidad que, evidentemente en esta organización, también tenemos en cuenta.

En definitiva, estamos muy contentos de seguir ampliando la red y el número de personas que se muestren sensibles a otro modo de consumir, que tengan la intención de fiscalizar ese modelo de consumo pero también de fiscalizar nuestro modelo de producción.

Estamos en un momento en el que las relaciones fraudulentas -por el nicho de negocio que se abre alrededor de lo sostenible, artesano, km0, slow, natural, verde, del país, etc.- son uno de nuestros principales problemas. En los últimos años, detrás de este marco conceptual aparecen y aparecerán empresarios e instituciones con dinámicas que nada se parecen a las nuestras pero con un gran esfuerzo publicitario llevan a nuestros vecinos a pensar que están en la línea de sostenibilidad integral que buscamos. El ejemplo más claro y reciente en nuestro territorio es el premio a la empresa con productos sostenibles por parte de BBVA -es el BBVA una empresa responsable de dinámicas especulativas con consecuencias gravísimas y que acaba de solicitar la ampliación de la edad de jubilación para nuestros mayores, todo un ejemplo- o con el Congreso de Turismo Rural y Sostenible celebrado en L’Aínsa y Boltaña hace unos meses, en el que tenían representación únicamente empresarios y grandes instituciones financieras, con ausencia total de organizaciones agrarias y ganaderas, ecologistas o sindicales y con un discurso orientado únicamente a adueñarse del nicho de negocio y no a debatir sobre la oportunidad o no del desarrollo turístico rural tal y como lo venimos conociendo hasta ahora.

Es importante puntualizar que también tenemos ya en nuestras organizaciones alternativas financieras reales, a través de proyectos como Fiare o Coop57 y Ecoo o SOM Energía en el mercado eléctrico, desarrollando nuestros propios criterios de participación global democrática, es por ello que nos resulta raro que la administración solo utilice los habituales que ya sabemos a dónde nos llevan.

Investiguemos otros modelos energéticos, financieros, agroalimentarios, de producción textil, etc. No dejemos nuestra soberanía en manos de otros. El camino es largo y dificultoso pero bailaremos en él, intentaremos no perder la alegría ni el compás e invitar al baile a muchas más personas poniendo buena música y con alegría, eso siempre, con alegría y creatividad. Llegó la hora de tener en nuestras manos nuestra alimentación y nuestra vida de nuevo.

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