Cuando hace ahora seis años los responsables del ayuntamiento de Benabarre decidieron trasladar la celebración de la Festa de la Coqueta desde su ubicación original en pleno casco urbano al vecino y amplio recinto del Parquin de La Obaga eran conscientes de que la decisión podría suponer un salto de calidad en la convocatoria. No andaban desencaminados y desde entonces, edición tras edición, se constata que esta decisión fue fundamental para consolidar el apoyo popular a esta singular festividad etno-gastronómica montada originalmente en torno a las modestas coquetas –o tortetas como se conocen en otras zonas de Aragón- y con la que la villa ribagorzana cierra su programación veraniega.
La reivindicación de las coquetas y su importancia en la gastronomía local alentó en 2004 la puesta en marcha de esta fiesta que se ha sabido reinventar para convertirse en un impagable escaparate del activo sector de la industria de trasformación agro alimentaria y de la excelente restauración local, basada en buena medida en la sabia utilización de esos productos –quesos, chocolates, azafrán, cervezas artesanales, embutidos y carnes de primera calidad- que han hecho de Benabarre un punto de referencia para el movimiento “slow food” y de la Cocina de “kilómetro 0” en Aragón.
Alentados por este reclamo, centenares de personas llegadas de los más variados lugares acudieron la noche del viernes a Benabarre para participar en esta decimoquinta edición de una Festa que mantuvo las líneas maestras de las propuestas que han cimentado su éxito: la exaltación de las coquetas, reconociendo su papel primordial desde tiempos pretéritos en la alimentación local, y la muestra y degustación de los productos y elaboraciones de la actual oferta gastronómica benabarrense.
En el primero de los casos con diferentes actividades, entre las que destacaron la demostración de elaboración de coquetas realizada por las mondogueras que preservan la tradición y la celebración de un taller para los más pequeños, que culminaron con la auténtica obra de ingeniería que se sacaron de la manga el “maestro coquetero” José María Prior y su equipo al presentar a la concurrencia una gran coqueta de dieciséis kilos de peso en forma de corona de laurel que al abrirse desveló un corazón oculto. Un homenaje a todas las personas que han colaborado en estos quince de años de historia de la Festa y también un recuerdo a quien fue uno de sus primeros valedores, José María Salamero, recientemente fallecido. Mención aparte merece el reparto gratuito de unos 200 kilos de coquetas blancas y negras asadas in situ en unas grandes parrillas –unas 4.000 raciones- que desaparecieron como por ensalmo.
Prior señala que se trata de una fiesta que se vive «con mucha emoción» y en la que cada año se intenta sorprender a los concurrentes con nuevas propuestas y, en especial, con la Coqueta Gigante; esa que en las primeras ediciones se intentaba hacer cada año más grande y con las que ahora se apuesta por conseguir retos cada vez más difíciles en cuanto a su forma o a su composición ya que no se quiere bastardear el proceso de elaboración tradicional –hervida en caldero- lo que limita las dimensiones y peso máximo que puede tener.
Complementando este reconocimiento de las coquetas, el traslado al Parquin de La Obaga llevó aparejado un programa de potenciación del proyecto “Benabarre Sabor” dando la oportunidad a los establecimientos hoteleros de la localidad y de algunas poblaciones cercanas de acercar a los asistentes esa “pequeña cocina” de las tapas que supone en muchas ocasiones una excelente muestra de la oferta gastronómica del establecimiento. Este año, los seis participantes dejaron muy alto el estandarte como pudieron constatar unos asistentes que en un par de horas acabaron con las 4.000 tapas elaboradas. Los simpáticos comentarios del televisivo Javier Segarra animaron el desarrollo de una fiesta que, tras las degustaciones gastronómicas, se prolongó hasta bien entrada la madrugada bajo la sombra protectora del imponente castillo benabarrense.
