Por Lola García Casanova
Joaquina Ardanuy se levanta con agilidad de su silla para darme la bienvenida a su casa. Vive con sus hijas Pilar y Josefina en Sena. Y es una mujer de mirada chispeante y casi juguetona. Una mirada humilde que alegra. Ella ha cumplido 102 años, aunque bromea porque un médico le dijo que no llegaría a hacerse mujer y sigue sonriendo, su madre también se hizo centenaria. Camina todos los días y si el tiempo no lo permite, sube escaleras. Las pasadas Navidades participó en el belén viviente de Sena como hilandera. Dice que hay un secreto para cumplir años tan bien, pero secreto se queda…

¿Qué me cuenta del episodio de la momia de doña Sancha que se llevaron del monasterio de Sijena?

Los milicianos anarquistas profanaron las tumbas del monasterio de Sijena en Villanueva y, hartos de cargar con la momia de doña Sancha, la tiraron al corral de una tía mía aquí, en Sena. ¡Qué gritos dio la mujer cuando se la encontró! Y los niños corrieron a ver qué había ocurrido. Y todo el pueblo fue llegando. Primero al corral, luego a una era donde la dejaron y, al final, el médico indicó que era necesario enterrarla. Como no había autoridad, el médico decidió que había que enterrarla por dignidad y se enterró en secreto en una de esas fosas que siempre se cavaban para quienes no podían pagar.

El lugar exacto, exacto no lo sé, pero que está aquí, en el cementerio de Sena, es seguro. Era una mujer que impresionaba, muy alta, pelirroja, con toda la dentadura, estaba desnuda. Y el médico señaló que había sido madre… algunos maliciosos decían que era monja y con ¡hijos! pero era la reina y lo sabíamos.- Las palabras de Joaquina-comenta su hija Pilar Monter- han sido corroboradas por más testigos oculares, vecinos de Sena que coinciden en cómo se desarrolló el hallazgo y en la descripción que existe de la reina doña Sancha fundadora del monasterio de Sijena que fue embalsamada.

Algo más que nos quiera decir de la Guerra Civil.
No, fue una época muy triste y lo triste hay que dejarlo atrás.

¿Siempre ha sido así en su vida?
Creo que me he ido adaptando bastante bien-eso dicen mis hijas- con humor. Me casé en 1940 con José Monter, carpintero de Lagunarrota y aunque sin riquezas fuimos muy felices. Él dibujaba muy bien y siempre estaba inventando cosas; como la primera ducha que tuvimos que ideó con un depósito de coche que llenó de agua y lo subió al tejado para disponer de agua caliente y con una regadera. Siempre andaba metido en cosas nuevas.

Quiso ser primero maestra y luego enfermera durante la Guerra Civil y a su madre no le pareció bien.

En mi casa podían pagarme estudios, pero mi madre no me dejó. Ella decía de las maestras, “se ríen de ellas porque van de pueblo en pueblo”. Yo, de pequeña, veía pasar a los gitanos de aquí para allá y me daba una nostalgia…

Así salieron su hijas que han vivido en Ibiza Pilar, en EE.UU. Josefina… la suya no sería una casa normal

Mi marido y yo sólo queríamos que se labraran un porvenir porque nosotros no les podíamos dejar nada y nunca les dijimos que no. A mi madre, que sus nietas viajaran e hicieran todo eso le parecía fenomenal. Y con mi marido las íbamos a visitar. En Nueva York, recuerdo que Josefina vivía bastante cerca de Central Park, en la zona de los artistas, y una vez entré en una iglesia católica y todos hablaban español. La verdad es que todo nos parecía bien y nos gustaba.

Cuando Josefina venía a vernos y se marchaba-relata Pilar-mi abuela se pasaba esa noche pegada a la radio y por la mañana ya nos confirmaba que había llegado bien, porque no había habido ninguna noticia de desastre aéreo.

¿Le sorprendió que Pilar se dedicara a la música y Josefina a la pintura?

No. Su padre dibujaba muy bien y la música nos ha gustado mucho. Con mi marido hemos bailado casi hasta el final. Él era muy alegre y generoso.

También fue la primera telefonista de Sena.
Lo pedimos al Ayuntamiento y nos lo concedieron. Una llamada podía durar horas de intentarlo. Era un poco pesado porque nunca podías dejar la casa sola y además, a veces debías dar noticias desagradables y resultaba muy triste.

Y llegaron los coches.
Con los coches, al principio, corríamos a la carretera a verlos, porque igual sólo pasaba uno en dos o tres días. A principios de los años 50, la misma carretera servía de pista de baile cuando se organizaban verbenas y no recuerdo que tuviera que parar ningún coche, en todo caso, el taxista de Sariñena que se quedaba también en el baile.

¿Qué invento le ha llamado más la atención?

La televisión y la lavadora. En Sena hubo un cura, mosen Rafael Gudel (muerto en 1935) que trajo la primera radio de galena y también el cine en los años 20. Era culto y quería que yo cantase, tenía buena voz. Yo he cantado mucho, me desahogaba cantando en casa, en el campo. Así que aquí en Sena siempre hemos ido un poco por delante y a la vez, se han conservado las tradiciones.

Cuenta Pilar Monter que gracias a él se conserva buena parte del legado local y que por él el dance hubiera actuado en Londres.

Su madre también fue centenaria.
Yo era la hermana más canija, la más pequeña. Un médico de mucha fama nos dijo que yo no llegaría a mujer y ¡ya ve! ¿Por qué yo? Misterios. Hay momentos duros en la vida, cuando ves que tus hermanos se van muriendo…

¿Vive en paz?

Sí, hay que mantener las ilusiones, no me aburro. No siento nostalgia por ninguna época, aunque recuerdo me gustaba mucho la matacía por la fiesta y la libertad que se disfrutaba en ella. La llamaban la fiesta de los pobres. También jugar en la calle. Aunque ahora veo que los niños no juegan tanto. Me encantaba saltar a la comba, las tabas… eso sí que era ejercicio,  ¿no?

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