Michel Franco vuelve a Huesca, el lugar en donde todo comenzó. Agradecido y emocionado, en la rueda de prensa ofrecida como galardonado con el Premio Ciudad de Huesca Carlos Saura del 49º Festival Internacional de Cine, el cineasta mexicano rememoró su primer paso por el certamen, hace 18 años, cuando compitió (y ganó) con el cortometraje Entre dos.

«Muchas gracias por hacerme esta invitación después de 18 años. Supone cerrar un círculo y es muy emotivo para mí. De algún modo, todo empezó en Huesca. Yo estudié Comunicación, que no terminé, y por ambición personal hice muchos cortos. La mayoría no funcionaron, porque el cine se aprende a base de ensayo y error», empezó a contar. «Entre dos era una producción muy pequeña, filmada en dos días entre ocho o diez estudiantes. Fue el primer corto que me atreví a mandar a festivales porque, aunque era muy ambicioso, me parecía imposible hacer carrera en el mundo del cine. En México sabemos que Huesca es uno de los festivales de cortometrajes más importantes, y nunca pensé que lo fuesen a aceptar, pero para mi sorpresa lo aceptaron, me enviaron un boleto de avión y me pagaron el hotel».

Lo que iba a ser la primera parada en un viaje por España, aprovechando la visita al certamen, se quedó en una excursión solo a la capital altoaragonesa, porque el veredicto final le hizo volver corriendo a México a celebrar. «Para mi sorpresa, un día a las ocho de la mañana, tras una de esas noches en las que me lo pasé de maravilla -porque veía cortos durante el día y me iba de fiesta durante las noches- me llamaron para avisarme de que había ganado el Danzante de Oro. No podía creérmelo. Se lo dije a mi padre, que además me daban 6.000 euros, y ahí mi familia se dio cuenta de que podía ir en serio. Es el premio que me ayudó a asumir que sí podía tener una carrera en el cine».

Franco puso en valor, no solo el hecho de triunfar en aquella edición del certamen, sino poder experimentar su paso por Huesca. «El premio fue el colofón, pero si no me lo hubiese llevado, la propia experiencia de proyectar el cortometraje fuera de mi país, verlo con público, poder hablar de él, ya hubiese sido más que suficiente».

El cineasta también recordó dos películas que vio a los quince años, cuando la semilla del cine se había plantado en su cabeza, que le marcaron profundamente: Los olvidados, de Luis Buñuel, y Cría Cuervos, de Carlos Saura. «Volví a ver Cría Cuervos hace poco y tuvo en mí el mismo efecto que cuando era adolescente. Es una obra maestra, aunque no sabría decir si es la mejor de Saura porque tiene muchas obras maestras. Que él me dé el premio me provoca mucha ilusión». Saura avaló el galardón al que da nombre en 2019 y desde entonces entrega el galardón. Además, dijo Franco, «me han dicho que hoy almorzaremos juntos. Para mí ese es el mejor premio».

Durante la charla con la prensa se habló de su carrera cinematográfica, compuesta de multitud de cortometrajes y seis largometrajes que lo sitúan como una de las voces más destacadas y con mayor proyección del cine iberoamericano actual. Su ópera prima Daniel y Ana (2009) fue seleccionada en la «Quinzaine des réalisateurs» del Festival de Cannes, certamen al que regresa con su siguiente trabajo, Después de Lucía, donde se impone en la sección «Un Certain Regard». Tras ese filme codirige A los ojos junto a su hermana, Victoria Franco. En 2015, con Chronic, Franco obtiene el premio al Mejor Guión de la sección oficial del Festival de Cannes. Vuelve a «La Croisette» con Las hijas de abril, en 2017. Su trabajo más reciente, Nuevo Orden, se llevó el Gran Premio del Jurado del pasado Festival de Venecia, además del Premio José María Forqué a la Mejor Película Latinoamericana. La cinta, que se sumerge en las diferencias sociales y políticas de su país natal, fue número uno en la taquilla española durante la semana de su estreno.

«Mi cine alcanza al gran público. Y eso me hace muy feliz porque yo no hago películas para los festivales, sino para la audiencia, y no solo para la audiencia mexicana». Ante la pregunta de qué cara de su país muestra, él respondió que el México que retrata «es muy variado. No por formar parte de la clase privilegiada muestro solo una parte del mundo. Por ejemplo, en A los ojos, que ha sido mi película menos exitosa, contaba una historia en las zonas marginales de México». Un error en el estreno mundial, para el que rechazó una oferta que considera que tendría que haber aceptado, tuvo parte de la culpa de esta falta de público, explicó. Pero otra razón para no haber tenido éxito fue, según su opinión, «que la gente no quiere ver miseria, México no quiere ver el propio México. En su momento, Buñuel fue perseguido por hacer Los olvidados«.

El mexicano también defendió el papel del director de cine: «Es quien debe tener la primera y la última palabra en una película». Él, que produce sus propios trabajos, confesó que lo hacía porque en su ópera prima se dio cuenta de que tenía que tener el control. «Los productores muchas veces actúan como si solo hiciese falta fuerza, dinero, todo a lo grande, cuando lo que tienen que entender es qué necesidades particulares requiere cada película. Yo intento hacer eso cuando produzco las películas de otros». Admitió que no es fácil levantar un filme. «Siempre te juzgan por el éxito que ha tenido tu última película. Ahora tengo un respiro gracias a Nuevo orden, pero sé que volveré a estar abajo. Así que siempre tienes que estar dispuesto a filmar sin dinero». Y contó que, aunque no le gusta hablar de sus próximos proyectos para no arruinar la sorpresa, acabó un rodaje justo antes de la pandemia y la post-producción le ha tenido entretenido este último año.

Para cerrar la rueda de prensa, quiso dejar clara su intención con el galardón. «El premio se lo dedicaré a dos personas. A Pepe Escriche, de quien guardo muy buen recuerdo, me trató muy bien, y a Enrique Alagón, un aragonés que a los veinte años fue a vivir a México sin nada, que se dedicaba a arreglar zapatos y que, por ser trabajador y ambicioso, conoció en su empleo a Arturo Ripstein y otra gente del cine, y acabó fundando el laboratorio de revelado más importante de México, LaboFilms. Se lo dedico a él porque, en mis primeros cortometrajes, mi padre no entendía que yo le dijese siempre ‘Este Alagón nunca me quiere cobrar el revelado, ni aunque se lo pague a plazos’. Cuando gané el premio en Huesca se lo conté, me explicó el significado que tenía el nombre del premio y se emocionó porque decía: ‘El nombre de mi negocio ha estado en Aragón'».

Emocionado con la mezcla de recuerdos que tiene de su paso por el certamen, Franco admitió que le resulta incómodo ver su propio trabajo. Pero, «con la contradicción que eso supone», sí que volverá a ver Entre dos, cortometraje que formará parte del tributo, y lo hará «con mucha emoción, casi veinte años después».

Carlos Saura fue la primera persona en recoger el premio Ciudad de Huesca en 1991; otros como Fernando Trueba, Arturo Ripstein o Julio Medem le sucederían en el palmarés. En 2014, el galardón se reformuló y adquirió un nuevo prisma que busca destacar el talento y la proyección; bajo ese espíritu se destaca el talento de Adriana Ugarte, Silvia Abascal, Paula Ortiz, Leticia Dolera, Aura Garrido, Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen o Anna Castillo.

 

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