Monica Lorenzo, una reputada científica que no es profeta en su tierra

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Es uno de los escasos científicos españoles que ha publicado el resultado de sus investigaciones en la prestigiosa revista “Nature” con el artículo «Direct Metabolomics for Plant Single Cells by Live Single Cell Mass Spectrometry», firmado conjuntamente con los profesores japoneses T. Fuji, S. Matsuda, I. Szakane, T. Esaki, H. Mizuno y N. Tsuyama, y pionera en una línea de investigación para la detección de enfermedades que abre nuevo mundo a la práctica clínica pero ello no le ha garantizado poder seguir sus investigaciones en nuestro país. Mónica Lorenzo, una canaria doctora en Ciencias Químicas especializada en Biomedicina que es altoaragonesa de adopción y somontanera y ribagorzana por elección baraja ahora nuevas posibilidades laborales que pueden llevarle a las Islas Británicas mientras sigue cultivando en Graus otra de sus grandes pasiones, la música lírica.
-REGUNTA. ¿En qué consiste este trabajo de investigación científica?.
-RESPUESTA. Es complicado explicar el trabajo de ocho años pero, en pocas palabras, se trata de una técnica que se pensó en un principio para poder realizar análisis directos de muestras de tejido o de muestras de poco volumen sin la destrucción de ese tejido lo que ya, de entrada, suponía un notable avance sobre la técnica habitual que utilizaba muchos recursos y mucho tiempo para obtener unos resultados que no son del todo completos. La idea de la que partimos fue la de conseguir mantener vivo el tejido objeto del estudio y hacer el análisis de una sola de sus células teniendo un perfil completo de su bioquímica, de lo que está pasando en ese momento en el que la célula está siendo analizada. El análisis es directo, no hay procesos de extracción, separación y trituración de la muestra, luego no perdemos información, y permite obtener todos los datos que estamos buscando.
-P. ¿Cómo llegáis al descubrimiento y perfeccionamiento de esta técnica?.
-R. Fue una situación que creció con el tiempo. Yo había preparado un proyecto para la embajada de Japón que daba unas becas científicas para desarrollar esos trabajos en su país. A mí nunca me han gustado las biopsias, que por desgracia hemos sufrido mucho en mi familia, y un día se me ocurrió la posibilidad de hacer los análisis con una sola gota de sangre o con una sola célula del cuerpo. Con una base documental muy importante, diseñé un proyecto teórico partiendo de una hipótesis que presenté en la embajada y después de un año de selecciones, de exámenes y entrevistas me llamaron y me ofrecieron la posibilidad de desarrollar la idea eligiendo el lugar donde poder llevarla a cabo. Fui a Hiroshima y a mi jefe de laboratorio mi planteamiento le pareció muy interesante; ellos estaban ya trabajando en una nanotecnología para analizar muestras ínfimamente pequeñas y unimos eenergías en este proyecto con el que llegaba yo.
-P. ¿Cómo fue el proceso de este trabajo?
-R. Como resultaba muy complicado trabajar con células humanas porque es difícil mantener un tejido vivo durante días y se requiere de muchos permisos legales, se me ocurrió empezar con las plantas. No se quejan, tienen células de diferentes tipos y eran un buen sujeto de investigación. Y a partir de ahí se fueron sucediendo ideas: necesito un mecanismo para succionar el tejido, diseñamos un tubo de vidrio extrafino… y fuimos así resolviendo todas las necesidades. Al final creamos una especie de Frankenstein que funcionaba muy bien, era cómodo y rápido, y empezamos ya a probarlo con distintas células y condiciones, comprobamos que mediante microscopía podíamos seleccionar células individuales, inyectarles fármacos que nos podían interesar para ver cómo respondían…, es decir, un solo tejido vivo nos permitía la oportunidad de analizarlo y poder probar infinidad de posibilidades para controlar una enfermedad, combatirla y evitar posibles efectos secundarios en una persona concreta, lo que ayuda muchísimo en el tratamiento y puede evitar posibles efectos secundarios.
-P. ¿Cómo distéis a conocer la investigación?.
-R. Empezamos a publicar muy rápidamente porque en ciencia hay muchas líneas de investigación coincidentes. Fuimos a diferentes simposios, tuve la oportunidad de presentar este proyecto en Estados Unidos en una charla en Filadelfia y, a partir de ahí, la comunidad científica empezó a interesarse. Publicamos nuestros estudios en Japón y seguimos con el proceso de mejora de nuestras investigaciones hasta que conseguimos hacer análisis completos de absolutamente todo con una sola gota de sangre del paciente, células de la boca o células epiteliales. Fue emocionante; el único problema es que no todos los laboratorios pueden tener acceso a esa tecnología que diseñamos, que es muy costosa, y ahora mismo ese Frankenstein habría que reducirlo y amoldarlo a las necesidades de cualquier centro sanitario.
-P. ¿Cómo funciona esta tecnología?.
-R. Es extremadamente sensible. Hemos sido diseñadores de técnicas de diagnóstico y de estudio farmacológico, pero además lo hemos sido de equipos físicos. Partimos de un equipo de espectrometría de masas que puede analizar casi todo si se dan las condiciones adecuadas. Lo difícil es encontrar esas condiciones adecuadas, más teniendo en cuenta que nuestro metabolismo cambia en cuestión de segundos por lo que la inmediatez del análisis garantiza la exactitud del diagnóstico. La teoría es muy fácil, lo difícil fue llevarla a la práctica pero al final conseguimos con nuestra técnica que cada célula analizada nos diera entre 5000 y 6000 señales sobre los metabolitos, sus compuestos químicos, lo que nos planteó como discernir esa información. Y a partir de ahí también diseñamos un programa informático que nos ayudaba a detectar qué cambios y reacciones se producían en la información ante la utilización de determinados fármacos en cada uno de los momentos del análisis. Ello nos permitió reducir el campo de actuación pero ahí se inició el trabajo de chinos, en este caso de japoneses y una española, para crear una base de datos, un catálogo, con todos los cambios producidos que nos llevó más de un mes.
-P. Entonces no se trata de un proceso tan rápido de análisis.
-R. Claro, pero sólo en el momento de desarrollarlo. Luego, la base de datos nos permite discernir la forma en que se comportan los fármacos en determinadas circunstancias y se establecen las pautas de actuación de tal manera que por comparación de un comportamiento determinado podemos plantear ahora sí un tratamiento muy rápido.
-P. ¿Cómo fue publicar en Nature?.
-R. Tras la segunda publicación realizada en Japón, mi tutor me dijo “Piensa en grande”. Contacté con Analytical Chemistry, que está especializada en química analítica, publiqué allí –lo que para mí ya fue un logro-, tras un año de redacción y correcciones porque lo que planteaba era algo totalmente nuevo. Años después fuimos completando el estudio, yo ya me vine para España pero mi tutor me urgió a publicar los datos nuevos y, medio en broma, le planteé hacerlo en Science o en Nature. Mi sorpresa fue que lo vio como lo más natural del mundo; me puse en contacto con la redacción de Nature, les planteé cómo debíamos preparar el artículo para que, al menos, lo leyes ya que el 95% de los trabajos que se presentan son rechazados. Al redactor le pareció un tema muy interesante y nos fue guiando un poco sobre cómo presentar los resultados. Fue un año de redacción, un año de control por parte de los árbitros de la revista, no fue fácil, obtuvimos críticas duras, hubo que contestar preguntas muy interesantes pero que tal vez no se adecuaban al tema expuesto, otras despertaron nuestro interés porque eran asuntos en los que no habíamos pensado, y tras dos años y dos meses nos escribe el redactor, nos dice que nos publica y que, además, lo va a poner como artículo del mes que es el único gratuito de la edición. A mí me costó como tres meses hacerme a la idea; luego me enviaron un correo para entrar en el club de Nature en el que, por cierto, hay muy pocos españoles.
-P. ¿Qué repercusión ha tenido vuestro artículo?.
-R. Muy interesantes pero a mí me da pena decir que muy pocas aquí, en este país. En Japón han creado un instituto única y exclusivamente para el desarrollo de esta tecnología buscando aplicaciones, he recibido comentarios de Estados Unidos de que en Columbia hay también un grupo que se dedica a la metabolúmica, es decir al estudio de los metabolitos, que han empezado a practicar nuestra técnica con una serie de aplicaciones muy interesantes y en Europa los alemanes de la Universidad Tecnológica de Baviera se han puesto en contacto con los japoneses para trabajar en este campo. Yo me vine a España para iniciar un grupo de trabajo en la Universidad de Zaragoza pero no hemos conseguido subvención ni apoyo económico. Había una plaza en el departamento de Farmacología que se suponía que iba a ser para mí pero se tuvo que suspender por razones económicas y se ha quedado todo parado.

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