Sara Arasanz lleva dentro lo de ser peluquera. Ha dado muchas vueltas por España para hacer de su pasión su profesión, pero ni Madrid ni Barcelona han conseguido superar a Buera, una pequeña localidad de la comarca del Somontano. “Es mi lugar en el mundo”, afirma Sara, quien se vio preparada para emprender en Barbastro y abrir su propio salón de belleza.
En el momento de hacer esta entrevista se cumple un año de la apertura, y el balance general ha sido un éxito. “Empecé yo sola y ahora estamos trabajando un equipo de cinco personas, aunque más que un equipo hemos creado una familia”, y explica que ha llegado un punto en que se entienden casi con la mirada.
Eso permite poner el centro del negocio en lo que de verdad importa: los clientes. “Hay veces que la gente viene porque le toca hacerse el color y ya, pero otras porque quieren hacer un cambio en su vida, y cuando eso ocurre lo primero por lo que se suele empezar siempre es por el pelo”. Si a esto se le suma el trasiego de personas que acuden, su lema “Aquí pasan cosas” les va como anillo al dedo. Y eso se nota nada más cruzar la puerta.
El caso más ejemplar es el de las novias. En el salón las acompañan en todo el proceso de peluquería, maquillaje y asesoramiento. Un proceso en el que “nos conocemos y acabamos formando un vínculo super especial”, que acaba por hacer realidad las ideas de su gran día. “Nos sale innato, y para 2024 ya tenemos un montón de reservas”, adelanta.
Y es que al final, lo que más brilla del salón de belleza Sara Arasanz es la calidad de sus servicios para conseguir unos resultados inigualables. Por eso lo tienen tan claro: sólo trabajan con las mejores marcas. Toda una declaración de intenciones que se traduce en tintes que no se vuelven naranjas con el tiempo o hidrataciones profundas que marcan la diferencia.