Muchos grausinos todavía no se lo acaban de creer. La imagen del histórico Snack Bar Bardají con las persianas bajadas sigue causando un profundo asombro entre los parroquianos habituales y los clientes ocasionales de este establecimiento que abrió por primera vez sus puertas en la década de los cuarenta del pasado siglo como Bar Subirá y que desde 1960 ha sido regentado por la familia Bardají. Han sido casi sesenta años de profesionalidad, esmerado servicio y saber estar que pesan, y mucho, en la profunda sensación de pérdida que se ha vivido en Graus con el cierre de este referente de la hostelería local.
Con su esposa Lola y su cuñada Conchita, Octavio Sín ha estado al pie del cañón hasta el último día procurando que la decisión de poner punto y final a la andadura del bardají fuera lo más normal posible.
-PREGUNTA. Muchos de los clientes se han alegrado por vosotros, por que podáis disfrutar de la jubilación, pero también hay un sentimiento de profunda pérdida con este cierre del Bardají.
-RESPUESTA. Sí, claro. Aunque no ha sido un cierre tan imprevisto como podría parecer porque llevábamos ya bastante tiempo barajando esta posibilidad, incluso hace un par de años salimos en la Mojiganga en un texto en el que se hablaba de que se iban a acabar los calamares. Pero hemos estado durante dos años tratando de conseguir que alguien tomara nuestro relevo y no ha sido posible, aunque por nuestra parte hemos dado todo tipo de facilidades. La línea roja la marcamos cuando llegara mi jubilación, que fue el 21 de enero, y a partir de ahí decidimos poner punto y final. Y desde que se hizo pública la noticia, la tónica entre nuestros clientes y amigos ha sido la que comentas; gente que se ha alegrado por nosotros pero que se ha entristecido con el cierre del bar.
-P. El Bardají se abrió como Subirá en los cuarenta y ya en 1960 empezó a ser gestionado por la familia Bardají. Y desde el primer momento se caracterizó por el trato profesional, por su fiel clientela grausina y, también, por convertirse en punto de encuentro de los vecinos de la comarca en sus visitas a Graus.
-R. Cierto. Desde aquí salía la línea de autobús hacia el valle del Isábena y ello influyó mucho para que las gentes de los pueblos de los alrededores tuvieran una relación más cercana con este establecimiento. Dejaban aquí sus cosas mientras esperaban la salida del coche de línea autobús, sacaban los billetes… y ello contribuyó a crear un lazo más cercano con los habitantes de la comarca.
-P. ¿Cómo han sido estos casi sesenta años tras la barra del Bardají?.
-R. Mi suegra hasta bodas llegó a hacer en sus momentos álgidos. Nosotros ya hemos vivido otros momentos pero ha sido siempre un negocio familiar en el que hemos ido trabajando con mi cuñada y mi mujer y con la ayuda impagable e incondicional de nuestras respectivas hijas. Nos han tenido que ayudar mucho pero hemos podido salir adelante en estos tiempos en que hay más hostelería y en que la clientela está cambiando de hábitos.
-P. Lo de vuestras hijas es más que remarcable porque incluso cuando se han independizado y han emprendido sus carreras profesionales y familiares han seguido arrimando el hombro en casa.
-R. Las tres han apoyado y trabajado lo que no está en los escritos. Y eso ha sido un revulsivo para que nosotros hayamos trabajado y luchado hasta el final en que ya no estábamos en condiciones físicas óptimas para seguir en un oficio tan duro y sacrificado.
-P. ¿Cómo han cambiado los hábitos de los clientes?.
-R. Mucho. A lo largo de estos años han cambiado las bebidas de moda, los hábitos y las normas pero la cerveza, el vino y el café siguen siendo básicos. No obstante, hay cosas que antes tenían una demanda brutal, como por ejemplo el fino Tío Pepe en los años sesenta y setenta cuando traíamos cajas y cajas, y ahora prácticamente no se piden. Pasa lo mismo con los hábitos de la gente; me acuerdo de las gramolas, las máquinas del millón, posteriormente estaban los que se pegaban horas y horas con las tragaperras y ahora los que atruenan el espacio con el sonido de sus móviles. Y se ha notado mucho en el ambiente de la gente, antes venía el cliente eufórico, contento, estar en el bar era una especie de fiesta, y ahora como que no, como que viene la gente más seria, con más problemas. Eso lo hemos notado muchísimo, muchísimo.
-P. No me lo perdonarán si no hago la pregunta. ¿Qué va a pasar ahora con vuestros famosos calamares?.
-R. Yo la receta ni la sé ni la quiero saber. Pero mi suegra tenía la teoría de que la receta no tenía que salir del bar así que decidimos que si se recupera el establecimiento de cara al público lo hablaremos con sus responsables por si quieren seguir sirviéndolos.