La divulgación, punto fuerte de un XIV Maratón Messier “Ciudad de Monzón” marcado por la meteorología

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El Grupo Astronómico de Monzón (GAM) filial de la Agrupación Astronómica de Huesca organizó las Jornadas Astronómicas y el XIV Maratón Messier “Ciudad de Monzón” en el que conjugaron la observación con la divulgación, haciendo alusión al Universo, galaxias, estrellas y los neutrinos. Para el evento se contó con la colaboración del Ayuntamiento de Monzón, Planetario de Aragón y el Observatorio Astronómico Torres de Alcanadre.

La cita tenía previsto comenzar el viernes por la noche con el el estacionamiento al aire libre de varios telescopios en el auditorio José Antonio Labordeta para la “observación popular” pero por causas climatológicas tuvo que ser suspendida.

Por la mañana, el salón de actos de la casa de la cultura acogió las Jornadas Astronómicas con el turno de dos interesantes conferencias. La primera en tomar la palabra fue Cristina Margalejo,  astrofísica e investigadora en el Grupo de Investigación de Física Nuclear y Astropartículas (GIFNA) del departamento de Física Teórica de la Universidad de Zaragoza, que con su ponencia “Cómo sabemos lo que sabemos” en la que explicó “Los astrónomos, a diferencia de otros científicos, no pueden realizar experimentos en el laboratorio, por lo que esta disciplina se basa en la observación. Entonces, ¿cómo saben los astrónomos de qué están hechas las estrellas si nunca han tenido en sus manos un pedazo de ellas? ¿Cómo saben a qué distancia se encuentran y a qué temperatura están? ¿O cuál es la edad y el tamaño del Universo?.”, Margalejo dio respuesta a cada una de estas preguntas en su ponencia ayudando así a entender la ciencia y los métodos de observación que hay detrás de todo lo que sabemos sobre el universo.

A mediodía intervino el primer español en pasar el invierno antártico en IceCube, Carlos Pobes físico de astropartículas con su ponencia “El día más largo de mi vida: Un año viviendo sobre el eje de rotación de la tierra” en la que nos explicaba “El objetivo es estudiar neutrinos de origen astrofísico que vengan de objetos muy remotos como pueden ser agujeros negros, de galaxias muy lejanas, etc. Capturar un número suficiente de estos neutrinos implica construir detectores muy grandes porque los neutrinos son partículas que interaccionan muy poco con la materia. Los neutrinos se producen en fuentes más cercanas como por ejemplo la más abundante es el sol que nos inunda con neutrinos y para estudiar el sol con neutrinos nos basta con detectores del tamaño de una piscina aproximadamente, con ese tamaño somos capaces de capturar unos cuantos neutrinos solares. Pero para capturar neutrinos que provengan de lugares mucho más alejados necesitamos instrumentos que podrían llegar a alcanzar las estimaciones que se hicieron en su momento que indicaban que había que construir detectores del tamaño de un kilómetro cúbico. Un kilómetro cúbico es algo que no puedes construir como tal, es inviable, entonces a alguien se le ocurrió que podía ser buena idea utilizar el propio hielo antártico como detector y la gracia es que en esta base científica ubicada en el polo sur está situada a 2.800 metros de altitud, pero no porque haya ninguna montaña sino porque el espesor del hielo tiene ese grosor. Debajo de la superficie del polo sur hay casi tres kilómetros de hielo, hielo ultra transparente que puede funcionar como detector de neutrinos. De vez en cuando algún neutrino choca por allí y genera unos pequeños destellos de luz y colocando sensores de luz dentro del hielo puedes llegar a instrumentar un kilómetro cúbico de material que está observando lo que ocurre ahí. Posteriormente hay que procesar toda la información con unos ordenadores que hay en la superficie y que nos permite reconstruir lo que está pasando en el hielo y en particular poder reconstruir si pasa un neutrino qué energía tenía, de dónde venía, etc.”

Por la tarde, estaba previsto que los participantes se desplazaran a Gabasa para participar en el XIV Maratón Messier “Ciudad de Monzón”, pero dada las condiciones meteorológicas desde la organización se decidió suspender la actividad que consistía en observar en una sola noche el mayor número posible de los 110 objetos más brillantes del cielo profundo del catálogo Messier confeccionado por el astrónomo francés Charles Messier (1730 – 1817). Alguno de los cuerpos celestes de fácil observación son M42 (Nebulosa de Orión), M31 (Galaxia Andromeda) o M13 (Nebulosa de Hércules), en cambio M74 y M77 (Galaxias espirales) son las más complicadas de encontrar ya que son casi invisibles por la luz que todavía quede en el cielo.

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