Veinte años del Museo de Iconos “Virgen de la Peña” de Graus

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El verano de 1998 abría sus puertas el Museo de Iconos “Virgen de la Peña” de Graus, un singular espacio expositivo que se ha consolidado en estas dos décadas como uno de los grandes referentes culturales ribagorzanos. Enclavado en las dependencias de la basílica que le da nombre, este museo propone una aproximación didáctica y estética al arte del cristianismo oriental a través de una cuidada selección de obras originales y de reproducciones que nos acercan a varios de los ejemplos emblemáticos de lo que en España se vino en denominar “arte bizantino” o arte ortodoxo.
Su director, el teólogo y profesor Constancio Arigita, señala que la titularidad parroquial de este proyecto museístico no ha ocultado «nunca» su «necesaria y estrecha» vinculación con el obispado de la diócesis Barbastro-Monzón «bajo cuyo amparo nació». Y es que este espacio ha sido y es mucho más que un museo ya que en estos veinte años ha animado encuentros ecuménicos de oración interconfesional –favorecidos por el hecho de que en Graus y su entorno un veinte por ciento de la población actual es de origen rumano-, jornadas veraniegas con algunos de los más importantes teólogos, numerosas conferencias o más de una veintena de exposiciones temporales. Siempre manteniendo la gratuidad de todas sus propuestas y ofreciendo al visitante unas instructivas visitas guiadas –que profundizan en el contexto físico, político, social y expresivo del arte ortodoxo- de la mano del propio Arigita y de su esposa Itziar Vázquez.
El museo afronta el comienzo de su tercera década con la inauguración este verano de una nueva sala permanente, la séptima, dedicada al arte de los coptos etíopes. Ubicada en el torreón, la colección es fruto de la colaboración de este espacio museístico con dos ONGs volcadas con los niños abandonados de Etiopía –Enterachen y Cielo 133- y muestra sus repujadas cruces y sus iconos de piel de cabra, vestimentas sacras y otros objetos que acercan al espectador sus costumbres y obsesiones religiosas, muy alejadas de las occidentales e, incluso, de la ortodoxia oriental ya que están influenciadas por el animismo africano o el judaísmo falasha.
Junto a ella, el espacio mantiene una disposición que permite al visitante apreciar en la primera de las salas el contraste entre la forma de entender el arte religioso en Oriente y en Occidente, mientras que la segunda se centra en las generalidades del arte ortodoxo, en la –a menudo inexistente- diferencia entre arte o artesanía o en la profundización sobre la importancia que tienen los iconos en la devoción popular y en la explicación teológica del mundo. La tercera de las salas se centra en el mundo bizantino, en los iconos de los talleres monásticos y en los iconos populares y en la cuarta la exposición aborda el mundo eslavo y la renovación de la iconografía, aunque también alberga varios iconos antiguos. En la quinta, un iconostasio preside el recinto y propone al espectador una reflexión sobre el contraste entre los iconos y los retablos y la sexta está dedicada a una aproximación al arte de Siria y Armenia.
Son espacios creados para dar a conocer la enorme diversidad existente bajo ese paraguas genérico de “arte ortodoxo”. Un paseo por las salas de este museo permite descubrir, por ejemplo, que el proceso de elaboración de un icono guarda siempre una tradición inmutable a modas y a artistas aunque las diferentes escuelas marcan distintos caminos de aproximación a este objetivo.
«La perspectiva invertida o falta de perspectiva, la rareza o irrealidad o desproporción en los iconos quiere hacernos mirar hacia las gentes que no suelen dar la talla de nuestras expectativas, metafóricamente “desproporcionados”, para que reconozcamos en ellos el icono preferente de Dios», sostienen el director del museo señalando que cada icono forma parte de un proceso de realización artística con un alto valor simbólico para su ejecutante porque va a ser considerado posteriormente como un instrumento de oración por los fieles. Por eso, el arte ortodoxo se permite pocas veleidades a la hora de plantear el hecho artístico y ahí radica, básicamente, el punto de inflexión, de ruptura, con el arte religioso occidental.
Partiendo de un modelo estable, delimitado tras los movimientos iconoclastas que asolaron el imperio bizantino en los siglos VII y VIII de nuestra era, la iconografía planteó un patrón, unas reglas y unos modos de acercarse a la ejecución de una tabla que se han mantenido prácticamente inmutables hasta nuestros días. Entiéndase bien: a lo largo de estos 1400 años sí han existido escuelas, modas y usos diferentes, como queda patente en este museo grausino, pero todas las obras mantienen una cierta idea y las técnicas y conceptos que se utilizaron entonces son perfectamente válidos en el arte ortodoxo de este siglo XXI.
Reconoce Itziar Vázquez que este museo no tiene vocación multitudinaria. «Por el santuario de la Virgen de la Peña –apunta- no se han visto, y creo que no se verán, multitudes, no soñamos con parecernos al de Montserrat o al del Rocío, pero las personas que nos visitan facilitan la cercanía o el “cara a cara” tan propio de los iconos, cuyos protagonistas jamás aparecen de perfil».
Veinte años después de su puesta en marcha, un recorrido por este interesante espacio expositivo supone, aparte de una enriquecedora experiencia de descubrimiento artístico, una profundización cultural en una manera de entender el arte religioso alejada de los cánones occidentales pero de la que éstos han bebido durante siglos para configurar su propia esencia.
La exposición permanente abierta en este Museo de Iconos grausino asume, además, el afán de sus impulsores de ir contando con una pequeña Biblioteca especializada que complemente las instalaciones de su Centro Ecuménico. Los estudiosos y las personas interesadas en el mundo del cristianismo oriental y en tender lazos de unión entre dos concepciones religiosas que tienen muchos más elementos en común que planteamientos diferenciadores pueden así obtener una amplia documentación. La colección bibliográfica que se está reuniendo se centra en el mundo de los Santos Iconos pero, también, en aquellas obras que tienden lazos en favor de la paz y la unidad de las iglesias cristianas.

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