COLABORACIÓN || Bárbara Armstrong
Necesitas saberlo
y a mí has ido a preguntarme
qué es amar.
¿Qué es amar
sino un signo de interrogación
al final de cada beso,
una falsa sinalefa entre hiatos
que no saben rimar?
¿Qué sabré yo de amar
si aún pregunto a las margaritas?
La primera lección
fue un querer mañoso en mis padres,
en el espionaje de sus abrazos
aprendí la abnegación de mantel limpio,
las costras cosidas a punto de cruz,
amar incondicionalmente como condición
para que la casa aguante.
Amar
en tiempos de varicela y rock and roll
era imaginarme arrodillada en el bordillo
llorando gasolina sobre tu curva,
medir la magnitud del afecto
en el trauma de tu ausencia.
Y llegaron las migajas y los cuerpos
y amar se hizo desnudos,
vasija vacía, boca abierta.
Amar fue, entonces
reprimir los regüeldos
y repetir mil veces la ahogadilla.
Y llegaron San Valentines precipitados
sobre un febrero en soledad
y amar se pareció a drenar pantanos
en busca de la sortija,
amor como regateo y penicilina,
como voto de conveniencia.
Y amar
tras la primera arruga,
resignarse a costumbre y menudencia,
imitar la forma de cocinar de mi madre
y observar el fatuo incendio
borracha en la bañera.
¿Qué es amar?
Interrogas,
colando tus dedos noveles en mi herida.
¿Qué significa amar?
Hoy te lo pregunto.
Quizá amar no sea más que
acariciar al animal a contrapelo,
comer mientras nos dure el hambre,
enterrar nuestra basura en jardines
que hemos pagado a medias.
¿Qué es amar?
Vuelves a preguntarme
y sólo una respuesta encuentro aceptable:
Yo, de amar, no sé nada.