COLABORACIÓN || Asun Porta
Nací en un barrio monegrino donde olía a humo de máquinas de tren, a carbonilla, pero también a gorriones, a alquitrán, a cajas de gaseosas y a lejanía, porque si mirábamos hacia el oeste la línea verde y ocre del horizonte era y es profunda y casi recta, desdibujada hacia el suroeste por la sierra de Alcubierre, nuestra sierra. Desde mi ventana las muelas de la Gabarda nos olían a fantasía.
En aquellos años mi barrio tenía aroma a vecindad, a cocinillas y estufas de carbón y leña de carrasca, a leche fresca, a barro, a gallinas, a pan caliente, a delantales y a hogar. Y en las noches despejadas y cálidas de verano se sacaban las sillas bajas de enea con sus cojines y por el centro del corro se deslizaban las historias, chistes y risas, bajo un cielo limpio y claro con todas sus estrellas.
Las puestas de sol con el cielo despejado eran y son espectaculares desde mi calle, desde la laguna de Sariñena, desde los torrollones o muelas, desde la sierra.
Puestas de sol que siguen oliendo a mil colores, a caricias y a emociones.
El olor despierta otros sentidos, rememora lugares, hechos y paisajes, y a mí, Monegros me huele a rosas y chopo de romería, a gabarda de mujeres e ilusiones, a albahaca de fiestas y de dance, a dulce cuando florecen el tomillo, el romero, las amapolas o la ontina. Desprende un olor seco cuando el cierzo levanta el polvo de arcilla de los caminos, suave y fresco al lado del río; a humedad y fuerza en los campos de maíz o alfalfa recién regado y en las huertas. Me huele a paciencia cuando siento esos secanos que esperan y miran al cielo. Atrayente el olor amargo de los bosques de pinos y sabinas, o el olor viejo de las carrascas. Y también me huele a aves, a golondrinas y cigüeñas, a palomas, vencejos, garcetas y ruiseñores…
Me huele a vida que sale de la tierra, que nace de la tierra con la fuerza y el mismo tesón de las gentes monegrinas que día a día moldean con su vocación y esfuerzo el carácter de esta comarca.
También a veces huele a nada, a silencio y distancia, a paz, reposo y calma.
Son mis olores, mi sentir, así mezclados, porque se entretejen en mi memoria formando lazos. Un cordón umbilical de sentimientos y aromas que aunque esté lejos se hace corto.